30 de enero de 2025
Afecto a las puestas escénicas, al negacionismo y a la especulación financiera, el diputado porteño fue expulsado de La Libertad Avanza. Claves de una ruptura anunciada.
En campaña. Marra en 2022, como candidato a jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Foto: NA
Ante todo, un interrogante cabalístico: ¿acaso para el diputado porteño Ramiro Marra, del bloque libertario, había sido un mal presagio que la última sesión del año pasado en la Legislatura de la Ciudad finalizara en los primeros minutos de un viernes 13?
En esa madrugada de diciembre, se aprobó el Presupuesto 2025, enviado por el alcalde Jorge Macri, cuya letra chica incluía un aumento de los impuestos, algo que La Libertad Avanza (LLA) no veía con buenos ojos. Pues bien, Marra se permitió votar por la afirmativa.
Por tal razón, y con una demora de casi siete semanas, la cúpula partidaria resolvió expulsarlo del espacio, tal como lo informa en un comunicado difundido por su cuenta en la red social X durante la medianoche del 29 de enero.
La respuesta del castigado, también por X, fue: «Viva la lealtad. Viva la libertad carajo. Mañana hablamos». A la luz de este epílogo, cobran otra relevancia las sobreactuaciones que Marra perpetró en lo poco que va del año en curso.
Por ejemplo, acababa de trascender que –según estadísticas oficiales– en el ámbito capitalino hay casi 5.000 personas en situación de calle. Eso bastó para que él proclamara por TV: «La calle no es para dormir. Hay que terminar de una vez por todas con esto. ¿Cómo? Levantando a todo aquel que no lo entiende».
Acababa de ser restituida la identidad del nieto 138. Eso bastó para que él se filmara ante un muro del Jockey Club de San Isidro al borrar con pintura blanca un mural alusivo al asunto, que además reivindicaba la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
Acababa de saberse que el Gobierno habilitaría etiquetas dolarizadas en los comercios para así estimular la famosa «competencia de monedas». Ello bastó para que él, siempre acompañado por un camarógrafo, se convirtiera en el primer argentino que saldaba una compra –en este caso, dos kilos de asado y una morcilla, en una carnicería de barrio– con la divisa estadounidense.
¿Acaso su lema es «Figuración o Muerte»? Claro que en esas puestas escénicas, Marra deslizó las aristas más saladas de su ser: una sensibilidad social algo vidriosa, el negacionismo en estado puro y el fervor militante por la especulación financiera.
Pero recién ahora resulta posible que en estas acciones también palpitara un intento desesperado por mostrarse como un cuadro imprescindible de la «batalla cultural», para así atajar su caída en desgracia. Pero algo falló. Aun así, no está de más reparar en semejante personaje.
El amigo de los niños
Lo cierto es que este muchacho de encarnadura retacona y ceño perpetuamente fruncido es para la prensa una fuente inagotable de perlitas. Ningún otro referente de LLA se atrevió como él, en la campaña electoral de 2023, a fomentar el consumo de pornografía entre los niños para reemplazar la ley que reglamenta la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, dado que –según su opinión– «adoctrina» a los alumnos. Con idéntica soltura supo entonces pronunciarse a favor de legalizar el mercado de órganos y la compraventa de bebés.
En aquellos días (siendo candidato a jefe de Gobierno porteño), se viralizó un video en el que aconsejaba a los jóvenes no independizarse de sus padres para ahorrarse el alquiler y los gastos de alimentación. «Qué paguen el costo de haberte traído al mundo porque estaban aburridos», fue su argumento». Y, por si fuera poco, también les recomienda aprovechar el vínculo afectivo con tías y abuelas «para pedir plata prestada sin pagar la tasa de intereses». De hecho, Marra –de 42 años– vivió con sus padres hasta los 35.
Todo indica que las problemáticas de las infancias y de las adolescencias están al tope de sus intereses. En tal contexto, denostó en una entrevista periodística al canal Paka Paka, puesto que «sus dibujitos –de acuerdo con su criterio– bajan ideología». Y, al ser repreguntado al respecto, algo incómodo, farfulló: «No sé… me lo dijo mi mamá, que es profesora de Historia».
