2 de enero de 2024
En medio de avasallamientos a las instituciones y escándalos de corrupción, los colorados profundizan su hegemonía con el expresidente Cartes operando en las sombras. La diáspora progresista.
Delfín. Santiago Peña junto a su esposa y Cartes tras ganar los comicios presidenciales, en abril de este año.
Foto: Getty
El Gobierno colorado de Santiago Peña consolida el rumbo neoliberal en Paraguay, a cuatro meses de llegar al poder. A pesar de numerosos escándalos y traspiés parlamentarios, la hegemonía conservadora se impone en un escenario político dominado por la dispersión de las fuerzas progresistas. Como contrapartida, Paraguay, uno de los países más invisibilizados de América del Sur, se afianza en el Índice Global de Crimen Organizado –que elabora la organización suiza Global Initiative–, ocupando el cuarto puesto.
Descontando algunos logros en materia económica, como una inflación interanual de 3,5% y la colocación de carne bovina paraguaya en el mercado estadounidense, el Gobierno del economista Santiago Peña se caracteriza por sus torpezas e improvisaciones, materializadas en una secuencia de anuncios polémicos, debates escandalosos y retrocesos del oficialismo.
Eso ocurrió, por ejemplo, a principios del mandato, cuando diputados colorados intentaron derogar un convenio de financiamiento educativo entre la Unión Europea y Paraguay, por considerar que promovía la «ideología de género». En concreto, el acuerdo consistía en una donación para infraestructura y almuerzos escolares. Sin embargo, sectores conservadores iniciaron una cruzada contra lo que consideraban un intento de «homosexualización» u «hormonización» de niños y niñas. El proyecto tuvo media sanción en Diputados, pero se hundió en la Cámara de Senadores.
El verdadero poder
Consultado por Acción, el economista y director ejecutivo de la consultora de gestión estratégica Tábacman, José Félix Bogado, calificó al actual Gobierno como bicéfalo: «La mayoría de las decisiones no se toman en el Palacio de los López (Casa de Gobierno), sino en el quincho del expresidente Horacio Cartes. Eso es muy notorio, porque Peña es economista, pero sus medidas responden a la agenda y el estilo de su jefe político», señaló.
En efecto, el expresidente Horacio Cartes (2013-2018) es el verdadero poder detrás del sillón. Se trata de uno de los empresarios más acaudalados del Paraguay, con una cartera de negocios que incluye bebidas, cementeras y proyectos inmobiliarios. Sin embargo, hasta antes de su presidencia Cartes era tan outsider que el Partido Colorado tuvo que modificar sus estatutos para que pudiera presentarse como candidato. Concretamente, se exigía una antigüedad partidaria que Cartes no poseía, maniobra que el ingenio popular resumió con una frase: «Cartes se alquiló el Partido Colorado».
Durante su presidencia consolidó su poder. Hoy, para entender al país, es necesario revisar la trayectoria de Cartes. La irrupción del cartismo dentro el Partido Colorado fue meteórica hasta que tropezó con Mario Abdo Benítez, quien gobernó Paraguay en el período 2018-2023, representando a los sectores más tradicionales del coloradismo. Durante la presidencia de Abdo Benítez, Cartes empezó a declinar. En julio de 2022, el embajador de Estados Unidos en Paraguay, Marc Ostfield, presentó un informe en donde calificaba a Cartes como un hombre «significativamente corrupto» y lo acusaba de «obstruir una investigación del crimen trasnacional que involucraba a su socio».
En sintonía, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, le prohibió ingresar al país. Luego, en enero de 2023, el Departamento del Tesoro le bloqueó el acceso al sistema financiero por tener vínculos con la organización libanesa Hezbolá. En concreto, esta medida le prohibió acceder a bancos y negocios con empresas norteamericanas.
Para suerte de Cartes, las cosas se restablecieron en las elecciones de abril de este año, con la victoria de su delfín, el joven Santiago Peña. De origen Liberal, Peña se afilió rápidamente al coloradismo cuando fungió como ministro de Hacienda durante la gestión cartista. Sin embargo, la situación jurídica de su padrino político sigue siendo delicada: no puede salir del país, ya que la Justicia brasileña podría requerirlo en el marco de la investigación por el caso Lava Jato, y hasta temen por una posible extradición a los Estados Unidos.
