Informe especial | SALUD

Los nuevos brotes

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María Carolina Stegman

Una epidemia de dengue más crítica que la anterior se avizora como un escenario posible. Campañas de prevención deficientes y criterios de vacunación poco claros pueden complicar aún más el panorama.

Descacharrar. Para combatir el vector es fundamental que el peridomicilio esté libre de criaderos.

Foto: Getty Images

Recientemente, el ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, hizo una advertencia sobre lo que en su opinión representa una falta de acción y coordinación por parte de las autoridades sanitarias nacionales para combatir la infección viral transmitida por el Aedes aegypti y aseguró que «la próxima epidemia de dengue será desquiciante para la gente», ya que, en virtud de los diversos criterios para la vacunación presentes en cada provincia, «la gente no va a saber qué hacer».

En una charla con Acción, diversos especialistas hablaron sobre la necesidad de implementar medidas territoriales para combatir el vector, al rol que juega actualmente el Estado en materia de prevención y criticaron la ausencia de campañas comunicacionales para informar a la población.

De acuerdo con los datos oficiales, en términos acumulados desde comienzos del año se registraron 564.144 casos de dengue (incluyendo confirmados por laboratorio y considerados casos de dengue por nexo epidemiológico). La incidencia acumulada, hasta ahora, es de 1.199 casos por cada 100.000 habitantes. Si bien no se puede hacer futurología, los expertos auguran que el escenario puede ser muy complejo en la próxima temporada, que va de noviembre a diciembre, meses en los que recobra fuerza el contagio.

«El año pasado pensábamos que habíamos tenido la epidemia más importante, ahora resulta que la de este año la triplicó. No tenemos la bola de cristal, lo que sí sabemos es que hay que tener preparado el sistema de salud por si se presenta eventualmente una epidemia igual o peor», le aseguró a Acción Tomás Orduna, médico infectólogo tropicalista y consultor honorario del Hospital Francisco Javier Muñiz.

Según Orduna, hay que considerar que por el registro de esos 550.000 casos hay por lo menos 3 o 4 veces más la misma cifra; son personas enfermas que o bien no fueron a la consulta o no se les diagnosticó la patología, o incluso diagnosticadas mediante el cuadro clínico no tuvieron registro. 

Actualmente, los segmentos etarios que reciben la vacuna tetravalente contra el dengue son dispares en las ocho provincias que iniciaron la inmunización. Para Orduna, esto ocurre porque cada provincia está comprando su insumo que no está proveyendo, hasta el momento, el Estado Nacional; por eso cada una, con sus equipos de gestión ministerial, decide. Es la primera vez que existe en vacunación una diversidad tan importante de objetivos o posicionamientos frente al uso de una vacuna. Lo que estaría faltando, asegura, es que Nación tome las riendas para evitar la confusión poblacional en relación con los diferentes programas de vacunación por provincia.

Según reza el Plan de Preparación y Respuesta Integral a Epidemias de Dengue 2024-2025 dispuesto por la cartera sanitaria nacional, «en diálogo con las provincias, y a partir de la transferencia de recursos por cumplimiento de metas, se incluirá una estrategia de inmunización focalizada en zonas de alta circulación histórica. La población objetivo serán las personas de 15 a 39 años de departamentos priorizados según carga histórica de enfermedad, densidad poblacional y otros indicadores socio-sanitarios».

Ineficacia. La fumigación es cuestionada porque puede ser perjudicial para el ecosistema y para los individuos.

Foto: Getty Images


Falta de Estado
Carlos Ferreyra es médico epidemiólogo, presidente de la Alianza Clima, Vida y Salud de España, fue consultor de la OMS y actualmente estudia el impacto del calor extremo en Córdoba, además es coautor de la Ley 9.666 de prevención del dengue en esa provincia. Según él, hay una relación directa entre las altísimas temperaturas y el vector, y ni la ciencia ni la política están poniendo la atención allí.

«No solo es cambiar el modelo energético –dice–, sino que precisamos adaptarnos y hoy en Argentina no hay políticas de adaptación, le pagamos a miles de investigadores en los últimos 20 años para estudiar el tema y hoy no hay ni un peso en el Presupuesto General de la Nación para enfrentar el dengue en estos términos», aseguró en diálogo con Acción.

