21 de octubre de 2025

A votar. El 26 de octubre se medirá el grado de aceptación o rechazo de las políticas libertarias.
Foto: Getty Images
Si bien las elecciones de medio término tienen una importancia muy grande porque se define la conformación de las cámaras legislativas, o sea, la correlación de fuerzas en ese ámbito para los próximos dos años, suele considerarse que las elecciones más determinantes son las presidenciales.
Efectivamente eso es así, aunque en esta oportunidad hay consenso acerca de que las elecciones del 26 de octubre son tan decisivas como unas presidenciales. En definitiva, se verificará si una porción mayoritaria de la ciudadanía impugna las políticas del Gobierno, o bien este logra un consenso social, aunque limitado, para seguir adelante con su modelo de país y las próximas reformas estructurales reclamadas por el Fondo Monetario Internacional, el tesoro estadounidense y el empresariado local.
Lo cierto es que el Gobierno nacional no llega en buenas condiciones a los comicios. En primer lugar, la situación económica afecta la calidad de la vida de la mayoría de la sociedad. Hay una caída importante en los indicadores sociales, en los salarios de los trabajadores, desde los más modestos a los de clase media, se deteriora el poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones, las políticas de ajuste afectan la asistencia del Estado en materia de salud, educación pública, universidades, discapacitados, transporte, entre otras, se registra una caída del consumo a la vez que hay una crisis creciente del sistema productivo, muy particularmente del tejido social relacionado con las pequeñas y medianas empresas, principales generadoras de fuentes de trabajo. Y la producción nacional en general sufre por la entrada creciente de mercadería importada facilitada por la apertura económica. El corolario en la macroeconomía es la crisis crónica de las reservas, lo cual realimenta la incertidumbre en la comunidad y en el mundo financiero.
Por lo tanto, desde el punto de vista económico hay no solo un crecimiento de las carencias sociales sino también una sensación de frustración que deviene de una crisis del discurso del Gobierno nacional, que sostuvo durante meses la reducción de la inflación como su principal bandera. En una parte de la sociedad que lo votó en 2023 e hizo presidente a Javier Milei, se había generado una esperanza. Dos años después comienza a ver que no se cumplieron esas expectativas y, por el contrario, sufre por el deterioro de su nivel de vida.
El odio ya no rinde
Por otro lado, hay también una crisis del paradigma cultural y comunicacional del mileísmo, que se evidencia en una parte de la sociedad. Hasta ahora La Libertad Avanza modeló un discurso de odio, que impactó en una parte de la opinión pública. Odio al kirchnerismo, antiperonismo, es decir, alimentar desde el discurso oficial ese sentimiento en una porción de la sociedad disconforme con los Gobiernos anteriores, en un intento de presentar un enemigo, potenciando un sentimiento de odio. Una táctica clásica de la disputa ideológica. Esa estrategia también está en un proceso de pérdida de credibilidad.
El otro elemento del discurso es el miedo al abismo, también muy utilizado por el presidente y sus principales funcionarios. «Si me abandonan, si no me siguen apoyando en este proyecto de destruir el Estado, del superávit fiscal basado en el ajuste social, vamos al abismo», podría ser una frase que lo resume. El tema es que el abismo está comenzando a ser la vida cotidiana de la población, que cada vez tiene más carencias e incertidumbre.
Ahora bien, en este contexto podría pensarse que el Gobierno va camino a una derrota catastrófica. No necesariamente es así, ya que en la conducta del electorado intervienen factores subjetivos, culturales y simbólicos, y queda abierta la posibilidad de que una parte de quienes votaron al presidente en 2023 siga creyendo que hay que darle un tiempo más al Gobierno nacional o que no vaya a votar para no hacerlo por la oposición. Sin embargo, todo indica que el oficialismo obtendrá un resultado negativo en las urnas como consecuencia de los factores mencionados.
Asimismo, no se puede soslayar la visible subordinación de la gestión libertaria a Estados Unidos, a los humores del presidente Donald Trump y a los designios del secretario del Tesoro, Mr. Bessent, que colocaron al Gobierno argentino en una suerte de regencia.
Creo que una parte importante de la sociedad se pronunciará frente a esta situación de indignidad en la que queda el país, ya no solo el Gobierno.
Si bien el escenario del 26 es una incógnita, el Gobierno podría enfrentar una elección desfavorable, lo cual implicaría un límite para la profundización del rumbo regresivo en términos sociales y sus planes de acentuar la privatización de nuestros recursos naturales que viene implementando desde el 10 de diciembre de 2023.