Opinión

Martín Becerra (@aracalacana)

Doctor en Ciencias de la Información

La batalla digital de Milei

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Tuitero.  «Juan Doe» llega a un cargo oficial desde su intensa actividad en la red social X.

La designación de Juan Pablo Carreira –«Juan Doe» (@jdoedoe101101) en Twitter (X)– como director general de Comunicación Digital de la Presidencia de Javier Milei es un premio a la escudería de Fernando Cerimedo. La decisión apunta a redoblar la intensidad y la polarización. Cerimedo, consultor trumpista y bolsonarista, dueño de La Derecha Diario, quien dice librar una «batalla cultural» y que es sindicado por periodistas y políticos como organizador de campañas de desinformación, ha sido empleador de Carreira.
En las horas posteriores a que el propio Carreira difundiera la novedad, circularon posteos suyos de 2022 en los que juraba que jamás iba a ocupar un cargo en el Estado, considerado una «organización criminal» en declaraciones hechas esta semana por quien ejerce su conducción, Milei. Más allá de las contradicciones de Carreira, y de las dudas acerca de la formación académica que dice tener (ingeniero industrial), su nombre sí figura como parte de la sociedad «Madero Group», de Cerimedo.
Con más de dos meses de gestión y muchas áreas de gobierno aún acéfalas, Milei formaliza este nuevo cargo en un sector prioritario para el presidente. Tras algunos traspiés al inicio del mandato, el equipo de comunicación tiene a Manuel Adorni como vocero (tras el rechazo de Marina Calabró) y Eduardo Serenellini como secretario de Comunicación (quien reemplazó a la renunciada Belén Stettler). Los perfiles de estos funcionarios son altamente confrontativos, alineados con conductas de descalificación, insultos y trolleo que Milei estimula en medios de comunicación y en redes digitales.
El comportamiento violento del presidente y de su entorno contra periodistas y artistas, víctimas de la furia oficial, fue denunciado por organismos de derechos humanos como el CELS, sindicatos de periodistas como SiPreBA, organizaciones profesionales como FOPEA, facultades de comunicación como RedCom y fue incluido en una advertencia que le hizo este mes de febrero la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA.

Carreira. El director general de Comunicación Digital de la Presidencia juró que nunca ocuparía un cargo en el Estado.

Tropa exaltada
La afición del presidente por la figuración pública, propia de su larga carrera como panelista estelar en televisión, hoy es expandida en jornadas en las que destina muchas horas a Twitter (X), red sociodigital propiedad del multimillonario Elon Musk. Allí Milei destinó, por ejemplo, más de 4 horas el martes 20 de febrero, según contabiliza el sitio https://milei.nulo.in/, solamente considerando los 523 retweets y likes que registró el mandatario en su cuenta personal. Además, en los últimos días fue entrevistado dos veces por animadores oficialistas en la señal de La Nación, LN+.
En términos estratégicos, cuando hay líderes de carácter vehemente propensos a la incontinencia expresiva, sus áreas de comunicación y relaciones públicas suelen compensar profesionalmente, a modo de ecualizadores, los arrebatos de odio en una táctica de control de daños.
No obstante, la violencia con la que Milei trata a periodistas y artistas (casi todas mujeres) en posteos y declaraciones públicas no tiene en el dispositivo de comunicación oficial un ecualizador sino una tropa exaltada de tuiteros y opinadores mediáticos radicalizados. Estos redoblan siempre la apuesta de Milei y suben aún más los decibeles de la confrontación o, para decirlo en términos de Cerimedo, de la «batalla cultural». Batalla que incluye a las plataformas digitales, pero que no se reduce a ellas.
El saldo, hasta ahora, no es necesariamente negativo para el Gobierno en términos de realpolitik, porque el bramido oficial se ofrece como canal de representación para hartazgos y broncas sociales acumulados durante largos años en el país. Milei es emergente de ello, como advierten analistas de todo el arco político.
Pero el resultado, que hoy no es negativo para el Gobierno, puede serlo a mediano plazo, si la búsqueda de Milei es conservar apoyo social a sus políticas. El efecto de esas políticas en el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población está lejos de hallar contención en la conducción del Estado. Si Milei y su aparato de comunicación repiten como todo libreto la producción cotidiana de consignas violentas para distraer el malestar social, en lugar de sublimarlo se convertirán en la cara visible y responsable de los padecimientos de los argentinos. El relato de la «organización criminal» podría encontrar inesperados protagonistas.

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