31 de mayo de 2025
La extrañeza de los adultos ante códigos adolescentes, la violencia que atraviesan las escuelas y los modos en que la ideología de ultraderecha interpela a los chicos, según el destacado psicoanalista.

Los problemas no son recientes, pero una serie de Netflix los hizo visibles con mayor nitidez: Adolescencia abrió una discusión sobre la extrañeza de los adultos ante códigos y actitudes comunes entre los jóvenes que serían desconocidas. El debate llevó también la atención de medios de comunicación y de padres hacia la violencia que atraviesa a las escuelas y emerge en alumnos que concurren a clases con armas de fuego o que fantasean con provocar masacres, como fue el caso en un establecimiento de Ingeniero Maschwitz. Médico y psicoanalista, referente en psiquiatría infantil y juvenil, Juan Carlos Volnovich pone en contexto la situación, distingue los aspectos novedosos y los remanidos, aunque negados socialmente, y finalmente advierte sobre los modos en que la ideología de ultraderecha interpela a los jóvenes «mientras los logros del feminismo están en riesgo y en retroceso».
–Las culturas juveniles que muestra la serie Adolescencia preocupan al mundo de los adultos y aparecen como un fenómeno de la época. Por otra parte, en escuelas bonaerenses se registraron episodios de alumnos vinculados con armas y con chats donde hablaban de provocar masacres. ¿Qué revelan estos casos?
–Hay un efecto de sorpresa en el público, como si dijera «¡Mirá lo que pasó!», ante episodios que la serie y estos eventos vendrían a develar. Las masacres escolares son un tema desde hace casi dos décadas en Estados Unidos. Nosotros tuvimos también una masacre en Carmen de Patagones, y hubo otros episodios en escuelas, siempre con varones que tenían algún acceso a las armas. Incluso el cine tiene películas que son de culto: La cinta blanca, de Michael Haneke, registra el comienzo del nazismo en un pueblo de Alemania donde los pibes van armando y tejiendo una alianza y una complicidad de la cual los adultos están al margen. La serie Adolescencia muestra de manera muy clara en la escena del colegio cómo ahí coexisten dos códigos, dos lenguajes diferentes. Los adultos y los jóvenes están juntos, pero yendo en una longitud de onda diferente, y no hay posibilidad de registrarse unos y otros. Así que por un lado no hay mucha novedad y por otro tiene algo de sorprendente: asistimos al retroceso de una ideología que buscó una mayor igualdad entre varones y mujeres, y a un nuevo avance de las ideologías sexistas que tienden a la denigración de las mujeres, al refuerzo de las diferencias de clase y a la discriminación racial, y tiene que ver con la ideología de ultraderecha.
«Los adultos y los jóvenes están juntos, pero yendo en una longitud de onda diferente, y no hay posibilidad de registrarse unos y otros.»
–¿La ideología de ultraderecha interpela especialmente a los jóvenes?
–Sí, claro. Más bien los contagia. La serie tiene un detalle fundamental, que parecería apenas un desliz: el pibe comienza diciendo «yo no hice nada malo». La frase se puede interpretar como «lo que yo hice está bien». Él no dice «yo no lo hice»; en ese caso hubiera sido totalmente diferente porque estaría admitiendo que pasó algo que está mal y que la manera de zafar es diciendo «yo no fui el que lo hizo, pero reconozco que matar a una chica está mal». En cambio, cuando dice «yo no hice nada malo» está pasando a otra etapa, a una etapa donde no hay conciencia de que matar está mal. Es lo que está en juego en el diálogo con la psicóloga, donde la psicóloga no quiere saber quién lo hizo, sino saber si él entiende, si comprende lo que hizo, y si insiste en que no hizo nada malo. Dando un salto: en Europa, después del exterminio de judíos como proyecto del Estado en el nazismo, y en la Argentina después de la dictadura militar, el negacionismo dice que en Alemania no hubo un plan sistemático de exterminio de los judíos, que en Argentina no hubo un plan sistemático de exterminio de los así llamados subversivos, sino errores, excesos, que se hipostasiaron algunos episodios de campos de concentración. Actualmente hay un salto cualitativo en esa ideología ultraconservadora que es decir: «Sí, lo hicimos, estuvo bien hecho y es más, nos equivocamos porque no lo llevamos hasta el extremo donde había que llevarlo». Vuelvo a lo que comentaba al principio: tal vez hay algo nuevo y es el refuerzo ultraderechista que se expresa en esta ideología de jactancia, la vieja ideología resucitada, la de «nosotros los varones somos sensibles y si nos provocan tenemos el derecho de imponer nuestro poder e incluso de matar». La palabra provocación es muy generosa porque significa la agresión y tiene un sentido sexual. En la escena de la filmación que muestra Adolescencia se ve que la chica humilló al pibe según la clave masculina, y entonces él la mató.

