Mundo | GARCÍA LINERA EN EL CCC FLOREAL GORINI

La política y los tiempos difíciles

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Diego Pietrafesa

«El progresismo está en huelga de ideas», dijo el intelectual boliviano ante un auditorio colmado. El avance de la ultraderecha y el llamado a la acción para construir una alternativa en la región.

Panel. Junio, García Linera y Micaela Cuesta, directora del Programa Lectura Mundi de la UNSAM.

Foto: Jorge Aloy

Fue una clase abierta y magistral, pero que no empezó cuando el maestro abrió el libro sino cuando lo cerró. Álvaro García Linera, exvicepresidente de Bolivia, dialogó sobre «¿Qué es el Estado? Lo ideal y lo material de la política», en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, coorganizador de la actividad junto al Programa Lectura Mundi de la Universidad Nacional de San Martín, cuya directora, Micaela Cuesta, integró el panel, junto con Juan Carlos Junio, director del CCC, que enmarcó el evento en la más estricta coyuntura: «Vivimos tiempos difíciles, donde aparecen cada vez más rasgos de esta ultraderecha coercitiva, represiva; por eso celebramos abrazarnos con la idea de abrirnos a cuestiones culturales teóricas, siempre con el afán de que lo teórico y lo cultural se transforme en un nutriente para la lucha social y política».

Fue, precisamente, una lección teórica de casi una hora la que brindó el disertante, leyendo un texto que un auditorio colmado escuchó atentamente. Tras su exposición sobre el momento actual que vive la región, sostuvo con énfasis «que el progresismo latinoamericano sacó a 70 millones de latinoamericanos de la extrema pobreza». Y explicó por qué en ese dato estaba la misma debilidad de esa transformación. Detalló que «todo ciclo de reformas tiene un momento de preparación, de implementación, de consolidación y luego, a medida que es exitoso, comienza a entrar en declive porque ya no es suficiente, no basta».

Qué hacer
Entre el público alguien soltó la pregunta que acaso muchos venían conteniendo desde el inicio de la charla: «¿Y entonces qué hacemos?». Linera bajó la vista, se llevó las dos manos a la cara hasta tapársela, dándose tiempo para pensar. Respiró lento y hondo y contestó: «El problema del progresismo actual en esta etapa, en este momento de transición, es que no ha sabido ni está sabiendo formular un proyecto alternativo de reformas que capten la expectativa, la frustración, la esperanza de una gran parte de la sociedad. Si ante una sociedad que ha cambiado tú no propones algo nuevo y crees que repitiendo lo que hiciste antes vas a capturar la atención, no es cierto. Ahora las derechas están regresando al continente por una especie de parálisis de silencio de los progresismos y las izquierdas».

Lo repitió mucho, insistente. Las iniciativas que saquen a los pueblos del yugo de la extrema derecha deberán tener un elemento imprescindible: el coraje. Linera advirtió que «el progresismo ha dejado de ser progresismo para convertirse en medio conservador temporalmente. Y hay que sacudirse. Necesitamos un choque eléctrico, cognitivo, que sacuda y que haga que el progresismo se arriesgue. Tienes que arriesgarte. ¿Acaso en 2003 o en 2005 entramos cuando todo funcionaba bien? ¡No! Entramos cuando todo funcionaba mal. Y nos arriesgamos. Y nos salió bien. Hoy es otro tiempo de riesgo. Animarse. En 2003, en 2005, dijimos: “Tú eres mi adversario, esos son los míos”. Y me voy contra vos. Como hicimos en Bolivia. ¿Empresa del petróleo? Venga para mí. ¿Empresa minera? Venga para mí. ¿Los bancos? Vengan para mí. Listo. Que nos van a hacer juicios internacionales, que nos van a llevar a Guantánamo… ¿Qué nos importa, mientras la gente tenga para comer?».

Sala Solidaridad. Tribuna colmada para seguir la actividad celebrada el pasado lunes.

Foto: Jorge Aloy

Reencontrar la esperanza
El dirigente boliviano insistió con que es muy difícil caminar si no se traza antes un horizonte posible. Y pidió que «no se crean que la angustia y que la miseria son el detonante. No es así. No es así de mecánico. Si solamente te fijas en la miseria siempre hay un escalón más bajo. La gente no solamente se moviliza porque está viviendo mal o ya no puede consumir lo que antes. ¿Cuándo se moviliza entonces? Cuando ya no puede consumir como antes, pero además cree que su acción, su decisión, va a alumbrar o va a seguir un camino de solución más o menos creíble, posible y verosímil. A la opresión tienes que sumarle la esperanza».

Construir desde la esperanza era patrimonio de los progresismos y ya no. Recalcó Linera que «ellos nos han arrebatado esperanza prostituida, degradada, fundada en el maltrato, en el odio, en la ley del más fuerte que se regodea sobre el sufrimiento del más débil. Y lo que tienen que rescatar la esperanza de una sociedad de justicia, de igualdad, es el progresismo. Pero el progresismo, en este momento, está como en huelga de ideas. Y hay que salir de eso rápido».

Ideas nuevas, lenguajes nuevos, conceptos nuevos. ¿También dirigentes nuevos? Linera dijo ser de los que no creen que se requiera necesariamente un recambio generacional: «Tengo la hipótesis de que cuando los pueblos experimentan un tipo de gran cambio social en torno a un líder o una líder es ahí donde el pueblo va haciendo su experiencia de igualdad y de reconocimiento. Y eso no ha de cambiar hasta que haya otro gran cataclismo social. En tanto no hay otro cataclismo social, ese líder histórico es el que tiene que conducir las distintas oleadas de reformas. Es inevitable. ¿Cuándo será superado Evo? ¿Cuándo será superada Cristina? Cuando en algún rato de aquí a unos meses, años, décadas, haya otra gran efervescencia que reconstruya de otra manera con otro discurso, con otros líderes lo popular. Mientras tanto, este es el horizonte insuperable de lo popular. Es ahí. Y eso es lo que la izquierda no supo entender. ¿Por qué la izquierda siempre es marginal acá? Porque no supo entender el dolor de lo popular, el dolor plebeyo de lo popular que tiene el peronismo».

Sobre el cierre, Linera regresó a su consigna de base: ir a fondo. Y concluyó su análisis con los más vulnerables como eje de todo objetivo: «Para grandes problemas y a grandes angustias, pues grandes soluciones. ¿Vas a tener enemigos muy fuertes y los norteamericanos te van a mirar chueco y te van a amenazar más? Pues sí. ¿Y qué? Mientras la gente que está en la calle, en un barrio o en una villa diga “Gracias, ahora sí puedo dar de comer a mi hijo tres veces”, eso es lo que importa. Y no importa lo que pase, lo que digan afuera. Lo que tiene que importarte es que no haya sufrimiento, que el hijo no llore, que la gente de abajo, ese cabecita negra del cual nadie habla ni lo conoce ni sabe dónde está, te diga “Dios te bendiga, mamita o papito, gracias por lo que has hecho por mí”. Esa es tu fuerza, esa es tu vitalidad, esa es tu energía para salir adelante».

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