17 de octubre de 2024
La estrategia libertaria para estabilizar la divisa estadounidense y extender ese escenario hasta el próximo año electoral requiere de varias alquimias que deben conjugarse para lograrlo.
Acumulación de reservas. Inestable y sostenida solo por los depósitos del Régimen de Regularización de Activos.
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El arte de gobernar es una tarea muy compleja. En ese terreno, los famosos consejos del florentino Nicolás Maquiavelo al Príncipe son un clásico ineludible de la filosofía política. En América Latina, Juan Domingo Perón resumía diciendo que «gobernar es crear trabajo», mientras que el brasileño Fernando Henrique Cardoso afirmaba que «gobernar es explicar, explicar, explicar». Por su parte, el analista político Martín Rodríguez afirma que la gobernabilidad argentina está atada al control del dólar. Algo de eso hay.
La cotización de la moneda estadounidense es un precio básico de la economía local. La estabilidad del tipo de cambio tranquiliza, y viceversa, a la «gente de a pie». Versionando a Los Auténticos Decadentes, la estabilidad del dólar no es todo, pero cómo ayuda. Está claro que ese ansiolítico tampoco asegura nada. La explosión de la tablita de Martínez de Hoz o de la convertibilidad menemista son ejemplos reveladores de los efectos de una apreciación cambiaria insostenible.
Por otro lado, el nivel del tipo de cambio no depende solo de voluntad política. En el corto plazo, la autoridad monetaria tiene que tener poder de fuego (dólares) para defender una determinada cotización. En el largo plazo, el tipo de cambio tiene que ver con la productividad de la economía.
El Gobierno libertario apeló al ancla cambiaria (una actualización del dólar muy inferior a la inflación) luego de una fuerte devaluación inicial. La apuesta gubernamental es «aguantar» hasta las elecciones legislativas de 2025. En ese contexto, las reservas netas negativas podrían alcanzar los US$ 10.000 millones a fines de este año, según estimaciones de distintas consultoras. ¿Cómo es posible que sean negativas? Significa, en términos simples, que el stock de reservas no alcanza para cubrir las obligaciones de corto plazo. En resumen, el escenario para evitar un salto devaluatorio surge complejo a menos que aparezcan los dólares de algún lado. En esa línea, la conducción económica apuesta al ingreso de divisas del blanqueo, al Repo, prender velas al triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y/o que se concreten algunas inversiones vía RIGI que construyan un puente para alcanzar la otra orilla.
El puente del blanqueo
El 31 de octubre finalizará la Etapa 1 del Régimen de Regularización de Activos. Los datos disponibles revelan un importante nivel de acogimiento en esta primera ronda. En concreto, los depósitos privados crecieron cerca de US$ 13.000 millones en septiembre. Ahora bien, ¿esto impacta en las reservas del Banco Central? En primer lugar, las reservas brutas aumentan cuando los bancos «encajan» los dólares en el Central. Allí, las reservas brutas crecen, pero las netas permanecen igual. Sin embargo, las reservas netas pueden aumentar cuando las entidades financieras prestan esos dólares. ¿Por qué ocurre esto? Porque los dólares se liquidan en el mercado oficial. En otras palabras, el banco vende los dólares y deposita los pesos correspondientes en la cuenta de su cliente. En ese caso, las reservas netas crecerán si el Banco Central sale a comprar esas divisas.
El inconveniente que tiene ese esquema de acumulación de reservas es su potencial inestabilidad. En una nota, el exdirector del Banco Central, Jorge Carrera, explica que «esos préstamos en dólares son mayoritariamente menores a un año. El prestatario tiene derecho a acceder al mercado de cambios para repagarlo. O sea, demandará dólares en menos de un año. Para que el aporte a las Reservas Netas sea estable se requiere que el volumen alcanzado por los préstamos en dólares no caiga».
Por otro lado, el diferencial de tasas promueve una reedición de la bicicleta financiera. El circuito especulativo funcionaría de la siguiente manera: solicitar un préstamo en dólares a una tasa que ronda entre el 6% y 7% anual; invertir esos fondos en un instrumento de renta fija en pesos a corto plazo (por ejemplo, lecaps) que rinden alrededor del 50% anual. El costo de la operación sería el monto del crédito bancario (capital + intereses) más la depreciación del 2% mensual del dólar (crawling peg). En declaraciones al sitio Letra P, el analista financiero Christian Buteler explica que el crawling peg «implica una tasa del 27%, lo que, sumado a lo que cobra el banco, eleva el costo de la operatoria al 34% o 35%. Recordemos que el rendimiento en pesos es de 50%. Eso es ganar plata gratis».
Lo que podría arruinar esa lógica especulativa es un salto devaluatorio. El Gobierno niega que eso vaya a suceder porque pondría en riesgo el objetivo desinflacionario. Mientras tanto, el último informe del fondo BlackRock, presidido por Larry Finck, advierte que «nos hemos vuelto cada vez más cautelosos con respecto a Argentina durante el último mes, ya que el debilitamiento del tipo de cambio informal sugiere que el tipo de cambio oficial podría estar sobrevaluado. Por lo tanto, vemos el riesgo de otra devaluación del tipo de cambio, lo que podría reavivar las presiones inflacionarias». La moneda está en el aire.