13 de julio de 2024
En picada. La moderación de la inflación solo refleja la aguda retracción del consumo de todo tipo de productos y servicios.
Foto: NA
El jefe del Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, instó esta semana a los empresarios más poderosos del país, integrantes del denominado «círculo rojo», a «ponerse la camiseta en serio». Podría interpretarse ese llamado como una clara invitación a jugar el partido del lado del Gobierno nacional y, dado el arsenal de medidas en su favor, ofrecer resultados menos negativos de los que se observan en casi todas las variables. «Depende de ustedes que los argentinos tengan el futuro económico que se merecen», agregó el funcionario.
La cuestión es que no llegan las anunciadas inversiones privadas, ni están dadas las condiciones para la salida de la profunda recesión actual, en un marco no forzado de reducción del ritmo inflacionario (como ocurre actualmente).
Al contrario, el obstáculo para el repunte de la actividad se encuentra en el mismo rumbo dispuesto por la Casa Rosada, en respuesta a las demandas de los grupos concentrados: flexibilización y desprotección laboral; compresión de salarios y haberes jubilatorios; paralización de obras públicas; apertura importadora; impulso a exportaciones en rubros con bajo valor agregado.
En todos los casos se busca un cambio estructural sustentado en una menor demanda interna, que solo producirá superganancias a los mayores grupos económicos, a partir de un ajuste insostenible en el mediano plazo.
Etapas
El ministro de Economía, Luis Caputo, podrá formular declaraciones en programas de radio y TV insistiendo en que ya «estamos en etapa de recuperación», pero esa afirmación no resiste el cotejo con los datos estadísticos que se van conociendo. No hace falta demasiada investigación para corroborar que todos los indicadores de consumo muestran caídas abruptas. Aún en áreas esenciales, como son la de los alimentos y medicamentos.
La dinámica del presente, como ocurrió en anteriores experiencias neoliberales, es que miles de empresas pyme que producen para el mercado interno se ven en la necesidad de implementar ajustes, despiden o suspenden a sus trabajadores, y así se retroalimenta el círculo recesivo.
«Me reúno mucho con las diferentes cámaras y todos me dicen que ya ven claros indicios de recuperación», sostiene Caputo. Afirmaciones como esa son desmentidas particularmente por las asociaciones de pequeños y medianos empresarios. Pero también son rebatidas por parte de entidades que agrupan a compañías de mayor tamaño.
El presidente de la Cámara Argentina de la Construcción cuestionó la paralización de la obra pública y advirtió que por esta situación ya se perdieron 100.000 puestos de trabajo directos. A la vez, contra lo dicho por Caputo sobre el supuesto crecimiento en junio de la industria automotriz, la cámara del sector (Adefa) informó que ese mes, en realidad, la producción nacional de vehículos cayó un 16,7% contra mayo.
Esperanzas
Tampoco cabe esperar que la reactivación vaya a surgir de una supuesta «lluvia de dólares» del exterior, de los planes de desregulación (como el ya lanzado para la actividad aerocomercial) y las privatizaciones o del blanqueo de capitales. Más bien esos lineamientos parecen dirigidos a garantizar algunos meganegocios mediante el traspaso de áreas hasta hoy atendidas por el Estado y la venta de parte del patrimonio nacional, sin beneficios para la economía local y la población.
Exhibir el índice de precios de junio (4,6%) como justificatorio de tales políticas no es convincente, cuando al mismo tiempo se informa que en lo que va del año la inflación bordea un 80%. En rigor, el acumulado de los primeros siete meses de este Gobierno (125,5%) supera ampliamente al de los últimos siete meses de la gestión de Alberto Fernández (88,1%, la supuesta hiperinflación). Aún no se avizora la «desinflación» de la que hablan los funcionarios. La moderación del flagelo, por lo demás, solo refleja la aguda retracción del consumo de todo tipo de productos y servicios, en una espiral que está todavía lejos de detenerse.
En definitiva, lo que no se ve desde el Gobierno libertario es la apuesta al único camino posible para conseguir resultados económicos genuinos e inclusivos socialmente, mediante la protección de la producción nacional, en especial de las pyme; el empleo digno; una estructura tributaria progresiva; y un programa de desarrollo con un Estado que intervenga para ponerle límites a los sectores dominantes en cada mercado y a favor de los que menos tienen.