En el caso de esta enfermedad, la adaptación implicaría desarrollar sistemas de enfriamiento en las ciudades que permitan la limitación del avance de las poblaciones de mosquitos Aedes aegypti, además de políticas dedicadas al control del vector, esto es, mecanismos de estudio y análisis para detectar dónde está la reproducción del mismo. «Con un marco de política pública la adaptación tendría que estar claramente identificando los lugares donde a partir de septiembre en Argentina se van a reproducir los brotes de dengue, porque cada año, desde hace una década, casi siempre son los mismos, y, sin embargo, los estudios no están. Como consecuencia de esto, las poblaciones barriales no conocen los lugares donde se encuentran los grandes criaderos de mosquitos. Hay un nivel de desinformación terrible», sostuvo el epidemiólogo. 

Si bien la vacuna ya demostró que luego de la aplicación de dos dosis hay una reducción del 84% de las internaciones por dengue y una disminución del 61% en los registros de dengue sintomático, para los expertos no alcanza para combatirlo. «Esto es importante sobre todo si se hace una vacunación orientada a proteger a los grupos de riesgo, que tengan factores que contribuyan a una infección más severa, comorbilidades, pero es fundamental la educación, el trabajo territorial. Lamentablemente, hoy las campañas de prevención no existen y es importante para la población», expresó Lucía Cavallaro, profesora titular de la Cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y Miembro integrante de la Comisión directiva de la Sociedad Argentina de Virología.

En este sentido, la viróloga recordó que si una persona presenta los síntomas de la infección –cefalea intensa, fiebre, dolor retroocular-, pero no tiene problemas para hidratarse u otros malestares, tiene que permanecer aislada en su casa. En aquellos individuos que son infectados por el virus y cursan con un cuadro clínico, cuando la temperatura desaparece, en esas 48-72 horas posteriores se debe estar alerta, porque es cuando se puede complicar. «Es importante que el paciente pueda estar cerca del sistema de salud en ese período y que pueda controlar si ese descenso es significativo o no, sobre todo si hay factores de riesgo asociados u otras comorbilidades que hacen que la enfermedad se complique. Las personas tienen que tener en claro esto y la realidad es que hoy no toda la gente está informada», aseveró Cavallaro.


Ciencia ficción
El temor de una epidemia de dengue inmanejable existe, pero comunicacionalmente pasa casi desapercibido. El problema es que en el intento por compensar la falta de un trabajo minucioso en territorio se recurre a herramientas no solo más costosas, sino cuya eficacia y seguridad no están comprobadas.

Según Ferreyra: «En mis 40 años de sanitarista nunca vi la inexistencia de una política de contención de enfermedades transmitidas por vectores en Argentina. Tener un Gobierno que dice que no va a implementar una política pública ante el dengue a nivel nacional porque no cree en el cambio climático es gravísimo. La respuesta a qué va a pasar con la epidemia de dengue es que van a crecer los casos y van a ser graves. Lo único que surgió como elemento nuevo es la vacuna, también van apareciendo otras tecnologías, como infectar a un mosquito macho con la bacteria Wolbachia en laboratorio para que copule con la hembra salvaje y tenga una descendencia no transmisora del virus. Es un mecanismo de ciencia ficción absolutamente costosísimo y que no ha sido validado en la realidad», advirtió el profesional.

Las fumigaciones también son cuestionadas por la posibilidad de ser perjudiciales para el ecosistema y para los individuos. Por esto, los especialistas no dejan de subrayar la importancia del trabajo territorial. «Hoy es posible, aunque el Estado esté ausente, que las fuerzas comunitarias se puedan organizar y en tres semanas detectar los grandes criaderos de mosquitos en nuestros barrios, actuar sobre ellos, algo que tendría un gran impacto en la reducción de daños y pérdidas», indicó el epidemiólogo.

Para Orduna, lo más eficaz para combatir el fenómeno vectorial es tener mosquiteros en puertas y ventanas y que el peridomicilio esté libre de criaderos. «La pobreza –dice– es un condicionante de primer orden para que haya tanto dengue, no es casual que América Latina esté sufriendo esta oleada, hay muchos mosquitos porque hay una urbanización desordenada, con barriadas vulnerables, donde no hay recolección adecuada de residuos domiciliarios ni agua potable. Creo que cada uno de nosotros tiene su granito de responsabilidad en combatir el mosquito, luego están los Estados municipales, nacionales, para dirigir campañas, pero hoy pareciera que no existe, que no va a haber problema, que ya pasó», concluyó.

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