Ella, María Cristina Moreiras, es su faro intelectual. Y, dicho sea de paso, aquella señora suele resaltar en las redes sociales plasmando allí retazos de sus convicciones. Por caso, el 7 de mayo de 2013 escribió en Twitter: «Sin cuentas en Suiza, sin mansiones en Madrid ni cajas fuertes fantasmas. Lo demás… pura ficción. Gracias mi Teniente General. QEPD». Se refería al dictador Jorge Rafael Videla, quien ese día había pasado a mejor vida.
En rigor, el padre de Ramiro no ejerció menos influencia en él. Se trata de don Daniel Marra, un avezado jugador del mundillo bursátil al que se asomó durante la época de José Alfredo Martínez de Hoz. En tal marco, tuvo la audacia de montar Bull Market Brokers, una cueva de la City que, a partir del siglo XXI, sería precursora en operaciones por internet. Ahora, ya jubilado el padre, Ramiro y sus tres hermanos –Francisco, Lautaro y María– la conducen.
De modo que, desde una perspectiva socio-histórica, se podría considerar al referente de LLA como un rezagado mojón de lo que Videla denominaba «la cría del Proceso», y que, por carácter hereditario, conserva y honra el pasaporte de la «Patria Financiera». Tenía que aparecer en su camino nada menos que Javier Milei para que para que ambas cuestiones se cristalizaran en el presente.
Del cielo al infierno terrenal
Marra estudió en la Universidad del Salvador, donde obtuvo una licenciatura en Mercado de Capitales. Corría el año lectivo de 2003, cuando le tocó un profesor de Microeconomía que lo subyugaría sobremanera. No era otro que Milei. Sin embargo, tras recibirse, su vínculo con él fue esporádico.
Hasta noviembre de 2018, cuando asistió al teatro Picadilly, en la avenida Corrientes, para ver El consultorio de Milei, una obra interpretada obviamente por su antiguo docente, bajo la dirección de Nito Artaza. Entonces, el trato entre ellos se hizo más frecuente, así como el influjo del economista-comediante sobre su discípulo. Tanto es así que, en 2021, Marra estrenó su propia obra, El show de la guita, en el teatro Premier. Desde la primera fila, Milei aplaudía a rabiar.
A fines de ese año, Marra ganó una banca en la Legislatura porteña. Y en 2023, fue candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad. Las malas lenguas aseguran que, a tal fin, tuvo que aportar de su bolsillo unos 300.000 dólares a las arcas de LLA. Pero en las urnas perdió por goleada.
A solo horas de su entronización presidencial, Milei aún completaba a las apuradas los casilleros vacíos de su gabinete. Lo notable es que aquel casting frenético terminó por excluir al pobre Marra.
Éste llegó a soñar con que su desembolso crematístico para la campaña le valdría, al menos, la jefatura del cuerpo de asesores ministeriales. Pero tuvo que irse del Hotel Libertador con las manos vacías. «Mi objetivo era derrotar al kirchnerismo», masculló, en tal circunstancia a los periodistas, con forzada compostura.
Fue para él como un baldazo de agua fría masticar la certeza de que, tanto Karina Milei como el poderoso Santiago Caputo, lo tenían entre ojo y ojo. De ahí en más, no se la harían fácil. Por lo pronto, ya durante el otoño lograron eyectarlo de la presidencia del bloque libertario de la Legislatura.
La ofensiva del «triángulo de hierro» en su contra ya era un hecho. Pero él «fingía locura», al atribuirla únicamente a «la ambición y a la envidia» de sus rivales internos, según andaba diciendo por ahí. Es que, desde luego, la correlación de fuerzas no lo favorecía como para apuntar sin más hacia «El Jefe» y Caputo.
Aunque, en junio, Marra logró recuperar su sitial en el bloque libertario, poco después lo volvió a perder por obra de la diputada María del Pilar Ramírez, muy cercana a Karina.
La clave de esta trama estaba signada por una paradoja. Mientras la figura de Marra cobraba relevancia mediática por la profusión de sus provocaciones, en ellas subyacía una cruzada secreta, a sabiendas de que la cúpula libertaria estaba por bajarle el pulgar: no convertirse, de un momento a otro, en un cadáver político. A su pesar, el resultado ya está a la vista.
Pero, tal vez, no esté dicha la última palabra. ¿Acaso aquel «mañana hablamos» con el que supo rematar la respuesta a su expulsión no contiene una advertencia? Específicamente, la del hombre que se jacta de saber más de lo debido.