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Guerra comercial, segunda temporada

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Néstor Restivo

Como en su primer mandato, Trump subió los aranceles a las importaciones desde el país asiático y obtuvo una inmediata respuesta del Gobierno de Xi Jinping. Carrera tecnológica, la otra batalla.

Escalada. Contenedores llenos con productos chinos en el puerto de Oakland, California.

Foto: Getty Images

Comenzó la segunda temporada de «Guerra Comercial», la exitosa serie producida por el estudio hollywoodense «Donald Trump». Podría ser una típica propaganda de un canal de televisión o plataforma de streaming, pero hablamos de la decisión del Gobierno de Estados Unidos de subir los aranceles a las importaciones de bienes y servicios desde China tal como había hecho el presidente norteamericano en su primera administración (2017-2021).

Esta vez, un 10% adicional de impuestos que se suma a lo que, en promedio, ya rondaba el 10,3% que se pagaba hasta fines de 2024. Según la unidad de informaciones estadísticas del grupo británico de medios The Economist, cuando Trump gobernó EE.UU. en su primer turno había subido los aranceles de una media de 3% a su triplicación actual, que Biden no corrigió mucho y acaba de anunciarse que subirá otro 10% a partir del 10 de febrero. Así, ahora comenzó otra escalada cuyo final nadie se anima a predecir, pero que sí todos entienden que motivará un encuentro entre ambas partes. Washington y Beijing trabajan en esa negociación antes de que siga escalando. Claro que nadie se quiere mostrar débil pidiendo abiertamente una reunión. Pero los canales diplomáticos empezaron a moverse.

Por lo pronto, China ya dio su primera respuesta, que vino por cuadruplicado: una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio por violación de normas vigentes y unilateralismo por parte de EE.UU. (el país más denunciado en los paneles de controversia de la OMC, y también el mayor denunciador); un incremento de 10% a 15% de sus propios aranceles a las exportaciones estadounidenses a su territorio una vez que EE.UU. ejecute lo anunciado (10% al petróleo, maquinaria agrícola y autos y camionetas, y 15% a carbón y gas licuado); una investigación antimonopolio a la gigante tecnológica norteamericana Google y a otros grupos estadounidenses; y controles a las exportaciones chinas relacionadas con tungsteno, telurio, bismuto, molibdeno, germanio, antimonio e indio, materiales críticos que EE.UU. necesita para su desarrollo tecnológico y que China posee.

«Las guerras comerciales y arancelarias no dejan ganadores. Presionar a China o amenazarla no conducirá a ninguna parte», declaró al hacer estos anuncios Lin Jian, el portavoz de la Cancillería china. Además, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno de Xi Jinping instó a Washington a «corregir sus errores» y abordar «las preocupaciones de cada uno mediante consultas en pie de igualdad y promover el desarrollo estable, sólido y sostenible» de las relaciones bilaterales.


Idas y vueltas
Una de las razones que argumenta la Casa Blanca para las sanciones es el déficit comercial que constantemente EE.UU. tiene con China: luego de la pandemia y pese a las medidas anteriores de Trump, aún se mantiene entre 300.000 y 400.000 millones de dólares cada año. Otra es que, según el mandatario y magnate neoyorquino, China facilita la venta a EE.UU. vía México, por ejemplo, de insumos necesarios para producir el fentanilo, la droga que hace estragos en la adicta población estadounidense. China, desde ya, ha negado esa acusación y propuso colaborar en las investigaciones. México adoptó la misma postura, con un encendido discurso de su presidenta Claudia Sheinbaum. Por cierto, México y Canadá también sufrieron la iracundia de Trump, quien les subió los aranceles a sus exportaciones a EE.UU. al 25%, pero luego los suspendió por un mes en medio de negociaciones. Lo asombroso en ese anuncio hoy bajo revisión (acaso fue solo un golpe en la mesa para negociar otros temas) es que se produce con los dos socios comerciales más importantes de EE.UU. y con quienes comparte el tratado de «libre» comercio de Norteamérica, el exNafta, que en la primera presidencia de Trump se renegoció y rebautizó TMEC. Es como si Argentina sin decir agua va aplicara aranceles sorpresivos y unilaterales a Brasil, Uruguay o Paraguay.

Volviendo a China, además de la guerra arancelaria en sí, son interesantes los casos de Google y de materiales críticos.

Viejos conocidos. Los mandatarios Trump y Xi Jinping en un encuentro durante la primera administración del republicano.

Foto: Getty Images

Respecto del buscador de internet, la relación entre la compañía y China ha sido siempre muy compleja. China tiene sus propios buscadores (en particular, Baidu), con gran suceso desde hace al menos 15 años. Hasta 2009, google.cn era el buscador más utilizado con más de un tercio del total, según la agencia estadounidense de noticias Associated Press. Luego, las normas de control y censura que puso el Gobierno chino hizo que el grupo migrara a sus usuarios a su sitio radicado en Hong Kong y perdió popularidad (de hecho, todas las redes occidentales son muy poco usadas en China, que ha desarrollado similares y mejores aplicaciones, por ejemplo WeChat versus WhatsApp). Aun así, Google puede operar en China no tanto en búsqueda de internet, excepto para los occidentales que viven allí y prefieren usarla con VPN u otros mecanismos de acceso, sino para ventas y publicidad. Ahora será investigada si ejerce monopolio y de momento no se conocen respuestas de la empresa. Otras compañías norteamericanas que Beijing se puso a investigar son PVH Group, dueña de Tommy Hilfiger y Calvin Klein, y la biotecnológica Illumina.

En cuanto a los materiales críticos, EE.UU. los importa de varios países. Pero China es fundamental. Por ejemplo, el Servicio Geológico de EE.UU. ha establecido que el gigante asiático suministra 54% del germanio utilizado por EE.UU. en tecnología de infrarrojos y fibra óptica. China es poseedor de un tercio de las reservas mundiales de las llamadas «tierras raras», utilizadas básicamente para  industrias de armamentos y de semiconductores o chips. Con un mayor control, la intención china es condicionar esa cadena de insumos y dar respuesta a la guerra tecnológica planteada, una carrera donde se libra quién llega primero a mejores resultados en Inteligencia Artificial, telecomunicaciones, robótica o computación cuántica, y cuyos últimos capítulos, como fue el caso de DeepSeek, pareció ubicar a China con mejores perspectivas.

La segunda temporada de la serie recién va por sus primeros episodios y promete muchos más.

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