Opinión

Juan Carlos Junio

Dirigente cooperativista

Rasgos autoritarios

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Milei. Confía que sus discursos violentos conecten con la desesperanza de algunos sectores.

Foto: NA

Se cumplió un nuevo aniversario de la recuperación democrática, cuyo primer paso institucional fue la realización de elecciones nacionales el 30 de octubre de 1983, luego de la gran catástrofe de la implantación de la dictadura cívico-militar, que practicó un genocidio para vencer la resistencia de la sociedad, muy particularmente de la juventud, que vivía momentos de reivindicación de ideales y sueños de una libertad basada en la igualdad y la justicia social. En base al terror la dictadura impuso una política que tenía el propósito de reformar radicalmente el sistema económico existente, orientándolo hacia el predominio de los sectores financieros y la extranjerización de nuestras riquezas, con la consecuente mutilación de la industria nacional, muy particularmente de las pymes.

En estos días emergieron rasgos del Gobierno nacional que apuntan a la restricción de la vida democrática, fundamentada en un discurso que desprecia y subestima la división de poderes, el rol del Parlamento nacional, de los partidos políticos y de todo tipo de fuerzas sociales y culturales que se pronuncian permanentemente en defensa de sus derechos sociales, culturales y de sus específicas reivindicaciones económicas.

Se va acentuando la tendencia de mutilar el rol protagónico y democrático del Congreso nacional a la vez que se potencia el poder discrecional del presidente. Mientras tanto, el otro poder del Estado, la Justicia, también está neutralizado por una suerte de pacto con el Gobierno, una suerte de «respeto mutuo», que implica un dejar hacer al Ejecutivo.

El presidente confía en que su discurso, con un fuerte componente de odio, contacta con la desesperanza de algunos sectores sociales, e incluso que la mentira como axioma, sea aceptada por una parte de la sociedad.

Principios y valores
Algunos de sus ministros, como Federico Sturzenegger, también acentúan ese rasgo. Recientemente, frente al tema de Aerolíneas Argentinas, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado declaró: «Si el Congreso dice que no, vamos a transferirla a los empleados, así tendrán que recoger el guante». Una conducta parecida mantiene en forma permanente la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien además ejecuta políticas coercitivas y represivas como la desplegada frente al reclamo de jubilados y núcleos humildes que presentan sus demandas atendiendo a su crítica situación económica.

Poder Legislativo. Decretos y vetos para colisionar con el rol del Congreso. 

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Asimismo, el despido de la canciller Diana Mondino, por haber votado en la Asamblea General de la ONU, junto con otros 186 países, contra el bloqueo a Cuba, también muestra un rasgo de arbitrariedad, teniendo en cuenta que ese voto forma parte de la política exterior argentina desde hace décadas.

En los últimos días surgieron otros elementos preocupantes de autoritarismo y violencia. Entre ellos, una agresión a la sede de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, que incluyó destrozos y robo de documentación; y el ataque al Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, pocos días después de que Javier Milei calificara de golpista al expresidente Raúl Alfonsín, lo cual es una falsedad histórica y una clara injusticia con un presidente legítimo y auténticamente democrático.

La mejor respuesta frente a esta preocupante deriva autoritaria es la sostenida participación popular, el ejercicio pleno de los derechos y la defensa de valores y principios esenciales de la convivencia. En resumen, se trata de afrontar el desafío de darle vida a la democracia, una manera, quizás la mejor, de defenderla y preservarla.

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