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Hungría y su hombre de hierro

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Tomás Forster

El primer ministro Viktor Orbán apuesta a convertirse en líder de la «Internacional reaccionaria» y despliega una agenda que irrita a la Unión Europea. Su modelo «iliberal».

Fortalezas. Llegada del mandatario a la Cumbre de la Comunidad Política Europea, celebrada en Woodstock, Inglaterra, en julio.

Foto: Getty Images

El 1 de julio pasado, Hungría asumió la presidencia rotativa y semestral del Consejo de la Unión Europea (UE). La presidencia recayó en esta oportunidad en Viktor Orbán, el primer ministro magiar, uno de los críticos más acérrimos de Bruselas y probablemente el político europeo más afín a Donald Trump en un contexto en el que están en juego cuestiones tan importantes como la avanzada de las extremas derechas a uno y otro lado del Atlántico, el rol de la UE en la guerra de Ucrania y el desenlace electoral de Estados Unidos. 

En sus primeras semanas al frente de dicha presidencia pro tempore y en el marco de lo que denominó como su «misión de paz 3.0», Orbán visitó primeramente al presidente ucraniano Volodímir Zelenski para ofrecer su mediación en la búsqueda de un alto al fuego con Rusia, lo que fue descartado por el propio Zelenski. Acto seguido, Orbán se entrevistó con Vladímir Putin en el Kremlin. Este encuentro fue el que suscitó los mayores enconos de las autoridades de la UE: Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, afirmó que «el primer ministro húngaro Viktor Orbán está visitando Moscú. El apaciguamiento no detendrá a Putin», mientras que Joseph Borrell, jefe de la diplomacia europea, señaló que Orbán «no representa a la UE de ninguna manera». 

Sin embargo, el premier húngaro redobló la apuesta. Después de reunirse con el presidente ruso, voló a Beijing para encontrarse con Xi Jinping. Según anunció el propio Orbán, el motivo del viaje se debió a que «China es una potencia clave para crear las condiciones para la paz en Ucrania», en tanto que la cancillería china manifestó que la reunión tuvo como objetivo «una comunicación profunda» sobre temas de «preocupación mutua». Cabe recordar que, en reiteradas ocasiones, Beijing condenó las sanciones económicas de la UE a Moscú y se mostró en desacuerdo con el avance de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este. 

Budapest. Encuentro con Xi Jiping, presidente chino, en mayo.

Foto: NA

Parecidos pero diferentes
Siguiendo con su gira «pacifista», Orbán visitó a Donald Trump en su residencia de Mar-a-Lago. Finalizado el encuentro, el jefe de Estado húngaro manifestó: «Discutimos formas de hacer la paz», y agregó que «la buena noticia» es que «¡él (Trump) lo va a solucionar!», dando por hecho un eventual regreso del magnate inmobiliario al Salón Oval. Anteriormente, el premier húngaro había asumido la presidencia rotatoria de la UE bajo el lema Make Europe Great Again o «Hagamos a Europa grande de nuevo» en un obvio guiño al Make America Great Again (MAGA, por sus siglas en inglés), el slogan del tycoon neoyorquino.

Los líderes que componen la «Internacional reaccionaria», retomando la categoría propuesta por el profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella y analista político, Juan Gabriel Tokatlian, presentan coincidencias en determinados tópicos como la prédica antiderechos, las diatribas contra el feminismo y las minorías y diversidades sexuales, las políticas antimigratorias, el racismo y/o la islamofobia. Pero así como se diferencian, en algunos casos, en sus programas económicos o en el enfoque sobre el Estado, tampoco parecen actuar con la misma uniformidad a la hora de posicionarse en torno al conflicto ruso-ucraniano. En ese marco, llevan estas diferencias al seno de la UE de modo que en un segmento de la misma, hasta ahora predominante, es clara la incidencia de los llamados «atlantistas», entre los que resalta la ultraderechista Giorgia Meloni que se ubica, en este punto, junto a un socialdemócrata como Olaf Scholz o un neoliberal mainstream como Emmanuel Macron, componiendo una tríada europeísta que eligió subordinarse a Washington en la búsqueda hasta ahora infructuosa de aislar a Moscú. 

Del otro lado, aparecen líderes señalados como rusofilos o filoputinistas, que buscan antagonizar con Bruselas, aunque sin llegar a romper, mientras presionan por una reconfiguración regional en clave nacional-conservadora y esperan que su posición se fortalezca con un cambio de mando en la Casa Blanca. En tal sentido, Orbán emerge como el posible líder de este segundo grupo continental que recientemente se reconfiguró bajo la forma de una nueva alianza en el Parlamento europeo denominada «Patriotas por Europa» en el que además del Fidesz húngaro, están Agrupación Nacional, de Le Pen (Francia) y la Liga, de Salvini (Italia), y al que también se sumaron sorpresivamente, y entre otros, los ibéricos Vox y Chega! (Portugal) que venían manteniendo posturas atlantistas.

Diferencias. Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, con su par húngaro en una reunión de trabajo de la cumbre de la OTAN, en julio de este año.

Foto: Getty Images

Trascender fronteras
Viktor Orbán digita la política de Hungría desde hace casi 15 años, con su partido Fidesz, y es actualmente el gobernante que lleva más tiempo en el poder de toda la UE. Su régimen «iliberal», tal como el mismo Orbán lo denominó en un discurso de 2014, puede ser considerado, en los términos del historiador italiano Steven Forti, «un modelo a seguir» para el conjunto de las extremas derechas contemporáneas, dada su perdurabilidad y la profundidad de sus reformas. 

Apuntalado por la mayoría absoluta que obtuvo en las elecciones de 2010, Orbán arremetió desde un primer momento con su programa regresivo. Sancionó una reforma constitucional con la que dio marcha atrás con libertades individuales como el derecho al aborto, barrió con la independencia del poder judicial, realizó reformas políticas que garantizaron el dominio de Fidesz y avanzó con fuertes restricciones a la libertad de prensa. A estos «hitos» fundacionales del orbanismo, se agregaron en los años siguientes la construcción de un muro en la frontera con Serbia durante la crisis migratoria de 2015/2016, los ataques al movimiento LGBT+, y un creciente control sobre las universidades públicas. El modelo de Fidesz que, no debe soslayarse, se consolidó en parte por sus sucesivos triunfos electorales, fue definido por el historiador Stefano Bottoni, en una entrevista realizada por Forti en la publicación ctxt (Contexto y Acción), como «una forma extrema y desfigurada de democracia constitucional» y «un régimen autoritario basado en el capitalismo clientelar y el control social».

Dominante en la política interna, Orbán busca, desde hace rato, trascender los estrechos límites geográficos de Hungría y convertirse en el líder continental de la ultraderecha europea. Ese objetivo recobró nuevo impulso a partir de la victoria obtenida por Fidesz en las últimas elecciones europeas, la creación del grupo parlamentario «Patriotas por Europa» y la designación de Hungría en la presidencia rotativa de la UE. El tiempo dirá cuales son los efectos y alcances de esta nueva incursión del premier magiar en la arena internacional. 

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