14 de noviembre de 2025

Lejos de un mano a mano. Mientras se difundía el «acuerdo», el secretario de Estado, Marco Rubio, se reunía con el canciller argentino, Pablo Quirno.
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La reciente ayuda preelectoral de Estados Unidos al Gobierno de la Argentina no solo tuvo un costo financiero, como era de esperar. Algunas de las contrapartidas de las autoridades libertarias se conocen ahora, al difundirse en Washington el denominado Marco para un Acuerdo entre EE.UU. y nuestro país en Materia de Comercio e Inversión Recíprocos.
El mismo jueves 13, el Departamento de Estado norteamericano dio a conocer acuerdos similares con otros países de la región (Ecuador, El Salvador y Guatemala). Todos con la misma esencia de lo anunciado para la Argentina, aunque en nuestro caso es más abarcativo, ya que incluye temas relacionados con las inversiones, el rol del Estado y el acceso a la información, entre otros.
Al respecto, Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, afirmó en una entrevista: «Estamos recuperando América Latina a través de nuestro liderazgo económico, no habrá balas».
Bessent detalló: «Chile tiene una elección próxima, Bolivia acaba de tener una elección y por primera vez en 20 años han ido a la centroderecha; han abrazado a los Estados Unidos Paraguay y Ecuador, así que todo el hemisferio viene hacia nosotros».
En el caso de la Argentina, lo de «recíproco» no parece ser más que un adorno para el título. Se trata, en verdad, de una probable decisión que de concretarse condicionaría a futuros Gobiernos del país, aunque sean de otro signo y no estén alineados incondicionalmente con Estados Unidos.
Concesiones
En los hechos, el mencionado acuerdo configura una fuerte cesión de soberanía y entrega de recursos argentinos a manos de la principal potencia mundial. Además de condicionar decisiones como la de integración regional a través del Mercosur que, con todas sus falencias y limitaciones, consideramos que es una asociación estratégica que debe ser preservada y fortalecida.
El texto fue celebrado por el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, quien destacó que «como aliado estratégico, recibimos un tratamiento preferencial, casi del nivel de la relación especial que tienen Estados Unidos y el Reino Unido».
Sin embargo, por más que se busque no se encontrará una sola línea que pueda interpretarse como de beneficios para las empresas locales.
Al contrario, el Marco para el Acuerdo es un compendio de todo lo que Argentina se compromete a hacer para que EE.UU. refuerce su poder hegemónico y para que las empresas de dicho país hagan buenos negocios.
Se dice, por ejemplo, que la Argentina «brindará acceso preferencial al mercado para exportaciones estadounidenses, incluyendo ciertos medicamentos, productos químicos, maquinaria, productos de tecnologías de la información, dispositivos médicos, vehículos automotores y una amplia gama de productos agrícolas», además de la carne, las aves de corral y la producción láctea.
En otro pasaje se indica que Estados Unidos «eliminará los aranceles recíprocos sobre ciertos recursos naturales no disponibles y productos no patentados para aplicaciones farmacéuticas». Esos aranceles, en rigor, son los que EE.UU. estableció en abril, lo cual refuerza la idea de que no resignará nada.
Se menciona asimismo que ambos países acordaron trabajar para estabilizar el comercio global de soja, nuestro principal producto de exportación. Lo que parece anticipar que el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos tendría voz y voto sobre la eventual modificación de las retenciones. O quizás haya que pedir permiso si se quieren hacer ventas de la oleaginosa a terceros países.
Otros polémicos puntos del Marco: «Argentina permitirá el ingreso de productos estadounidenses que cumplan con normas aplicables de Estados Unidos o internacionales, reglamentos técnicos estadounidenses o procedimientos de evaluación de conformidad de Estados Unidos o internacionales».
También se aceptará la importación de vehículos fabricados en EE.UU. «que cumplan con las normas federales estadounidenses de seguridad vehicular y emisiones», así como certificados de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y autorizaciones previas de comercialización «para dispositivos médicos y productos farmacéuticos». Los controles y la legalidad en esas materias pasarán así a ser responsabilidades del Gobierno norteamericano.

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Riesgos
Del mismo modo, la Argentina se comprometió a facilitar el comercio digital con Estados Unidos al reconocer a ese país como jurisdicción adecuada bajo la ley argentina para la transferencia transfronteriza de datos (incluidos los personales), sin discriminar servicios y productos digitales estadounidenses. El «acuerdo» admitido por los funcionarios libertarios sería: no regular nada de lo que provenga de Estados Unidos en materia digital, y aceptar que quedan expuestos datos sensibles de los argentinos y las argentinas.
No hay que profundizar demasiado en el análisis para advertir que están en serio riesgo grandes porciones de la industria, los servicios y hasta la producción agrícola nacionales. Lo cual –como ya ocurrió en anteriores experiencias neoliberales– derivará en el cierre de empresas y la destrucción de empleos, en la medida que se consagre la desprotección frente a competidores mucho más potentes.
Caben entonces algunas preguntas: ¿es esta la política votada en octubre, justo en una coyuntura en que la producción industrial de enero-septiembre se ubicó 9,5% por debajo de la registrada en igual período de dos años atrás? ¿Y cuando en los últimos 24 meses perdieron sus puestos de trabajo 42.400 operarios fabriles, cifra que representa solo un tercio de la totalidad de despidos en el conjunto de sectores de la economía?
