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En los últimos tiempos, vengo escuchando un diagnóstico protestón que se repite como una letanía en canales de deportes, en programas y transmisiones radiales, en las páginas de los diarios. Dice más o menos así: «¡Qué bajo cayó el nivel del fútbol argentino!». Como seguidor del deporte más popular del país, me pregunto en qué parámetros comparativos se basa semejante creencia. En todas las épocas, desde que la pelota empezó a rodar por estas pampas, siempre hubo tres o cuatro equipos que jugaban muy bien, cuatro o cinco que lo hacían bien, la misma cantidad era apenas regular y el resto hacía lo que podía. Da la casualidad de que, en lo que va del nuevo milenio, el brillo arrasador del Boca multicampeón se apagó, River e Independiente se fueron a la B y Racing lucha ahora mismo para espantar al fantasma del descenso. Entonces, quizás, la realidad que sustenta la afirmación de más arriba no es otra que las pobres y deslucidas campañas que vienen acumulando los equipos llamados «grandes». Porque hoy por hoy, los clubes que se destacan por su estilo de juego definido son Newell’s, Lanús, Vélez, Colón, incluso Belgrano o Atlético Rafaela, a su manera. Claro, en general los grandes parecen ignorar cualquier situación que sea protagonizada por los jugadores de Boca o de River. Y sé de qué hablo: soy hincha de Estudiantes y no olvido que al equipo que ganó la Copa Intercontinental en Inglaterra y contra el Manchester United, apenas se le dedicó un recuadro en la revista El gráfico. Seguramente, aquella semana de 1968 había asuntos más importantes que atender en alguno de los clubes denominados «grandes». Siempre los habrá. Pero no nos dejemos engañar: la concentración de los medios y el recorte de la información según parámetros comerciales o de audiencia también ha distorsionado y sigue distorsionando la mirada que muchos argentinos tienen sobre el fútbol local.

 

José Luis Russo
La Plata, provincia de Buenos Aires

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