Estrategia de copamiento
El tradicional partido, con su habitual perfil conservador, siempre fue reinventándose para seguir en el poder. Y muchas veces sin importar el cómo. Desde el primer día, el Gobierno Peña/Cartes emprendió una estrategia de copamiento del sistema judicial, con funcionarios y jueces afines. Sobre este tema, el consultor de gestión estratégica José Félix Bogado añadió que «el oficialismo promueve jueces y fiscales con calificaciones muy bajas respecto a otros candidatos con mejor formación profesional». Un ejemplo fue la designación del senador colorado Hernán Rivas como presidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, órgano encargado de juzgar el desempeño de jueces y fiscales. El nombramiento se truncó cuando lo denunciaron por presentar un título universitario falso.
En línea similar, la directora de la ONG Semillas Para la Democracia, Marta Ferrara, explicó que, en ambas cámaras los colorados usan su mayoría parlamentaria como una «aplanadora para aprobar proyectos inconstitucionales». Ferrara es experta en temas de participación ciudadana y lucha contra la corrupción, y en diálogo con Acción advirtió que «las estrategia de copamiento o captura de la instituciones constituyen una amenaza para la independencia de poderes y un retroceso para la democracia».
Un ejemplo de ello ocurrió estos días cuando Diputados dio media sanción al proyecto de «Ley de devolución premiada», que establece reducciones de hasta el 50% de la penas de prisión a quienes devuelvan lo robado. Al respecto, Ferrara explicó que el proyecto es una «aberración jurídica que atenta contra el sistema penal y premia a los corruptos». Varios analistas coinciden en que el proyecto es inviable y se hundirá en Senadores, con lo que se completará el ciclo de anuncio/escándalo/retroceso.
A este panorama de impunidad se suma el poder creciente de las pandillas narco brasileñas del Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermehlo, enfrentadas por el control de la región fronteriza de Pedro Juan Caballero, y el accionar de bandas locales, como el Clan Rotela, que a principios de diciembre se amotinó para tomar el control de la Cárcel de Tacumbú, en donde se encuentra recluido su líder, Armando Rotela.
Fragmentaciones
Tan preocupante como el avance del cartismo sobre las instituciones del país es la fragmentación de los espacios progresistas, que de estar unidos podrían ejercer un mayor contrapeso en el Parlamento.
En las elecciones de abril, la victoria contundente de los Colorados, con el 42% de votos, frente a la Concertación Nacional, que solo llegó al 27%, tuvo su correlato en una merma de escaños, tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores. En diálogo con Acción, la politóloga y profesora de FLACSO-Paraguay Katia Gorostiaga Guggari explicó que la brecha entre ambos espacios se debió al impacto diferenciado que ejerció sobre ellos la irrupción del fenómeno Payo Cubas, un candidato antisistema con discurso anarquista y antipolítico, que trepó al 22% de los sufragios.
Montado sobre la antipolítica y el discurso escatológico al estilo Trump, Bolsonaro o Bukele, el exsenador Payo Cubas (2018-2019) se mostraba como un Milei a la Paraguaya que insultaba y descalificaba a sus rivales. Su campaña se basó en el escándalo y conectó con el público porque prometía romper todo. Al respecto, Gorostiaga Guggiari explicó que «el hartazgo ciudadano hacia a la política tradicional que promovía Payo Cubas le sacó muchos más votos a la Concertación que a los colorados, quienes poseen una maquinaria electoral mucho más aceitada. De ese modo Payo obtuvo en el Senado cinco bancas que antes pertenecían a los espacios progresistas».
La Concertación Nacional es un espacio que nuclea a nueve partidos entre progresistas, de centroizquierda y centroderecha, y donde se destacan los viejos liberales del PLRA, los socialdemócratas y el Frente Guasú. Sectores que en los comicios de 2008 lograron la hazaña de derrotar al aparato colorado y llevar a la presidencia al exsacerdote Fernando Lugo. Sobre aquella coyuntura, Gorostiaga Guaggiari concluyó: «En 2008 los progresistas vieron la oportunidad de que aliados podían ganar. Así el Partido Liberal aportó la superestructura política, Fernando Lugo la novedad de un líder outsider e independiente con el aura de la Iglesia Católica, y los demás líderes y partidos el apoyo activo».
El progresismo paraguayo está debilitado. Pero conoce la fórmula. El tiempo dirá si logra oponer una agenda de resistencia, con el modelo de Concertación, o quedar como espectador privilegiado de la consolidación de una hegemonía conservadora y neoliberal.