Política | INVESTIGACIÓN EN MARCHA

Dos años sin Facundo

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Adriana Meyer

La madre del joven de Pedro Luro, Cristina Castro, explica los avances en la causa y no abandona su lucha para que se esclarezca lo ocurrido y se haga justicia.

Inclaudicable. Cristina no cejó en la búsqueda de su hijo y ahora sigue de cerca el proceso judicial.

TÉLAM

«A dos años de la desaparición de Facundo sabemos que no va a volver, seguimos resistiendo las embestidas de esta Justicia, pero estamos de pie y peleando». Cristina Castro sale de un curso de capacitación y dice a Acción que transita «largas luchas que desgastan a los amigos y a los familiares», y que «el 30 de abril es un día para concientizar de que acá en Pedro Luro, en Villarino, torturaron, desaparecieron y asesinaron a un pibe, que no estaba delinquiendo, estaba yendo a buscar a su amor». Mientras organiza junto al grupo Mil Flores para Facu las actividades en memoria de su hijo, comenta que «hubo avances en la causa».

En diciembre la Cámara de Casación Federal apartó a la jueza María Gabriela Marrón de la causa por desestimar las medidas de pruebas y obstaculizar la investigación sobre la participación policial en la desaparición de Facundo Astudillo Castro. Al cumplirse dos años de su desaparición, la querella familiar y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) solicitaron ampliar medidas de pruebas testimoniales, técnicas y científicas. A pesar de los numerosos indicios que vinculan a la Policía Bonaerense con el hecho, no hay ningún imputado. «El Ministerio de Seguridad provincial avalo y sostuvo las maniobras policiales para fraguar pruebas y actuar fuera de la ley», dijo la CPM en un comunicado.
La madre de Facundo Astudillo Castro –desaparecido hace dos años en pleno ASPO, detenido por la policía en la ruta 3, y cuyo cadáver apareció luego de tres meses y medio– cuenta que el juez Walter López Da Silva «se ha tomado un tiempo para leer los expedientes, pero ya rechazó medidas que habían pedido la jueza Gabriela Marrón y el exfiscal Ulpiano Martínez; me parece una persona correcta que te mira a los ojos cuando te habla». Ella sigue trabajando en la estación de servicio Shell de Pedro Luro, en el sur de la provincia de Buenos Aires, y aunque sus abogados y peritos armaron un equipo, no se pierde detalle de la investigación. «Seguimos en la etapa probatoria, sabemos que muchas pruebas se perdieron por la ineptitud de la jueza, pero estamos rescatando lo que se puede para cerrarla y pasar a las imputaciones y detenciones».
Facundo, «Kufa» para los amigos, no se llevaba bien con el estudio. Sin embargo, era el primero en llegar y el último en irse del Semillero Cultural, donde participaba en el taller de murga y batucada. Ellos eran «los pibes de la estación», blanco frecuente de las detenciones arbitrarias de los policías del pueblo. En busca de respuestas al acoso policial se acercaría luego al programa Jóvenes y Memoria, de la CPM. La pandemia lo encontró recién separado de su novia Daiana, con quien había convivido en Bahía Blanca. Volvió a su casa en Luro, trabajó en la cervecería de su amigo Juan Cardona hasta que cerró, poco después del anuncio del ASPO. El 30 de abril de 2020 muy temprano tomó su mochila y se largó a la ruta 3 para intentar una reconciliación con su expareja, pero nunca llegó. En el kilómetro 779 fue abordado por dos policías bonaerenses, que dicen haberlo dejado seguir camino luego de labrar el acta por la infracción de haber violado la restricción de circular. Horas más tarde lo volvió a parar un policía, Alberto González, y también lo dejó seguir. En la causa declaró que lo vio subir a una camioneta Duster u Oroch, pero a Cristina Castro le dijo que el joven de 23 años se fue caminando solo.

Búsqueda desesperada
Mientras la familia y amigos de Facundo pensaban que estaba con Daiana en Bahía Blanca, la policía y la Justicia provincial fueron tapando sus huellas. Cuando la exnovia vio los mensajes en las redes de los amigos se comunicó con la familia y ahí comenzó la búsqueda desesperada, que tampoco tuvo eco en las comisarías de la zona, donde funcionarias policiales querían convencer a su mamá de que «estaba de joda». Con el ingreso al caso del abogado Leandro Aparicio y la CPM, y la publicación de la noticia en los medios, la versión policial repetida por funcionarios era que había sido un asunto de drogas y que el joven estaba escondido en Bahía Blanca, en el mejor de los casos, o que había sido víctima de las amistades de Daiana. Fue un vale todo con tal de apuntalar esa pista que se demostró falsa cuando el 15 de agosto apareció su cuerpo esqueletizado en el cangrejal de Villarino Viejo, y una de sus zapatillas en perfecto estado. A partir de ese momento las usinas de la Bonaerense armaron la hipótesis del «accidente», y más tarde la del suicidio. Los pescadores de la zona declararon que la profundidad del agua allí nunca supera los pocos centímetros. El 12 de septiembre apareció la mochila con la ropa que tenía puesta el 30 de abril –rota, quemada y embarrada–, sus dos teléfonos y su licencia de conducir. El DNI nunca apareció.
Además de tener que desarmar y desmentir las líneas falsas de investigación, los abogados de Cristina soportaron amenazas, cuidaron a los testigos –que vieron a un joven como Facundo ser subido a un vehículo policial en la ruta– del hostigamiento policial, y batallaron con la jueza Marrón y el fiscal Martínez, e incluso con el ministro de Seguridad Sergio Berni, que se posicionaron en abierta defensa de los policías. A la par fueron produciendo pruebas que consolidaron la hipótesis de la desaparición forzada seguida de muerte: registros telefónicos, ubicación de los patrulleros y peritajes en los que aparecieron elementos de Castro: un amuleto, un dije y hasta un cabello. Cristina Castro fue recibida en Buenos Aires por el presidente Alberto Fernández, ante quien denunció que los policías de la Federal tampoco hacían su trabajo, y por el Procurador Eduardo Casal, quien tomó la acusación contra el fiscal Martínez. Así ingresaron al caso los fiscales especiales Andrés Heim y Horacio Azzolín, que desde el primer día se dedicaron a investigar la desaparición forzada de Facundo.
Con voz serena pero firme, Cristina Castro dice: «A Facu lo torturaron porque su ropa estaba perforada, toda rota. Desapareció el 30 pero no sabemos la fecha de su deceso, sigo peleando para que esta gente me diga cuántos días se tomaron para torturarlo hasta su muerte. Eso nos carcome, nos hace pensar en toda la maldad que hay en estas personas, tengo la certeza de que son la vena de la dictadura que no se cerró, no son casos aislados, han arrebatado una vida y han roto la tranquilidad de toda una comunidad que ahora está alerta».

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