11 de noviembre de 2015
La llegada de Jimmy Morales al poder en Guatemala genera dudas y certezas. Dudas por su falta de experiencia en la gestión pública, algo en lo que coinciden la mayoría de los editoriales dedicados a su triunfo electoral. Las certezas tienen que ver con los sectores a los que representa y que lo muestran como algo más que ese outsider de la política cuya bandera es luchar contra la corrupción. Ejemplo de ello es que la fuerza que lo llevó a la presidencia fue fundada y cuenta con la participación de la Asociación de Veteranos Militares, partido que tuvo entre sus líderes a Sisniega Otero, partícipe del golpe de la CIA contra Jacobo Árbenz. Morales hizo un guiño tanto a los uniformados como a las patronales, ambos implicados en crímenes de la guerra civil, cuando aseguró que en el país no había habido genocidio. El evangélico antiabortista, que se proclama en contra de las uniones de parejas del mismo sexo y que dijo que «la capacidad de gobernar se puede contratar», además fue denunciado por «agresión sexual, amenazas, lesiones, coacción y violencia» contra una mujer.