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Cristian Carrillo

En el período 2017-2021 se registró una caída del peso de los asalariados en el PIB, marcando una tendencia regresiva en la distribución del ingreso.

Reparto desigual. La participación de los trabajadores en el ingreso entre 2020 y 2021 pasó de representar el 48% del PIB al 43,1%.

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La salida de la pandemia evidenció un aprovechamiento del sector empresario que, a fuerza de remarcaciones de precios, logró ganancias extraordinarias. Del otro lado, se profundizó el fenómeno de trabajadores que obtienen un ingreso por debajo de la línea de pobreza. 
«La reactivación económica en 2021 fue contemporánea a una nueva caída en la participación de los asalariados en el ingreso. A tal punto que la masa salarial pasó de representar el 48% del PIB al 43,1% entre 2020 y 2021», señala un documento del Centro de Investigación y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CIFRA-CTA). Con los aumentos de precios de los últimos años, se consolidó la tendencia regresiva en términos de la distribución del ingreso que comenzó en 2018. Entre 2017 y 2021 se registró una caída casi sistemática del peso de los asalariados en el PIB, alcanzando a 8,7 puntos porcentuales. «Esto no está para nada desvinculado del comportamiento del consumo privado. A la inversa se evidencia una recomposición significativa de los márgenes de ganancia», detalla el informe elaborado por los economistas Pablo Manzanelli y Cecilia Garriga.
En el caso de los márgenes empresarios, las cifras oficiales ponen de manifiesto que el excedente privado de explotación (la participación del ingreso que no se llevan los asalariados) se incrementó del 46,4% del PIB al 54,3% entre los mismos años. Incluso en 2021, se registró el mayor crecimiento de los márgenes apropiados por las empresas privadas (3,7 puntos porcentuales), aun superior al ascenso observado en 2018, cuando en el marco de las devaluaciones que signaron el agotamiento de la valorización financiera aumentó 2,7 puntos porcentuales. 

Debilidad manifiesta
«Uno de los hechos más notables de esta recuperación fue la debilidad que encontró el proceso de recuperación de los salarios reales a pesar de la reducción del desempleo. La caída del salario promedio anual de los trabajadores registrados en el sector privado fue del 2,3% en 2021, en tanto que la de los no registrados fue del 7,1%. La perspectiva es negativa si se tiene en cuenta la aceleración del proceso de inflación en febrero y marzo de 2022 (4,7% y 6,7%, respectivamente)», explica el documento de CIFRA. Este proceso tiene su explicación: a la salida de la pandemia, la recuperación de los puestos de trabajo se hizo con salarios reales por debajo de los existentes previo al arribo del COVID-19. Se tratan de puestos informales con ingresos que no alcanzan para solventar la canasta básica de una familia tipo. La última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) arroja que en esa situación se encuentran ocho de cada diez asalariados.
De acuerdo con cifras publicadas por el INDEC, los puestos de trabajo totales del cuarto trimestre de 2021 ascienden a 21,1 millones. De ellos, el total de puestos de trabajo asalariados alcanzó los 15,6 millones y los puestos de trabajo no asalariados, 5,4 millones. «En el cuarto trimestre de 2021, los puestos de trabajo totales dan cuenta de un incremento de 4,4% respecto al mismo trimestre del año anterior, debido a una variación de los puestos de trabajo asalariados de 5,2% y de un aumento de los puestos de trabajo no asalariados de 2%», detalla el informe del INDEC. Bajo esas circunstancias, se acentúa la tendencia regresiva en términos de la distribución del ingreso que se inició en 2018. Según las estimaciones provisorias al cierre de 2021, los valores anualizados de los componentes del valor agregado bruto (VAB) a precios básicos para el cuarto trimestre de 2021 reflejan una participación de 44,6% para la remuneración al trabajo asalariado y 13,2% para el ingreso mixto bruto. 
Esto explica que la reactivación económica haya estado empujada por la inversión y, en menor medida, por las exportaciones, mientras que el peso del consumo privado se desplomó a un nivel más bajo que el de la gran crisis de 2001, cuando llegó al 61,8%.

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