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En el horizonte de los BRICS

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Beto Cremonte

El continente ha emergido como un actor clave en la arena internacional y su relación con este bloque se ha convertido en un punto de interés estratégico. Beneficios y desafíos de pertenecer.

Impacto. Egipto, Sudáfrica y Etiopía, nuevos integrantes. Su inclusión refuerza el peso de África en la estructura global.

Foto: Getty Images

La reciente incorporación de Egipto y Etiopía a los BRICS, junto con Sudáfrica, ha modificado el equilibrio del bloque y ha reavivado el debate sobre el impacto real de esta alianza en los países africanos. Aunque la inclusión de estas naciones refuerza el peso de África en la estructura multipolar global, persisten interrogantes sobre los beneficios concretos y los desafíos que implica su participación en el grupo.

Desde una perspectiva histórica, la relación entre África y las potencias emergentes de los BRICS ha sido ambivalente. Si bien China e India han impulsado acuerdos comerciales favorables para la región, también se ha evidenciado una fuerte dependencia en la exportación de materias primas. Rusia, por su parte, ha fortalecido su presencia en el continente mediante acuerdos energéticos y cooperación militar, mientras que Brasil mantiene lazos sólidos con África en términos de agricultura y desarrollo sostenible.


Infraestructura y desarrollo
Uno de los mayores atractivos de los BRICS para los países africanos es la posibilidad de financiamiento alternativo. A través del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), Egipto, Etiopía y Sudáfrica pueden acceder a recursos sin las condiciones restrictivas impuestas por el FMI y el Banco Mundial, lo que les permite ejecutar proyectos de infraestructura y desarrollo con mayor autonomía. Desde su fundación, el NDB ha aprobado más de 30.000 millones de dólares en proyectos en diversas economías emergentes, y se espera que esta cifra aumente con la expansión del bloque.

Los BRICS representan aproximadamente el 25% del PIB mundial, con un producto interior bruto total de 25,9 billones de dólares. Esta capacidad económica les otorga una influencia significativa en el sistema financiero global y permite a los países miembros diversificar sus fuentes de financiamiento.

Sin embargo, el acceso a estos fondos plantea interrogantes: ¿se utilizarán para fortalecer la diversificación económica de África, impulsando industrias locales y reduciendo la dependencia de exportaciones primarias, o se traducirán en una mayor dependencia de inversiones extranjeras en sectores estratégicos? Un caso ilustrativo es Sudáfrica, que ha utilizado parte del financiamiento del NDB para proyectos de energía renovable y modernización de infraestructuras. 

En términos de comercio, la adhesión al bloque podría ampliar los mercados para los productos africanos, especialmente en el ámbito agrícola e industrial. No obstante, la realidad actual muestra que la balanza comercial sigue siendo desigual, con África exportando mayormente materias primas e importando productos manufacturados. Este modelo extractivo ha sido históricamente perjudicial para el desarrollo local y plantea la necesidad de replantear la estrategia de integración al bloque.


Geopolítica
Más allá de lo económico, la presencia africana en los BRICS también tiene un fuerte componente geopolítico. Con la creciente polarización global y la rivalidad entre Occidente y el bloque liderado por China y Rusia, los países africanos pueden utilizar su participación en el organismo como una estrategia para diversificar sus alianzas internacionales y reducir la dependencia de instituciones financieras occidentales.

Sudáfrica, con una economía más desarrollada dentro del continente, ha buscado posicionarse como el puente entre África y el resto del bloque, manteniendo un equilibrio entre su participación en los BRICS y sus lazos históricos con Occidente. 

Egipto y Etiopía, por su parte, tienen intereses estratégicos específicos en su integración al bloque. Egipto, que ya es un actor clave en el comercio global a través del Canal de Suez, busca consolidar su rol en la infraestructura logística internacional y atraer más inversiones en sectores como la energía y el desarrollo urbano. Etiopía, con una de las economías de más rápido crecimiento en África, ve una oportunidad para diversificar sus fuentes de financiamiento y reducir su dependencia de préstamos occidentales.

No obstante, la participación de estos países también está influida por dinámicas internas y disputas bilaterales, como el conflicto por la Gran Presa del Renacimiento, que enfrenta a Egipto y Etiopía en una tensa negociación sobre el uso del agua del Nilo.

Otro aspecto clave es el rol de China y Rusia en el bloque y su creciente influencia en África. China, a través de su Iniciativa de la Franja y la Nueva Ruta de la Seda, ha invertido fuertemente en infraestructura africana, aumentando su presencia económica y política en el continente. El volumen comercial entre China y África supera los 254.000 millones de dólares, con inversiones en puertos, carreteras y telecomunicaciones. Sin embargo, para algunos analistas occidentales, estas inversiones generan dependencia económica con el gigante asiático.

Lazos. El presidente de Rusia y el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, país que recientemente se incorporó al bloque.

Foto: Anatoly Medved / Agencia de fotografía anfitriona brics-russia2024.ru


Acuerdos
Rusia, por otro lado, ha reforzado sus lazos con África en términos de cooperación militar y acuerdos energéticos. En los últimos años, Moscú ha firmado más de 20 acuerdos de cooperación militar con países africanos y ha intensificado su exportación de armas y tecnología de defensa a la región. Además, su participación en proyectos mineros y energéticos ha crecido considerablemente, especialmente en la explotación de uranio, gas y petróleo en países como Sudán y Mozambique.

Si bien estas alianzas ofrecen a África una alternativa a las tradicionales influencias occidentales, también generan interrogantes sobre la capacidad de los países africanos para mantener su autonomía y evitar una nueva forma de dependencia. 

La expansión de los BRICS con la inclusión de tres países africanos refleja un cambio en la estructura del poder global, otorgando a África una mayor visibilidad en el escenario internacional. Sin embargo, la clave para que esta alianza sea realmente beneficiosa se basa en la competencia de estos países para negociar acuerdos equitativos y fomentar un desarrollo sostenible basado en la diversificación económica. De lo contrario, el riesgo de una nueva forma de dependencia sigue latente.

En este sentido, los BRICS representan tanto una oportunidad como un desafío para África. La pregunta fundamental es si el bloque servirá como una plataforma para la autodeterminación económica del continente o si simplemente reforzará patrones históricos de dependencia. Solo el tiempo y las decisiones estratégicas de los líderes africanos podrán determinar el verdadero impacto de esta participación.

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