9 de mayo de 2013
Siempre es bueno leer la realidad política de un país en el contexto mundial y regional. Ya nadie niega que asistimos a una crisis del sistema capitalista a escala global, que se presenta como estructural y no como una de las tradicionales crisis cíclicas. Algunos la nominan multidimensional y con tendencia a hacerse crónica. También es perceptible que en la región ha tenido menor impacto que en otras épocas. Y esto se debe sin duda al regreso del rol del Estado como actor central en el contexto de una estrategia axial de los países con gobiernos progresistas y de izquierda. Políticas públicas y renovación de la democracia que se llevan a cabo, por supuesto, con fuertes disputas en cada uno de los países. Los procesos electorales ponen a prueba de forma constante y regular la continuidad de los cambios operados. En los últimos años hubo una ola de triunfos en Argentina, Brasil, Ecuador, Uruguay, Bolivia y, el más reciente, Venezuela, con todas sus complejidades. La excepción ha sido Paraguay, donde ganó la derecha tradicional. En tanto se abren expectativas en Chile, en un nuevo escenario y con perspectivas de un perfil diferente de la coalición que postula a Michelle Bachelet. Por su parte, Venezuela es una muestra de la reacción de la derecha. Aunque consiguieron un resultado electoral muy bueno, reaccionaron con furia, pero no podrán consolidarse. El chavismo triunfó. Pero es un gran llamado de atención para todos nuestros procesos articulados con figuras de fuerte liderazgo. En síntesis: América Latina está avanzando en un proceso de transformaciones profundas, lo que ha llevado a las derechas locales bajo el ostensible liderazgo de las fuerzas reaccionarias de Estados Unidos a desplegar prácticas signadas por la violencia, cuyos fines inconfesables, pero a veces expuestos públicamente, apuntan al esmerilamiento, la desestabilización y la caída de los gobiernos populares de la región.
El fortalecimiento de la integración regional mediante la unidad en la diversidad es estratégico frente a los poderes concentrados globalizados y ante la hegemonía política y militar de los EE.UU. dentro del bloque de países centrales dominados por el neoliberalismo. En ese contexto, los presidentes de Sudamérica rodearon al presidente venezolano Nicolás Maduro, dando una nueva muestra de la unidad regional. De ahí que fortalecer la CELAC y la UNASUR es decisivo.
Mientras tanto, Argentina transita por nuevo ciclo de intento de la derecha por esmerilar y desestabilizar para enfrentar al bloque popular. La Mesa de Enlace, organización de intereses agrarios ligados con la exportación cuya hegemonía está bajo la ideología y la táctica propiciada por la Sociedad Rural, ha promovido encuentros que conducen a intervenciones como la que sigue. Uno de los asistentes dijo: «Esto no lo vamos a cambiar negociando. En nuestra zona (norte de Santa Fe), los productores están dispuestos a que esta porquería que está en el gobierno se vaya a patadas… Hay muchos métodos psicológicos y de acción que se pueden implementar para destituir y hacer desaparecer a toda esta gente, porque no es una institución el problema, el problema es la gente que está dentro del Gobierno».
El objetivo de estos grupos es llegar a octubre con un gobierno cuestionado y sacar el mejor resultado en las parlamentarias y construir un bloque opositor unido para las presidenciales de 2015. Necesitan su Capriles, y les urge emular la experiencia en Venezuela, donde tardaron 14 años. Ellos aprenden y la corporación mediática se ha convertido en la cabeza articuladora de ese proceso. La derecha social y mediático-comunicacional sigue hegemonizando la oposición. Pero también dentro del peronismo hay disputas y el kirchnerismo se ve obligado a dar pelea en múltiples frentes. Hay sectores que son base de sustentación del Gobierno, y no tienen un compromiso total con el actual modelo y su necesidad de profundización. Esto configura un equilibrio inestable. Se vienen meses muy intensos, con lo electoral como telón de fondo mientras se tensa la disputa entre las posibilidades de profundizar el modelo y los intentos de la derecha restauradora, que intensifica su ofensiva. El campo popular deberá unirse no sólo para defender lo conquistado sino también para ir por más.