Opinión

Juan Carlos Junio

Dirigente cooperativista

Semana negra presidencial

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En picada. Milei pasó de ser «el líder del momento» a una figura cuestionada por propios y ajenos.

Foto: NA

La presencia del presidente argentino ante los capitalistas planetarios en el Foro de Davos había generado gran expectativa. Una sensación de que Javier Milei era «el gran hombre», el gran personaje del momento, incluso de la época. Sin embargo, el presidente, en vez de referirse a su plan económico, encaró el tema de la batalla cultural ante empresarios y líderes políticos de todo el mundo, descalificando a las diversidades sexuales, a la agenda «woke» y de género.

Esa intervención fue precedida por la defensa de su amigo pronazi Elon Musk y su amenaza a los «zurdos», a los que dijo que iría a perseguir «hasta el último rincón del planeta». Las palabras de Milei generaron una inesperada respuesta por parte de centenares de miles de personas, con una fuerte presencia juvenil en prácticamente todas las ciudades y plazas del país.

No pasó mucho tiempo para que se registrara otro episodio que también oscureció el discurso triunfalista que viene practicando el primer mandatario argentino: a partir de su concepción negacionista del cambio climático, el Gobierno nacional abandonó al pueblo patagónico y al correntino, que están viviendo una tragedia por la quema en decenas de miles de hectáreas de pastizales, bosques y fuentes de agua, un fenómeno que ya causó la muerte de dos personas y de animales.

En este caso, la que se transformó en protagonista fue la joven generación de cantantes, quienes se enfrentaron públicamente al presidente reivindicando el valor de la solidaridad. La popular quilmeña María Becerra fue clarísima cuando dijo «demostremos que somos un pueblo solidario». La cantante agregó: «Sabemos que la Patagonia sufre, por lo tanto, no nos quedemos con los brazos cruzados. No solo con palabras, hay que compartir y visibilizar la situación».

Se observa entonces que hay una juventud contraria a la pasividad y a la idea de que está ensimismada, cultivando el «yo no me meto». Esta participación de la nueva generación de músicos continuó con la censura a Milo J, el rapero de 18 años que convocó a miles de seguidores y concluyó con la cancelación de su recital y un enorme despliegue policial por parte del Gobierno frente a la exESMA.

En suma, se manifiesta un sesgo de ataque a la cultura, ahora con los músicos, que en otro momento fue contra el cine nacional, la joven generación de científicos e incluso fue censurada la presentación del libro Lanzallamas, del investigador del Conicet Rocco Carbone.

Todo esto va horadando la impresión simplista, inficionada por la idea de que al Gobierno «todo le funciona», «nada le importa nada» y «la juventud lo apoya».

Negacionismo. El Gobierno nacional abandonó a los pueblos patagónico y correntino, jaqueados por los incendios.

Foto: Getty Images


Fraude masivo
La «semana negra» de Milei tendría otro capítulo. Se produjo el viernes 14 de febrero, con el escándalo generado a raíz de su «proyecto privado presentado para incentivar la economía nacional» que resultó un enorme fraude dirigido a sus millones de seguidores en redes sociales. En concreto, en un rato 40.000 personas perdieron cerca de 100 millones de dólares. Lo que se desconoce es quiénes los embolsaron. 

No solo es señalable la irresponsabilidad del presidente, remarcada por todos los medios de comunicación tanto locales como extranjeros; sino que esta acción hay que ubicarla en una ideología de extrema libertad de mercado sustentada en que todos pueden hacer cualquier cosa libremente, sin ninguna regulación del Estado.

En el mercado existen grandes monopolios que controlan ramas enteras de la economía, imponen precios y todo tipo de pautas desde su condición dominante, pero además hay estafadores que se presentan como emprendedores privados para embaucar a la gente. Como siempre, en un océano semejante, el pez grande se come al más chico.

Lo cierto es que el presidente de la Nación queda marcado por una estafa, dañando en forma irreparable la confianza que le fuera depositada por la ciudadanía que lo votó. Además es cuestionado ante los propios mercados, a los que jura defender.

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