Lo difícil

10 de marzo de 2024

¿Acaso el trabajo de armar un gran rompecabezas se corresponde con el poco esfuerzo requerido para desarmarlo? La respuesta es no, dado que se necesita mucha más energía para organizar o construir que para destruir. Principio que nos afecta desde lo micro hasta lo macro, desde lo individual hasta lo colectivo. Arruinar nuestra reputación, el medioambiente o hasta incluso la estabilidad democrática de un país requieren de un notable menor trabajo que construirlos. Tener presente esta asimetría nos puede resultar útil en estos momentos en que se ven amenazadas grandes conquistas de la sociedad argentina y en que para su defensa será necesario repensar nuestra forma de vincularnos con aquellos que piensan distinto. Lógicamente, existe una parte del electorado que se encuentra en nuestras antípodas, creyentes del Estado mínimo y de la privatización de servicios como la educación. No obstante, a pesar de contar con una gran amplificación mediática, los estudios indican que esta porción de la población es una minoría. En contraste, la gran mayoría presenta menores desacuerdos de los que creemos pero, en muchos casos, posicionaron su voto en veredas opuestas solo por el rechazo que generan nuestros candidatos, nuestros errores o formas de expresión. Rechazo que, por no haber atendido a tiempo, facilitó la llegada al poder de ideologías extremas y resulta a su vez aprovechado por quienes buscan instalar una lógica de guerra, de aliados y enemigos, del bien contra el mal, para arremeter contra la democracia y nuestros derechos. En este escenario, resultará fundamental la estrategia que tengamos para recibir a los votantes arrepentidos, extender las alianzas políticas y la conformación de una dirigencia que demuestre aprendizaje de los errores pasados. Lo fácil sería repetir, lo difícil, construir.