Mundo | ESTADOS UNIDOS RUMBO A LAS ELECCIONES

Primer round para la tribuna

Tiempo de lectura: ...
Manuel Alfieri

Con su estilo agresivo, Trump logró dominar el primer debate ante un Biden deslucido. Golpes bajos, acusaciones cruzadas y falta de propuestas sobre política interior y exterior.

Cara a cara. Artillería discursiva del candidato republicano contra el actual presidente, en Atlanta, Giorgia.

Foto: NA

Como hace cuatro años, Joe Biden y Donald Trump volvieron a encontrarse en un estudio televisivo para intentar convencer a los estadounidenses de sus capacidades para ocupar –una vez más– el Salón Oval de la Casa Blanca. En la llamada «Batalla de Atlanta», el primer debate en la carrera hacia la gran contienda del 5 de noviembre, presidente y expresidente discutieron durante una hora y media sobre democracia, política internacional, crisis migratoria, inflación, aborto, el drama de los opioides y un sinfín de temas que deberían ser prioritarios en la agenda del país norteamericano. Sin embargo, y como suele ocurrir en este tipo de shows, el ruido, las acusaciones y los ataques personales primaron por sobre cualquier otra cosa: el foco estuvo puesto más en la agresividad de Trump y en los constantes titubeos de Biden, que en propuestas concretas para solucionar los problemas que más preocupan a la gente.

La pálida performance del presidente demócrata fue lo más comentado una vez culminado el debate. A Biden, de 81 años, se lo vio desorientado, errático, con la mirada perdida por momentos. Justamente todo eso que los republicanos utilizan para atacarlo y sostener que ya no puede estar otro mandato más al frente de la Casa Blanca. En algunas ocasiones estuvo tan dubitativo que el traductor en vivo para la transmisión en español no pudo seguirlo.

Dicen que el mandatario acudió a los estudios de la CNN con una fuerte gripe. Lo cierto es que, si bien acertó algunos golpes en la segunda mitad del debate, la imagen que dejó fue preocupante: en lugar de disipar todas las dudas que genera su edad, Biden las convirtió en el tema central de los programas periodísticos y las redes sociales. Algunas voces del oficialismo incluso ya empezaron a hablar de la imperiosa necesidad de buscarle un reemplazante más joven y competitivo. Una opción que parece demasiado tardía –aunque técnicamente posible– a tan solo cuatro meses de la elección y con encuestas que vaticinan una batalla sumamente reñida.

Conocer el terreno
La vasta experiencia de Trump en el ámbito televisivo le permitió capitalizar la falta de lucidez de Biden. «Realmente no sé qué ha dicho al final de esa frase. Creo que ni él lo sabe», lanzó el magnate en una de las ocasiones en que su contrincante confundió palabras y dejó una oración por la mitad. «Yo me sometí a varias pruebas cognitivas. No creo que él pueda», agregó Trump señalando a Biden, quien respondió: «Este tipo es tres años más joven que yo y mucho menos competente. Miren el archivo, miren lo que he hecho. He dado vuelta una situación horrible». El tema de la edad dio lugar a un insólito intercambio sobre las aptitudes deportivas de cada candidato. «Estoy en buena forma. Él no me podría ganar una competencia de golf. Me siento estupendo», soltó Trump. Biden se rio y recordó su buen hándicap. Sí, surrealista. 

Lo de Trump, sin embargo, no fue una maravilla. Fiel a su estilo, consolidado como un verdadero profesional de la mentira, acudió una y otra vez a su habitual libreto de falsedades, exageraciones y acusaciones incomprobables. Como cuando dijo, por ejemplo, que si Biden gana las elecciones podrían empezar a «producirse abortos al mes número nueve y arrancar a niños del vientre de sus madres». En otro tramo sobre el conflicto en Oriente Medio acusó al actual presidente de estar convirtiéndose «en un palestino» por su supuesto apoyo a Hamas. También aseguró que la guerra en Ucrania es responsabilidad de Biden: «Si hubiésemos tenido un líder de verdad, esta guerra nunca habría empezado». El demócrata contestó: «Si quieren que haya una tercera guerra mundial, dejen que él gane las elecciones».

Trump hizo gala también de su xenofobia cuando dijo que Biden abrió la frontera «a gente que viene de cárceles, de prisiones, de centros de salud mental, terroristas de todo el mundo», por lo que, según el multimillonario, será necesario emprender la mayor deportación de la historia estadounidense: «Sí, mucha gente será expulsada porque están destruyendo nuestro país». Biden contraatacó recordando la cantidad de familias inmigrantes que fueron desmembradas –«madres que se separaron de sus bebés»– por las políticas migratorias aplicadas durante el Gobierno de su antecesor.

Si bien estuvo más contenido que en otras ocasiones, el discurso de Trump abundó en agresiones. Evitó, además, responder todas las preguntas que le realizaron los moderadores del debate, Jake Tapper y Dana Bash. Sobre todo, cuando lo consultaron acerca de si aceptaría los resultados de la elección en caso de sufrir una derrota: dio mil y una vueltas para terminar diciendo que sí, aunque con muchísimos reparos. También intentó evadir toda responsabilidad en lo que fue el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021: «Yo no tuve nada que ver», dijo. Ahí Biden encontró un hueco para lastimar: «Él alentó a la gente que fue al Capitolio. Él habló de esta gente como patriotas de Estados Unidos. Ahora dice que los indultará y que si son condenados eliminará sus sentencias». Y remató: «Votar a Trump es votar contra la democracia. Esta persona no tiene idea de qué es la democracia».

Expectativa. Un grupo de republicanos sigue la discusión por televisión en un evento privado en California.

Foto: Getty Images

Fuego cruzado y show
El jefe de la Casa Blanca aprovechó el debate para poner también sobre la mesa el carácter de «criminal condenado» de su rival. «¿Cuántos millones de dólares debe por tener una relación sexual con una actriz porno mientras su mujer estaba embarazada?», le preguntó Biden a Trump, en referencia a la condena recibida por el magnate por falsificar registros contables para encubrir el pago de un soborno a la actriz de cine porno Stephanie Clifford (conocida como «Stormy Daniels»). Como casi siempre, y a pesar de lo dictaminado por los tribunales, Trump negó todo y volvió a autopercibirse perseguido político. Biden le dijo que tiene«la moral de un gato de callejón». Así fue el tono a lo largo de toda la noche. Ambos se acusaron de mentirosos, de decir «estupideces», de haber generado un «caos» a nivel económico. Ambos, también, acusaron al otro de haber sido «el peor presidente de la historia». Entre los ataques y las frases rimbombantes hubo escaso lugar para cuestiones concretas, que solo aparecieron en limitadísimos momentos. Una de esas ocasiones fue al hablar de política económica: mientras Trump abogó por la desregulación y la quita de impuestos para los ricos y las grandes corporaciones como una forma de «dar impulso a la economía», Biden propuso la creación de un impuesto especial para las grandes fortunas con el fin de solventar programas de cuidado infantil y de ancianos, fortaleciendo el sistema sanitario y de seguridad social. Fue, de ambos lados, lo más parecido a una propuesta en un debate que tanto demócratas como republicanos calificaron de muy pobre.

Estás leyendo:

Mundo ESTADOS UNIDOS RUMBO A LAS ELECCIONES

Primer round para la tribuna