6 de enero de 2025

Desde nuestra perspectiva progresista resulta necesario registrar y destacar la convocatoria masiva que desde los organismos de derechos humanos concitó la presencia de una gran multitud en la exEsma, en una actividad realizada en defensa del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y contra el vaciamiento de la Secretaría de Derechos Humanos. Arte y participación popular se conjugaron el pasado sábado bajo la consigna «Una memoria que arde». Pocos días antes se había realizado un abrazo masivo al predio.

Lo que subyace en la reacción de esta franja tan ponderable de la ciudadanía es el impulso por defender las políticas de derechos humanos, en este caso en particular enfocado en la memoria como valor cultural desde donde se desplegaron políticas de justicia en relación al genocidio y los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico-militar. En este sentido, Argentina fue y es un ejemplo universal de la puesta en práctica de estos valores, sintetizados en la tríada «memoria, verdad, justicia», a partir de los cuales se puede construir una auténtica y verdadera democracia, sin esconder bajo la alfombra las etapas más oscuras de la historia. Se trata de un punto de unión al que convergen las más diversas corrientes políticas, culturales y sociales, superando incluso las identidades partidarias.

Queda claro, a la luz de estos acontecimientos, que existe una enorme reserva democrática que es sensible y reacciona frente a las avanzadas restauradoras de valores autoritarios impulsadas desde el Gobierno nacional, muy particularmente por la vicepresidenta de la nación, Victoria Villarruel, quien manifiesta abiertamente su adhesión a la dictadura de 1976.

Lo que viene
Por su parte, el presidente, Javier Milei, ratificó en los primeros días del año el rumbo político y económico de su Gobierno, señalando que irá por más «motosierra» y, sobre todo, por lo que denominan «reformas verdaderas». Se trata de la reforma tributaria, que por lo que ha trascendido, será manifiestamente neoliberal, lo que en buen romance significa menos impuestos para los sectores más pudientes. También una reforma laboral sería impulsada por Milei con el propósito de flexibilizar los derechos de los trabajadores y trabajadoras atendiendo las demandas permanentes de las grandes corporaciones. La tercera sería una reforma previsional, cuyo propósito sería la liquidación del sistema de reparto y su reemplazo por alguna variante de un sistema privado. Por lo pronto, se anuncia que a partir de marzo se terminan las moratorias instrumentadas durante el kirchnerismo, que posibilitaron que más de 4 millones de personas en edad de jubilarse, pero que no tenían completos los aportes necesarios y por lo tanto quedaban desprotegidos en la última etapa de su vida, pudieran acceder a la jubilación, así como a la protección social que ello implica, particularmente la cobertura de salud.

En la agenda de Milei, otro tema que aparece resaltado y consideran «sagrado» es el pago de los vencimientos de la deuda con el Fondo Monetario Internacional con sus respectivos intereses y sobrecargos. Va de suyo que privilegiar este punto implica, como contrapartida, un fuerte ajuste en el denominado gasto social, es decir, jubilaciones, salud, educación, cultura, universidad, ciencia, inversión pública en infraestructura, entre otros.

Finalmente, otro objetivo primordial para el presidente Milei es el de la «batalla cultural», que libra con el fin de la conformación y modelación de un sentido común y una conducta social y política funcional a los núcleos de poder. En este marco debemos aceptar el reto, sin concesiones y con creatividad, en defensa de nuestros valores: la solidaridad social, la equidad en la distribución de las riquezas y el rol de lo asociativo y colectivo como perspectiva para el conjunto de la sociedad. 

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