5 de octubre de 2022
Por primera vez desde el retorno de la democracia en Brasil un presidente que busca su reelección quedó relegado al segundo lugar en la primera vuelta. Si bien la alta votación de Jair Bolsonaro fue muy importante (43,2%,) quedó por detrás de Lula (48,4%), que estuvo a décimas de conseguir la victoria evitando el balotaje, que será el 30 de octubre.
La excelente votación de Lula después de haber sido perseguido, encarcelado y proscripto en 2018 demuestra la vigencia de este antiguo obrero metalúrgico que construyó un poderoso partido y se convirtió en la figura política más relevante del Brasil de los últimos 50 años.
Por el contrario, el crecimiento de Jair Bolsonaro fue meteórico e inesperado. Después de una oscura y marginal presencia en la Cámara de diputados durante más de veinte años logró acceder a la presidencia. Desde allí comenzó a construir un movimiento de masas conservador y de extrema derecha al mejor estilo fascista que hoy tiene una sólida base de apoyo cercana a un tercio de la población. El derrocamiento de Dilma Rousseff en 2016 fue clave para su ascenso. Los grandes medios de comunicación junto al establishment político, económico y judicial se aliaron para destruir al Partido de los Trabajadores (PT) convencidos de que sería reemplazado por alguna figura de la derecha tradicional. Sin embargo, engendraron un monstruo que se les fue de la mano y con agenda propia, porque Bolsonaro supo capitalizar el desprestigio de la clase política. Por otra parte, al igual que Donald Trump y otros personajes de extrema derecha, se presentó –y aún se presenta– como una figura antisistema.
Lula estuvo muy cerca de ganar en primera vuelta y consiguió una diferencia a favor de seis millones de votos difícil de remontar para Bolsonaro, aunque controle los recursos del Estado y agite nuevamente el fantasma del comunismo.