7 de julio de 2024
Presidentes, periodistas, artistas y dirigentes políticos son blanco habitual de ataques y descalificaciones por parte del presidente Milei y sus seguidores en las redes sociales.
Medios. Milei con la prensa acreditada en Casa Rosada. Para entrevistas, prefiere periodistas amigos.
Foto: NA
Decir que además de viajar al exterior, el deporte más atrapante para Javier Milei es escribir y repostear textos en la red X es toda una definición sobre el presidente de los argentinos. Y en la previa a la firma del Pacto de Mayo –en julio– no solo tuvo una actividad frenética en su principal canal de difusión, sino que ejerció otro de sus entretenimientos favoritos: la denigración de quienes le resultan desagradables. Todo en el mismo acto, a saber: en la semana en que se reveló su cercana relación con comunicadores que celebran sus medidas de Gobierno en los medios más afines, tuvo nuevos cruces con el primer mandatario de Brasil mientras, en una provocación peligrosa para los intereses del país, programó su participación en un encuentro de la ultraderecha convocado por la familia Bolsonaro en Camboriú y canceló su viaje a la cumbre del Mercosur en Paraguay programada con meses de antelación, según el vocero Manuel Adorni, por «cuestiones de agenda».
La cronología detalla que el 28 de junio el periodista Ariel Lijalad informó en el canal El Destape que había pedido el informe de los visitantes en la Quinta de Olivos y descubrió la presencia simultánea de algunos de los conductores televisivos estrella en los canales más cercanos al Gobierno.
Entre los visitantes, además de Jonatan Viale y su esposa, aparecen Claudio Trebucq, Horacio Cabak y Marina Calabró. Milei respondió el día 30, «con mucho respeto», hubo de reconocer Lijalad, que con «un grupo de amigos nos juntamos a ver en el cine de Olivos óperas de distintos compositores (en especial Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi y Puccini)».
La cuestión que puso en debate Lijalad es un asunto de suma importancia para el trabajo periodístico y que por estos días aparece ignorado: el de la credibilidad. El argumento, de uso en los códigos de ética de la prensa anglosajona, es que si alguien es amigo de una personalidad política, le resultará inapropiado cubrir la información acerca de su gestión. En resumen, «una cosa son los amigos y otra el periodismo honesto».
Milei, en cuanto a este incidente puntual, no dijo más nada. Pero el 1º de julio de alguna manera acusó recibo, descargando su ira sobre otro grupo de periodistas que se fotografiaron en un estadio donde se desarrolla la Copa América, en Estados Unidos
«Fijate de quien inexplicablemente hablan bien y descubrirás todo un mundo nuevo…», dijo al repostear un tuit de alguno de los troll que acompañan su Gobierno, con la imagen de Sofia Martínez, María O’ Donnell, Andy Kusnetzoff y Matías Martin. Una foto, salieron a contar los aludidos, que ese alguien tomó del sitio de Urbana Play, el medio que los contrató para que fueran a cubrir el certamen y que pagó el viaje y la estadía, como corresponde a una tarea periodística.
Entre esas explicaciones, O’ Donnell, que tiene postgrado en la Universidad John Hopkins de EE.UU. y conoce los estándares tanto en la prensa como en el sistema judicial y político de esos lares, dijo que lo de Milei sería «character assassination», asesinato de la reputación. Cuando no se puede contrarrestar un testimonio, se desacredita al emisor. En un tribunal, en un Parlamento o fundamentalmente, en los medios de comunicación.
El batallón
Ese es el estilo habitual de Milei y de su batallón de trolls y seguidores en las redes sociales. El presidente explica su particular encono contra el presidente Lula da Silva, por ejemplo, en que él lo atacó antes y que apoyó la candidatura de Sergio Massa. Una respuesta similar, de alma de cristal a punto de romperse ante cualquier rechazo, es la que les dio a los jefes de Gobierno de España, Colombia y México.
Del mandatario brasileño dijo que era corrupto y comunista y que eso no es mentira, porque Da Silva fue condenado por la Justicia, y que no debería molestarse en que lo tilde de comunista porque «es la verdad». Se podrían responder de dos formas a este brulote. Por un lado, en los espacios de la ultraderecha existe la convicción de que cualquier propuesta de solidaridad social o en defensa de la justicia social es el primer paso hacia el marxismo. Como si tomar un vermouth llevara inevitablemente al alcoholismo. De la misma manera se podría afirmar que quien abomina de los derechos sociales inevitablemente va camino del autoritarismo y el racismo, con lo cual estaría autorizado a decir que el presidente es nazi.
En cuanto a los expedientes que llevaron a Lula a la prisión, si fuera por limpieza de antecedentes, Jair Bolsonaro, además del proceso por el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023 –que se desató mientras se había refugiado en Estados Unidos– tiene en su contra causas por abuso de poder y por la apropiación de valiosos regalos de Arabia Saudita incautados en la aduana brasileña, como un collar, pendientes, anillos y un reloj Chopard, valuados en unos tres millones de euros. Además, la Corte brasileña determinó la irregularidad de las causas contra Lula motorizadas por el exjuez Sergio Moro, quien luego de sacarlo de la carrera electoral, fue ministro de Bolsonaro.
El caso es que entre el 4 y el 7 de julio se desarrolla en Puerto Asunción una nueva Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y, en esta ocasión, Paraguay entrega la presidencia pro tempore a Uruguay. Países ambos gobernados por espacios políticos más bien afines a La Libertad Avanza. Además, con la aprobación de ambas cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional, se completó el proceso de admisión de Bolivia como quinto miembro de esa organización regional. Pero claro, Milei se metió en la interna del movimiento gobernante en el país del altiplano en relación con el intento de golpe que denunció Luis Arce Catacora.
Se entiende entonces que en su primer viaje a un país limítrofe luego de 15 salidas a destinos en Europa, Medio Oriente, América del Norte y Centroamérica, eligiera el balneario brasileño de Camboriú. Allí no tendrá que verse cara a cara con Lula ni con Arce. Aunque desaire a Luis Lacalle Pou y al anfitrión, Santiago Peña.