Opinión

Carlos Heller

Dirigente cooperativista

Los aranceles de la discordia

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Puerto de Buenos Aires. Si el Gobierno libertario avanza con la apertura irrestricta de las importaciones, dañará a la industria local y a los trabajadores.

Foto: Shutterstoch

A partir de una decisión unilateral del Gobierno de Estados Unidos (EE.UU.), de alcances y consecuencias por el momento inciertas, nos encontramos frente a una reconfiguración del esquema de comercio global.

La imposición de fuertes aranceles a las importaciones por parte de Donald Trump provocó inmediatas reacciones de las principales economías planetarias. De hecho, China ya respondió con una alícuota idéntica (34%) para las importaciones provenientes de EE.UU., a partir del 10 de este mes. Todo lo cual generó un impacto negativo en los mercados mundiales e importantes caídas en las bolsas más importantes del mundo.

A contramano de esas réplicas, las autoridades argentinas buscaron minimizar el impacto local, al resaltar que el país es uno de los pocos que sufrirán un recargo del 10% en sus envíos.

Se pretendió presentar la situación como un supuesto beneficio logrado gracias al alineamiento incondicional con las políticas ultraliberales, cuando la realidad es otra: la mayor parte de los países de la región tendrá el mismo gravamen.

Junto con los efectos comerciales bilaterales, son previsibles derivaciones indirectas relacionadas con la posible caída en la actividad económica internacional, y eventuales bajas en los precios de las materias primas de exportación de nuestro país.

De hecho, el precio del petróleo, en sus dos cotizaciones, WTI y Brent, bajó alrededor del 6% el día jueves y mostró igual variación el viernes. A la vez, los países proveedores de Estados Unidos más afectados (especialmente los asiáticos) podrían intentar compensar la medida con una mayor agresividad comercial sobre terceros mercados, como el argentino.


Teorías
El giro decidido por Washington deja sin sostén los pregonados preceptos del libre comercio, hoy desechados con el objetivo de dar un nuevo impulso a la industria y el empleo dentro de Estados Unidos, entre otros objetivos.

En ese marco, si la Argentina avanza con la apertura irrestricta de las importaciones, bajo el supuesto de que así se accederá a bienes más baratos, se dañará seriamente la manufactura local y particularmente a sus trabajadores.

Trump. El presidente estadounidense avasalla a sus socios comerciales.

Foto: NA

Peor aún, frente a los desafíos del presente, Javier Milei dijo en su reciente viaje a EE.UU. que la Argentina «va a avanzar para readecuar la normativa de manera que cumplamos los requerimientos de la propuesta de aranceles recíprocos, elaborada por el presidente Donald Trump».

Esta actitud de subordinación puede resultar muy lesiva para nuestro país, dado que se podrían eliminar barreras arancelarias o paraarancelarias que protegen distintas actividades, tanto fabriles como algunas producciones agropecuarias.

Con un mercado interno disminuido, ¿quiénes serán los compradores y con qué ingresos contarán? Difícilmente pueda pensarse que el modelo extractivista basado en el litio, la energía y en los grandes agronegocios pueda beneficiar más que a unos pocos, aunque se diga lo contrario mediante datos no comprobados.

Milei dijo en Estados Unidos que, «como resultado de todas las medidas implementadas, el crecimiento punta a punta de diciembre de 2023 a 2024 fue del 6%, razón por la cual sacamos de la pobreza al 20% de la población argentina». Por eso, agregó, «nuestra agenda de reformas continúa porque nuestro objetivo es ser el país más libre del mundo».

La verdad es el inocultable empeoramiento de la situación económica: según los datos del Indec, la caída del PIB en 2024 fue del 1,7%.

También se distorsiona el análisis de la pobreza, cuyo pico de 52,9% en el primer semestre del año pasado se atribuye al Gobierno anterior, sin mencionar el impacto de la devaluación de diciembre de 2023, la fuerte caída en los ingresos reales de la población, en gran parte por el «reordenamiento» de los precios relativos, el drástico ajuste en el gasto estatal y el fuerte aumento de las tarifas de los servicios públicos.

Por cierto, la supuesta mejora en los índices de pobreza no se ve convalidada en el consumo masivo, que sigue deprimido. Ante la crisis global, el Gobierno libertario mantiene a rajatabla su decisión de endeudarse aún más con el Fondo Monetario Internacional y apostar todo al vínculo con Donald Trump, el presidente de un país que está avasallando a sus socios comerciales. Ese rumbo no va a resolver ninguno de los problemas de la Argentina (más bien, los empeorará).

El principal escollo estructural de la economía nacional radica en las dificultades para generar divisas genuinas. Para darle solución se requiere en principio exportar más de lo que se importa y proteger la producción nacional de la apertura de las importaciones.

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