15 de abril de 2022
El masivo reclamo por mejoras en la asistencia a comedores comunitarios y aumentos en los planes sociales que se plasmó en un gigantesco acampe sobre la avenida 9 de Julio de la Ciudad de Buenos Aires resultó un disparador para una andanada de ataques a las políticas de asistencia social. Primero fue el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien cambió el ensayado tono componedor y «buena onda» que utiliza en sus expresiones públicas y arremetió contra los manifestantes. El funcionario pidió al Gobierno nacional que les quite toda asistencia social a quienes son arreados –¿como las vacas?– a protestas y que interfieren el tránsito en el centro de la ciudad.
A Larreta –que además puso a disposición las cámaras de seguridad de la Ciudad para identificar a quienes reclaman– le siguieron, como un coro bien coordinado, otros dirigentes de Juntos por el Cambio y periodistas alineados desde hace tiempo con la derecha política. Estos comunicadores no solo promueven el neoliberalismo a ultranza, sino que interpelan a los propios dirigentes de derecha, como en el caso de Larreta, acusándolo de tibio. Por citar un ejemplo, Jonathan Viale, desde la señal LN+, muy cercana al macrismo, lo increpó por no impedir que las manifestaciones se lleven a cabo en «su» ciudad. Discursos de esta naturaleza, con alto componente de odio de clase, son cada vez más habituales en actos públicos y medios de comunicación. Sin ir más lejos, desde allí se instaló como latiguillo, cuando reclaman el ajuste de las cuentas públicas, que se termine con el «plan platita», despectiva definición de las políticas sociales. No llaman «plan platita», por caso, a la milmillonaria fuga de dólares que siguió al acuerdo con el FMI suscripto por el macrismo a costa de varias generaciones de argentinos. El Estado malgasta recursos solo cuando el dinero va a los bolsillos de los más desfavorecidos, según estos políticos y comunicadores.
El riesgo que conlleva la convalidación de estos discursos es muy grande. Se trata, en definitiva, de una batalla cultural en la que, hasta el momento, los autoritarios ganan terreno, ya que cada vez se habilitan más espacios para que fluyan con impunidad las expresiones de odio.
Acampe. El jefe de Gobierno porteño y otros dirigentes opositores pidieron que les quitaran la ayuda a los manifestantes.
TÉLAM