3 de abril de 2018

Emblema. Marielle Franco en las calles. (Pimentel/AFP/Dachary)

El asesinato de la concejala carioca Marielle Franco puso en el tapete la política represiva que pretende instaurar el presidente brasileño Michel Temer.  La mujer, de 38 años, recibió cuatro disparos en la cabeza cuando salía de un encuentro político. Activista por los derechos de la mujer, de los negros y de los habitantes de las favelas, fue una fuerte opositora a la intervención militar a Río de Janeiro decretada por el mandatario de facto en febrero. El crimen sacudió al mundo y provocó reacciones: desde el papa, que le expresó su solidaridad a la madre de Marielle, hasta el expresidente Lula da Silva, la relatora de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Antonia Urrejola, y la ONU exigen respuestas a las autoridades.  La manifestación de repudio nucleó a miles de personas  que calificaron al hecho como terrorismo. Curiosamente, el coronel Carlos Cinelli, jefe del comando zonal, dijo que los soldados dejarán la favela Vila Kennedy para que la patrulle la Policía Militar (PM). Las balas que mataron a Marielle salieron de armas que utiliza la PM, según las pericias.