13 de marzo de 2025
Hace más de diez años, la investigadora del Conicet alertó que las características geomorfológicas de la ciudad de Bahía Blanca la volvían vulnerable a las inundaciones. La importancia de la planificación urbana.

Foto: Gentileza Paula Zapperi
Paula Zapperi es doctora en Geografía, docente en el Departamento de Geografía y Turismo de la Universidad Nacional del Sur e investigadora adjunta en el Conicet. Conoce como habitante, pero también como estudiosa del terreno, cómo es Bahía Blanca, cómo fue creciendo, dónde están sus vulnerabilidades frente a, por ejemplo, las inéditas precipitaciones que dejaron 210 milímetros de agua en no más de 6 horas. Lo supo siempre, no por una cuestión esotérica, sino porque en su tesis doctoral de 2012 ya lo mostraba con datos: la ciudad necesitaba mayor planificación si no quería sufrir los efectos devastadores de una inundación. En una charla con Acción, cuenta cuáles son esas características que vuelven a Bahía Blanca inundable, en qué debería pensarse al momento de delinear una urbanización, la importancia de la investigación y la ciencia para ello y de proteger a la población de las periferias.
–¿Cuáles son las características geomorfológicas de la ciudad de Bahía Blanca?
–En Bahía Blanca tenemos una planicie en altura, una zona amesetada, son las últimas estribaciones del sistema de Ventania, es un sistema serrano que está ubicado a 100 kilómetros al norte de la ciudad de Bahía Blanca. Luego, la zona más alta se va conectando con una zona más baja, una llanura mareal, y en el medio de esa llanura hay un valle con un arroyo que la atraviesa. Entonces, tenemos zonas altas, zonas de pendiente desde donde se va de la zona alta a la de la llanura aluvial y del valle, y luego la zona de llanura litoral, lindante al área costera. Por estas características, se pudo observar que al día de hoy hay casas donde el agua sigue sin escurrir, en sectores como General Daniel Cerri o Ingeniero White.
–En su trabajo de 2012 menciona la presencia de vías férreas, una baja pendiente, calles sin pavimentar ¿Son variables que operan para que el agua de lluvia no escurra?
–Justamente, geomorfológicamente tenemos esta situación. Hidrográficamente tenemos el arroyo Napostá que viene desde la zona de Ventania, que en su cuenca inferior ya atraviesa Bahía, tiene un tramo intubado, y otro sector a partir del cual, con un partidor, se manda el agua en momento de crecidas por un canal derivador, además del sistema pluvial. A la vez, se imprime sobre esto la ocupación del espacio con calles, rellenos del terreno, y también hay rutas, vías férreas. Todo esto, interactuando con la planicie, no permite que el agua escurra. Luego, las calles de tierra, interactuando con los sectores de pendiente, operan como desencadenante de procesos erosivos de las calles que no están pavimentadas y entonces empieza a haber disponibilidad de sedimentos tomados de las calles, de las zonas más altas, que luego, en los quiebres de pendientes, van a depositarse dañando las propiedades o sobre zonas de desagües pluviales. También hay zonas que se van rellenando para que se puedan habitar y el escurrimiento que no se concentra allí pasa aguas abajo.
–¿Cómo se fue dando el crecimiento de la ciudad y la expansión de viviendas?
–En la década del 80, el Código de Planeamiento Urbano y la zonificación quedaban en función de fajas longitudinales que se subdividían de acuerdo a la altura. Si vemos esto desde el punto de vista de la historia de planificación de la ciudad, se advierte que tenía en cuenta la topografía del terreno. Eso luego se fue dejando de lado.
–¿Hubo especulación inmobiliaria?
–Es verdad que diversas coyunturas hicieron que la gente fuera eligiendo irse para la periferia, por la imposibilidad de quedarse en sectores ya consolidados. Acá fue fundamental el rol de la especulación inmobiliaria, se habilitaron zonas primero, como ocurre en otros lugares, y luego se vio cómo se llevaban los servicios. Se atienden cuestiones como el escurrimiento del agua, porque es lo que piden áreas de Geodesia o Hidráulica, pero creo que a partir de este evento lamentable nos va a cambiar la forma de evaluar un lugar antes de habitarlo; ver por dónde viene el agua, eso antes no era prioridad.

