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La peligrosa escalada de Trump

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Telma Luzzani

Con el argumento de combatir el narcotráfico, el Gobierno de Trump asedia política y militarmente a Venezuela. Claves geopolíticas de la agresión. La injerencia explícita, un mensaje para América Latina.

Despliegue. Operativo conjunto de las fuerzas militares estadounidenses en el mar Caribe, en noviembre.

Foto: Getty Images

Ni lawfare, ni revolución de colores, ni extorsiones económicas, Estados Unidos ha agregado a sus técnicas de dominación en América Latina una nueva herramienta: la injerencia explícita.

Nuestro país funcionó como laboratorio. Días antes de las elecciones legislativas del pasado 27 de octubre, el presidente Donald Trump, en forma descarada, se metió en nuestros asuntos internos y advirtió a los argentinos: «Si pierde Milei no seremos generosos con Argentina». El chantaje funcionó: un pueblo lastimado por sucesivas crisis económicas –un pueblo que anhela un poco de estabilidad–, decidió no ponerse a la Casa Blanca en contra y eligió legisladores oficialistas.

Semanas después, Trump repitió la experiencia con Honduras. Dos días antes de las elecciones presidenciales, el mandatario estadounidense amedrentó al electorado: «Si Tito Asfura gana lo apoyaremos firmemente. Si no gana, Estados Unidos no malgastará su dinero». Al cierre de esta nota, el candidato pro-Trump peleaba cabeza a cabeza con otro aspirante de la derecha, Salvador Nasralla. El oficialismo progresista quedó en tercer lugar. ¿Buscará el trumpismo extorsionar con dinero al pueblo chileno para que vote a su candidato en el balotaje presidencial del 14 de diciembre?

En cuanto a la nueva táctica de la injerencia explícita, la aplicación más descarada e ilegal se está ejerciendo contra Venezuela. Empezó de manera repentina, aunque no sorpresiva. La intromisión violenta de EE.UU. en nuestro continente no es nueva. Solo por citar un ejemplo, además de robarle la mitad del territorio a México, en el siglo XIX, entre 1869 y 1897, la Casa Blanca realizó 5.980 ataques con naves de guerra contra América Latina, un promedio de 214 al año. El objetivo: proteger sus intereses comerciales frente a Europa como ahora necesita protegerlos frente a China. El dato mencionado es oficial: el historiador William Appleman Williams lo extrajo de los archivos del Pentágono y lo publicó en 1980 en su libro Imperio como modo de vida.

Provocación extrema
En el caso venezolano, la injerencia ilegal del trumpismo no solo amenaza con una invasión militar, sino que llegó al punto de dictar el cierre del espacio aéreo exclusivo de Venezuela. La provocación es extrema: Trump sabe que los acuerdos internacionales para ese tipo de tráfico especifican que ningún país puede controlar el espacio aéreo de otro. Cada nación, a través de su autoridad aeronáutica, decide soberanamente cuándo cerrarlo o no por cuestiones de seguridad nacional.

Las embestidas contra Venezuela se aceleraron a partir de julio, luego de acusar al presidente Nicolás Maduro de liderar un grupo narcoterrorista que exporta supuestamente droga a EE.UU. En agosto, la Casa Blanca ofreció 50 millones de dólares por la cabeza del mandatario venezolano y ordenó desplegar una fuerza naval desproporcionada en el Mar Caribe.

El 2 de septiembre se registró el primer ataque ilegal contra una lancha en la que supuestamente viajaban narcotraficantes. Murieron 11 personas. Con absoluta lógica, medios de comunicación estadounidenses como Democracy Now se preguntaban qué sentido tenía llevar tanta gente en una embarcación que supuestamente llevaba cocaína cuando hubiera sido mucho más productivo para los delincuentes ocupar ese espacio con paquetes de droga.

Washington. Trump flanqueado por el secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, en la reunión de Gabinete.

