Opinión

Juan Carlos Junio

Dirigente cooperativista

La negación como política

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Objetivo. Milei apunta a romper los lazos de hermandad con la mayoría de los países de América Latina.

Foto: NA

Las recientes declaraciones del presidente de la Nación, Javier Milei, aludiendo en términos genéricos al periodismo, sin distinguir entre trabajadores de la comunicación y dueños de los medios, ni diferenciar los grandes medios hegemónicos del otro mundo enorme de la comunicación, constituyen una grave descalificación. Hablar de periodismo «corrompido, ensuciado y prostituido» se corresponde con una visión ideológica mucho más amplia.
Se podría establecer una similitud en la descalificación con la referencia al Parlamento como «un nido de ratas» y la afirmación de que a los gobernadores «los voy a mear», lo que muestra que hay una raíz ideológica nodal de no afrontar la polémica democrática ni la confrontación democrática, sino que lo que practica el presidente Milei es la negación de toda otra idea, de toda otra propuesta, de toda otra organización, que no se subordine a la propia.

Democracia cuestionada
En el fondo, esta concepción niega toda diferencia ideológica e incluso la legalidad. En ese sentido, el mejor ejemplo es el propio DNU 70/2023, ya que, como sostienen calificados constitucionalistas, el Ejecutivo no puede legislar, por lo tanto, este DNU está viciado de inconstitucionalidad. O sea, niega la legalidad. Otro ejemplo de estos días es el de las paritarias, como el caso del gremio de Camioneros. Las organizaciones empresarias acordaron con el sindicato en el marco de una negociación paritaria, como la ley lo establece, pero el Poder Ejecutivo no homologa el acuerdo, por lo tanto, una vez más, actúa contra cualquier legalidad que no se corresponda con su ideología y sus objetivos económicos.
Si profundizamos aún más en esta línea, en definitiva, nos encontramos con una negación del sistema democrático y de los valores y principios que lo sustentan. Detrás de estas descalificaciones lo que hay es una impugnación del federalismo, de la libertad de prensa, del Parlamento y de los gobernadores. Más grave en estos dos últimos casos es que no reconoce que su legitimidad se sustenta en la elección popular mediante el sufragio.
El presidente argentino aplica este sistema de pensamiento a las relaciones internacionales, descalificando a otros líderes regionales que fueron elegidos por su pueblo democráticamente. Los casos más claros han sido los agravios hacia el presidente de Colombia, Gustavo Petro, antes al de Brasil, Lula da Silva, a Gabriel Boric, de Chile, al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, mientras sostiene su hostilidad y medidas contra Cuba y, lo más reciente, su embestida contra el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
En este punto, resulta imprescindible destacar que se debe vincular como parte de una acción que responde a la misma raíz ideológica y oleada política, el ataque violento del Gobierno de Ecuador a la embajada de México en ese país. El acontecimiento es de una gravedad notable teniendo en cuenta que ni siquiera las dictaduras violaron la territorialidad de las embajadas en sus países.

Alineados
Estamos, entonces, ante un cuadro político en el continente que muestra nuevas alternativas en un sentido antidemocrático y reaccionario, en el que está presente la negación y el rechazo liso y llano del sistema de relaciones internacionales y del respeto a la autonomía de cada uno de los Gobiernos legítimos, combinado con una escalada de agresiones verbales. Todo lo cual tiene como objeto debilitar los proyectos de unión continental frente a las grandes potencias mundiales, especialmente de Estados Unidos, para que no puedan crecer y materializarse, como en su momento lo expresaron organizaciones como Unasur y Celac. Hechos recientes, como la visita de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, y del canciller del Reino Unido, David Cameron, y la pleitesía que les rindió el Gobierno argentino, dan cuenta de esta tendencia.
El presidente Milei no se propone crear un polo de ultraderecha continental, pero sí ser parte de un dispositivo regional para intoxicar el clima en el continente y propiciar la ruptura de lazos de hermandad políticos, comerciales y culturales.
Cada vez queda más claro que este accionar a su vez recoge la impronta de las políticas estadounidenses de intervención en los temas estratégicos de la región, especialmente con el interés puesto en los recursos naturales y en cerrar el camino a todo tipo de vinculación con la República Popular China.
Por otra parte, en el marco del actual viaje del presidente a Estados Unidos, y tras las recientes declaraciones en las que ratificó su intención de mudar la embajada argentina en Israel a la ciudad de Jerusalén, es oportuno establecer que Milei tiene todo el derecho de elegir su inclinación religiosa, pero debiera ser muy prudente en colocar a la Argentina tras las políticas del cuestionado Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu en el marco de un conflicto donde confluyen intereses de las grandes potencias, y que incluye situaciones de guerra.
Tenemos la esperanza de que, en definitiva, los Gobiernos democráticos de la región se logren articular, para que nuestro continente siga siendo una zona donde impere la paz entre los países, más allá de las inevitables controversias que siempre se presentan.

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