17 de diciembre de 2024
La gestión del presidente Javier Milei cumplió un año, por lo tanto, resulta inevitable la disputa en torno a la lectura del relato y el sentido de su acción de gobierno. Una primera cuestión es que el propio Milei se define como una expresión de derecha en términos ideológicos, y a lo largo del año contó con el apoyo de fuerzas de igual sentido como el PRO, eventualmente los radicales «deloredistas» y otras expresiones de un reciente espacio circunstancial que la prensa denominó como «amigable».
El presidente brindó un mensaje el pasado 10 de diciembre por cadena nacional en el que ratificó el rumbo, resaltó el éxito del superávit fiscal, la baja de la inflación y del riesgo país. Deslizó un elemento muy particular, asimilable a una suerte de confesión, ya que declaró que «se ahorraron 15 puntos del PBI para devolverle el dinero al sector privado». Es decir que Milei asume que le fue transferida una enorme riqueza al sector de los supermillonarios y, como en realidad la riqueza se transfiere de un sector a otro, fueron los trabajadores, los jubilados y una amplia capa de las clases medias quienes perdieron esos recursos en favor de los poderosos.
El presidente concluyó su alocución destacando haber cerrado el Ministerio de Mujeres y el Inadi, a los que definió como «aguantadero de militantes».
Cadena nacional. Milei, rodeado de su gabinete, ratificó el rumbo del Gobierno.
Foto: NA
Promesas en el camino
Es dable señalar que, junto a la exaltación de sus logros, siempre destaca la imperiosa necesidad de su núcleo ideológico de sostener la batalla cultural, con el propósito de «cambiar la mentalidad de la sociedad» y en pos de que se acepte definitivamente un esquema naturalizado de una minoría de ganadores y mayoría de perdedores, sustentado en la idea de que los triunfadores lo hacen solo a través de sus logros individuales.
Un elemento a tener en cuenta en oportunidad de un balance es el tema de las promesas formuladas al electorado. Se evidencia que algunas han quedado en el camino, como la dolarización, el cierre del Banco Central, la ruptura con los chinos, a su juicio, «comunistas criminales», y con Lula de Silva, a quien calificó como «un socialista despreciable».
A la hora de los balances resulta imprescindible definir cuáles serían los criterios de éxito y fracaso. Desde nuestra perspectiva, siempre son determinantes, más allá de las cuestiones macroecónomicas que son insoslayables, los resultados para la vida de la sociedad. En ese sentido se aprecia una escisión entre el objetivo estratégico del superávit fiscal, transformado en un verdadero fetiche económico y simbólico, y la situación de amplias mayorías de la sociedad.
Los resultados de siempre
Es innegable que el sector asalariado ha tenido un retroceso, los más de 7 millones de jubilados y jubiladas han perdido ingresos, el incremento de las tarifas de entre el 200% y el 300% impacta en los sectores humildes y las clases medias y, como consecuencia de la recesión inducida, comenzando por la devaluación del 118% de diciembre, las pymes se encuentran en una situación comprometida, ahora agudizada por la apertura masiva de importaciones. Otro rasgo determinante es el sesgo antiindustrialista del modelo mileísta, que incluye también una visión de negación del desarrollo de la ciencia y la tecnología, como así también el ajuste al presupuesto universitario. Estas políticas ya fueron experimentadas en otros gobiernos neoliberales, desde Martínez de Hoz, Menem y Cavallo. Sus resultados, desde la perspectiva de la situación social, han sido siempre negativos.
No se puede dejar de señalar que las cuestiones de contenido en un sistema democrático son tan importantes como las formas. En ese sentido, el presidente se ha movido con descalificaciones y agresiones a dirigentes políticos, gobernadores, mandatarios extranjeros y al propio Congreso de la Nación, lo cual mella al sistema democrático, que debe ser defendido como un valor por el conjunto de la sociedad.
Marcha universitaria. Estudiantes, docentes y trabajadores rechazaron el ajuste del presupuesto en plazas de todo el país.
Foto: Jorge Aloy
Pensando en lo que vendrá, vale recordar que durante el primer semestre se registraron grandes movilizaciones sociales, entre ellas, feminismos, derechos humanos, universitarios y trabajadores, aunque en la última etapa se generó un reflujo y la continuidad de las expectativas –más allá de que la adhesión inicial del 56% al Gobierno nacional se redujo– hoy todas las encuestas la ubican entre el 42% y el 45%.
Para el año próximo, con cruciales elecciones legislativas de medio término, el escenario político está abierto y la oposición se enfrenta al reto de ofrecer una alternativa amplia y propositiva que interpele a la parte de la sociedad que se mantuvo distante del proyecto del presidente Milei.