Foto: Getty Images

Hoy se sabe que se trató lisa y llanamente de un crimen de guerra. Existen, por lo menos, dos delitos: 1) se atacó con un misil a personas que supuestamente traficaban estupefacientes. No había pruebas y, aunque las hubiera habido, los supuestos criminales merecían un juicio justo; 2) dos personas de la embarcación atacada sobrevivieron al primer misil del Pentágono por lo que luego fueron ejecutadas extrajudicialmente por instrucción del secretario de Guerra, Pete Hegseth.

Según The Washington Post, citando fuentes oficiales, el almirante Frank Bradley, que lidera el Comando de Operaciones Especiales, ordenó una segunda embestida para «matar a todos».

El siguiente ataque del Pentágono contra supuestos narcotraficantes enviados por Maduro se realizó el 15 de septiembre. Hoy se sabe que era una lancha con pescadores colombianos. La familia de Alejandro Carranza, quien había partido a buscar pesca desde Santa Marta, ha hecho una denuncia formal ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Hasta ahora hay por lo menos 83 personas asesinadas por EE.UU. en el Caribe. Según las encuestas más del 70% de los norteamericanos se oponen a una nueva aventura bélica de su país en cualquier lugar del mundo, especialmente en Venezuela. Según Globovisión, hubo manifestaciones en Filadelfia y en Washington, para exigir al Congreso que detenga la guerra en el Caribe antes de que comience.


La pregunta por los propósitos
¿Qué busca Donald Trump con esta escalada verbal y operacional que pone al borde del conflicto bélico no solo al Caribe sino a toda América Latina?

¿Por qué alega luchar contra el narcotráfico y simultáneamente indulta al expresidente hondureño, Juan Orlando Hernández, extraditado a EE.UU., juzgado y hallado culpable por la Justicia de ese país, con múltiples pruebas de que traficaba droga?

No es azaroso. Internacionalmente, para Trump, es un mal momento. Los Brics+ avanzan; el crecimiento potencial de China no cesa; las guerras que ha prometido terminar, escalan; y las medidas adoptadas (sanciones, aranceles), a lo largo de sus diez meses de gobierno, han demostrado ser ineficaces.

A nivel interno, la crisis crece al punto de que el concepto de «guerra civil» no solo se lee en los medios de comunicación, sino que ya se escucha entre la gente. Alinear a Venezuela, como intentaron todos los Gobiernos norteamericanos desde el triunfo de Hugo Chávez en 1999 podría ser un triunfo, pero también un bumerang.

¿Cuál es el propósito de Trump? ¿Busca romper el ya frágil equilibrio internacional para salvar la decadencia del imperio? La metodología de la injerencia explícita ejercida en el Caribe es una ruptura violenta de las reglas mínimas de convivencia global. Esta provocación conlleva un mensaje para China y Rusia, países a los que pone en una encrucijada: si EE.UU. invade Venezuela o mata con misiles quirúrgicos a Maduro, ¿van a intervenir o no?

Por ahora, China rechazó la injerencia de Pentágono y denunció la violación de la carta de la ONU. Moscú reforzó su alianza con Caracas y criticó la desestabilización del Caribe; pero, ¿será posible saldar las diferencias de forma consensuada como pretenden estos dos países?

Para América Latina, también hay mensajes. Por un lado, está claro que el Gobierno trumpista busca instalar la percepción de que la soberanía de los países latinoamericanos es relativa y que es la Casa Blanca la que decide quién puede ejercerla y quién no. Por otro, con Honduras, Trump ha logrado ampliar su supremacía en Centroamérica y con Argentina, aumentar la presión sobre Brasil e indirectamente sobre los Brics.

Todo el continente debe estar alerta y luchar por mantener la región como zona de paz. No se debe caer en la trampa del «castigo ejemplar» y que un ataque a Venezuela nos paralice o intimide. A la consigna trumpista de «obediencia o muerte» debe oponerse la de «unidad, soberanía y paz».

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