País | AVANZADA DE LA DERECHA

Estado de alerta

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Daniel Vilá

La reciente movilización de sectores agrarios, aunque no fue masiva, se suma a dirigentes con ideas reaccionarias que ganan terreno en el debate público.

Protesta. «Argentina nos pertenece» señalaron los organizadores en un comunicado.

NA

El «tractorazo» promovido recientemente por militantes díscolos de las patronales agrarias aportó elementos valiosos para analizar la acelerada radicalización de la derecha argentina. Mientras en 2008 la Mesa de Enlace, que reunía a las principales organizaciones del sector, se constituía en la punta de lanza de la oposición al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y esgrimía consignas que excedían las reivindicaciones sectoriales, casi 14 años después, con los precios internacionales del trigo, la soja, el maíz y el girasol en imparable ascenso, es señalada por un grupo de productores que se dicen «autoconvocados» como claudicante y conciliadora por haber aceptado dialogar con las autoridades nacionales.
Es que las expresiones discriminatorias, elitistas y autoritarias que por entonces se administraban con eufemismos fueron explícitamente sostenidas por los convocantes a la movilización en un comunicado en el cual nunca aclararon cuáles eran sus reclamos –ya se había informado oficialmente que no se aumentarían las retenciones–, pero proclamaron sin vacilar: «Argentina nos pertenece» y reforzaron esa afirmación con otra frase contundente: «Queremos nuestro país de vuelta. Nos lo van a devolver por las buenas o por las malas».

Sonrisas para las fotos
Este corrimiento se manifestó asimismo en los principales referentes de la alianza opositora que habían actuado con estudiada moderación en la gestación de la protesta y cuando esta se concretó no quisieron perderse la fotografía. Es el caso del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien después de exigir sanciones para los militantes de las organizaciones sociales que habían ocupado las calles en pos de sus reivindicaciones, autorizó el ingreso a la ciudad de los tractores ruralistas y se sacó «selfies» trepado a uno de ellos. También el de María Eugenia Vidal, que compitió con sus adversarios internos en materia de descalificaciones aunque no llegó a la cita montada en un brioso corcel como hace poco hiciera Patricia Bullrich, una de las responsables intelectuales de la movida.
Por otra parte, la supuesta apoliticidad de los indignados es insostenible a poco que se examine el currículum de los organizadores. Uno de los grupos más activos, Campo más Ciudad, es conducido por el exministro de Agricultura del Gobierno macrista, Luis Miguel Etchevehere, al que secundan decenas de dirigentes de Juntos por el Cambio. Otros, muy menores, son Acción Conjunta Republicana y Asociación Argentina de Productores. Los miembros más caracterizados de estas agrupaciones fueron fuertes aportantes de la última campaña electoral del macrismo.

Hacia el extremo
El problema para la alianza opositora ya no es el enfrentamiento entre «halcones y palomas», porque los primeros se comieron a las segundas, sino la irrupción explosiva de Javier Milei en un terreno que sus líderes creían propio e indiscutible. El pintoresco personaje, un émulo de Donald Trump y Marine Le Pen, parece resuelto a constituirse en un factor clave para la consolidación de la ultraderecha, sobre la base de una imagen bizarra, un discurso tan directo como grosero, buenos asesores de marketing político y un comportamiento sinuoso que confunde a quienes buscan ser sus aliados, ya que en ocasiones parece dispuesto a concertar con Mauricio Macri y Patricia Bullrich y en otras jura que jamás lo hará. Una de sus últimas actuaciones fue mostrarse con un chaleco antibalas en un acto partidario realizado en Mendoza. Lo cierto es que ha logrado crecer en las encuestas con su denuncia permanente de lo que denomina «casta política», una expresión que no le pertenece pero que ha pegado fuerte en los sectores más despolitizados de la sociedad argentina, especialmente entre los jóvenes.
Es cierto que la prensa hegemónica contribuyó a potenciar su imagen transgresora. Su aparición en los principales programas de debate político es una garantía de explosiones escandalosas que suelen redundar en altos ratings, aunque no queda claro si lo que se pretende es potenciarlo como presidenciable o en realidad se apunta a que sus propias extralimitaciones le allanen el camino a la derecha institucional representada por Juntos por el Cambio. Por lo pronto, tanto el precandidato radical Gerardo Morales como la conductora de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, han asegurado que el autodenominado libertario es el límite para las alianzas posibles y lograron que la mesa nacional de la entente respaldara formalmente esa posición.
La cuestión Milei ha alcanzado tal magnitud que en una nota del influyente diario estadounidense The Washington Post se sostiene: «Milei puede ser el próximo presidente de la Argentina», ponderando que la crítica situación de los sectores populares y la desazón ante la falta de respuestas políticas podrían generar una situación similar a la que dio lugar en Brasil a la victoria de Jair Bolsonaro. El articulista no ha tomado en cuenta las sustanciales diferencias entre un país y otro, en especial en cuanto al desarrollo alcanzado por el sindicalismo y los movimientos sociales y la masiva influencia de los movimientos de derechos humanos que, entre otros logros, torcieron, movilización masiva mediante, un fallo de la propia Corte Suprema que favorecía con el 2×1 a los represores. En la mencionada nota, la socióloga Mariel Fornoni, de la encuestadora Management & Fit, sostiene que Milei aparece como «el depósito de las frustraciones de las personas».
El analista Juan Guahán, en el sitio Rebelion.es, aporta una interesante interpretación: «Es cierto que lo que ofrece Milei no es más de lo mismo. Es mucho más, ofrece un modelo que profundiza lo peor de lo mismo. Los peores Gobiernos de los últimos tiempos, incluido el de Mauricio Macri, no se atrevieron a tomar algunas de las medidas que propone este novel dirigente político. A partir de esa reivindicación de un capitalismo salvaje; de la libertad de mercado llevada a su máxima expresión; de nuestra inserción en las agotadas políticas de la decadencia europea; de la privatización de la política; ofrece sus “novedosos” remedios. En esas “mágicas” soluciones está la raíz de su avasallante presencia, de la adhesión entusiasmada de una parte de jóvenes clasemedieros que descubren en la solidaridad con los rostros de pobres y morochos un freno a los avances que su superioridad racista y de clase demanda». 
Pero para comprender acabadamente las propuestas de Milei, nada mejor que unas pocas frases de su discurso mendocino: «Lo que está hundiendo al país es la falta de oportunidades, debido a la casta política inmunda que tenemos, que expulsa a nuestros hijos del país. La única solución es volver a las ideas de la libertad y correr al Estado del medio. El Estado es el problema». Habrá que mantenerse alertas.

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