–¿Es la vieja ideología y a la vez es la ideología de las jóvenes generaciones?
–Tampoco es justo homologar a toda la juventud y satanizarla como si hubiera un común denominador, pero no cabe duda de que la ideología ultraderechista está prendiendo en sectores masculinos, jóvenes, que sienten que por el hecho de ser varones, mucho más si son varones blancos, tienen ciertos privilegios que pueden estar en riesgo y justifican una situación de resentimiento o de revancha con respecto a quienes sienten que les están quitando esos derechos, es decir, a las mujeres con el feminismo y a las minorías étnicas.
–¿Los adolescentes tienen motivos de resentimiento?
–Sí, porque están pasando por una situación muy difícil, inaugurándose como generación en un mundo en el que no hay lugar para ellos. Uno tiende a pensar que son la última generación, que vamos a una especie de extinción, si se observa la reducción de la tasa de natalidad, por lo menos en Occidente, y la restricción de los espacios a nivel laboral, de desarrollo. En Argentina, el ataque a las universidades supone el cierre de espacios no solo de progreso intelectual y de salida laboral, sino también de socialización. Cerrados esos espacios, los que quedan son los espacios virtuales que se consiguen a través de los celulares.
«La ideología ultraderechista está prendiendo en sectores masculinos, jóvenes, que sienten que tienen ciertos privilegios que pueden estar en riesgo.»
–En el diálogo final de Adolescencia el padre se dice a sí mismo «debimos hacerlo mejor» en relación a la crianza del hijo. ¿Es correcta la problematización que plantea la serie?
–¿Quién podría oponerse a la buena relación entre padres e hijos, a la comunicación con los adolescentes, a la idea de que los adultos tienen que acompañar y no mirar para el costado ni dejar la puerta cerrada? Eso está muy bien. Pero en nombre de avalar el acompañamiento a los jóvenes en el proceso de crecimiento, la serie tiene un tinte pedagógico y punitivista. Pedagógico en el sentido de enseñarle a los padres que deben escuchar y conversar con los hijos, y punitivista porque avala una actitud intrusiva de los padres dentro de la intimidad de los hijos. Los hijos y las hijas empiezan a armar un mundo propio, privado, y parece fundamental que sea un mundo transparente, que ellos estén como en una pecera donde los padres puedan vigilarlos. La famosa consigna de los militares, «¿Sabe usted donde está su hijo ahora?», en cierto sentido se reitera en la serie. «Sí, mi hijo está en mi casa, en su habitación», dicen los padres, pero en realidad no saben y entonces la serie da una especie de empujón para que uno vaya y abra la puerta y tenga una actitud de limitar el acceso a las redes y al celular, de espiar qué hace el hijo en las redes y con quién se conecta, a descifrar cuáles son los memes que se intercambian y el sentido que tienen.

–¿Cómo pensar otra intervención de los adultos?
–El asunto es inventar modos que no le hagan el juego a actitudes intrusivas, donde intervenga fundamentalmente el respeto, y que el respeto no se convierta en una complicidad entre ellos que no quieren mostrar y uno que no quiere ver. Y respetar lo que puede haber de diferencias. Los jóvenes desarrollan barreras ante las actitudes invasoras, como sucede en la escuela con el sistema educativo, y entonces se arma una relación dialéctica: a mayor intrusión, mayor sofisticación de los códigos. Tampoco eso es gran novedad. Cuando recién se introdujeron los celulares y los chicos comenzaron a acceder a las nuevas tecnologías, en general los docentes se horrorizaban por la manera que tenían de escribir, porque lo hacían con fonética y equivalían la c, la q y la k, lo que generó un escándalo. El asunto era que los chicos estaban inventando un sistema de escritura complejísimo y lo hacían para entenderse entre ellos y que los adultos no comprendieran sus mensajes.
«En nombre de avalar el acompañamiento a los jóvenes en el proceso de crecimiento, la serie Adolescencia tiene un tinte pedagógico y punitivista.»
–Dillom y otros cantantes se solidarizaron con artistas atacadas por el presidente y esas manifestaciones tuvieron mucha adhesión en los recitales. ¿Son signos alentadores? ¿Los recitales serían una forma de socialización alternativa a las redes?
–La cosa está repartida y vivimos épocas mejores (sonríe), venimos de años donde los sectores más violentos estaban en retroceso. Los recitales, igual que el fútbol y las grandes experiencias de comunión social, hacen lazo, forman alianzas y en cierto sentido rompen con el individualismo. Lo que tienen es que están muy fragmentados en cuanto al público, en algunos predominan los varones, otros son muy de chicas, y a veces también segmentan por clase social. El éxito de la cumbia villera, por ejemplo, duró poco porque rápidamente los sectores más acomodados lo capturaron y no era nada difícil ir a una fiesta en el Alvear Palace y encontrarse con grupos de cumbia villera como una especie de espectáculo desafiante de las reglas.
–¿El avance de la ideología de ultraderecha habla también de la ausencia de otra ideología que pueda ser alternativa?
–No, el avance del feminismo, con el reconocimiento de los derechos de las mujeres, la igualdad entre hombres y mujeres, la legalización del aborto y la aceptación de la homosexualidad y de las personalidades trans ha sido fundamental e importantísimo y persiste. Algunos logros feministas se incorporaron al imaginario, pero otros están en una situación de riesgo, de retroceso.