11 de septiembre de 2014
Las imágenes de un periodista decapitado en algún lugar del desierto en Siria o Irak provocan un fuerte impacto en cualquiera que las mire. Incluso la foto del periodista vestido de naranja de rodillas al lado de su verdugo todo de negro alcanza para captar el mensaje de terror.
Se suele decir que una imagen vale más que mil palabras y este acto lo ratifica. Claro que la pregunta que surge de inmediato es a quién va dirigido el mensaje. Es posible aventurar que haya dos destinatarios. Por un lado Estados Unidos, que en 2003 invadió Irak y desde entonces hace y deshace la política de ese país. Las palabras del periodista Steven Sotloff previas a su asesinato son claras: «Esto es una consecuencia de la ocupación de Irak y Afganistán y de la incumplida promesa de cerrar Guantánamo». El destinatario directo es Barack Obama. Y también hay que prestar atención a lo que dice el hombre de negro que ejecuta el acto. «Mientras vuestros misiles continúen golpeando nuestro pueblo, nuestro cuchillo lo hará con los cuellos de vuestro pueblo». El mensaje no es nuevo y su contenido refleja la profunda indignación que existe en el mundo islámico por la indiferencia del mundo occidental (y cristiano) ante los asesinatos de miles de personas en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia o la Franja de Gaza.
En este sentido, la acción está dirigida también hacia millones de musulmanes que ven la pasividad y complicidad de la inmensa mayoría de sus gobernantes con Estados Unidos. Retomando la senda de los combatientes en Afganistán contra los soviéticos, de los palestinos de Hamás contra las ofensivas israelíes, lo que se está diciendo es que este nuevo movimiento denominado «Estado Islámico» es el único capaz de detener a los Estados Unidos y sus aliados (de occidente, árabes y/o musulmanes). Seguramente el color naranja elegido para la vestimenta de los periodistas no es mera coincidencia, es el mismo color que usan los presos en Guantánamo. Demasiados simbolismos como para tomarlos a la ligera.