Al límite. En 6 horas cayeron 210 milímetros de agua: el márgen de acción fue acotado.
Foto: Pablo Presti
–¿Hay algo que se pudo haber hecho para atajar el impacto en la población?
–En este caso en particular, con 210 milímetros de agua que cayeron en 6 horas, no hay margen de acción, iba a haber efectos muy adversos. Lo que fue muy atinado fue el alerta amarilla del viernes y el monitoreo del Servicio Meteorológico Nacional, que permitió ver la evolución de la tormenta, el alerta naranja motivó la cancelación de clases en las escuelas y en las universidades, la población se preparó de otra forma. Luego pasó de naranja a rojo, las personas se daban cuenta que se tenían que quedar en la casa. Tal vez lo que se tendría que haber hecho es ir relocalizando a la población, que se autoevacuaran si sabían que estaban en sectores llanos, donde el agua no escurre. No obstante, en este caso puntual, no se hubiera dado abasto para evacuar a las familias de los lugares críticos.
–¿Estas zonas inundables están identificadas por las autoridades? Porque datos hay, su trabajo los aportó hace más de diez años.
–Uno de los objetivos que teníamos era formalizar el trabajo conjunto con las autoridades, para inicios de año. Estábamos haciendo reuniones, en ellas vimos que hay conocimiento, por lo menos de Defensa Civil, de dónde está la población de mayor riesgo de inundación. La población también sabe de esto, lo que pasa es que la gente tampoco quiere dejar su lugar porque les roban todo, eso es entendible. Por estos días las personas hacen guardias con fogatas en las puertas de las casas, porque en varios sectores no hay luz, para ver si hay personas que quieren entrar a las viviendas.
–¿Qué cuestiones debería contemplar un nuevo modelo territorial en Bahía Blanca?
–Por un lado, tener en cuenta que las áreas nuevas que se ocupan se van a impermeabilizar, a rellenar, y eso contribuye a una escorrentía aguas abajo, hacia lugares ya establecidos, hay que buscar la manera de que esa alteración hidrológica se pueda liberar, con superficies permeables, lugares de retención, o canalizaciones que además no descarguen la mayor cantidad de agua en el menor tiempo posible, porque eso contribuye a acentuar el tipo de crecida en el sistema de drenaje. Hoy se habla de reconstruir el canal Maldonado, hay que hacerlo, ver cómo mejorar su capacidad de desagüe, ver si no se le puede en algún caso darle naturalidad a este curso, porque vimos que se levantaron placas de hormigón, es un material que produce taponamientos o incrementa el peligro aguas abajo. También, en las zonas bajas, tratar de relocalizar, o si se van a ocupar, ayudar a que tengan alguna intervención como rellenos o canalización, para bajar el peligro. Por estos días el intendente apeló a una obra hidráulica, de endicamiento, en un lugar a 35 kilómetros aguas arriba de Bahía Blanca. Esto tendría una doble función: por un lado contener la onda de crecida del arroyo cuando viene cargado de la zona serrana, para proteger a la población, y por otro lado, permitiría acopio de agua, porque en Bahía tenemos crisis hídrica. A su vez, se reconoce la necesidad de reorganizar mejor la ocupación de la tierra.
–En un contexto de desfinanciamiento del sistema científico, ¿cómo revalorizar el rol de la ciencia y la investigación frente a eventos climáticos como estos?
–Lamentablemente, a veces eventos como estos dan una muestra concreta de la importancia de lo que se viene propagando y demostrando con la investigación. Por otra parte, es evidente, por la complejidad de estos fenómenos, que no se pueden abordar solo desde un punto de vista, requieren de una interdisciplinaridad importante, no hay un tipo de ciencia más importante que otro, es una lástima que esto esté en discusión.