6 de diciembre de 2023
La canciller Diana Mondino ya delineó la estrategia del nuevo Gobierno: alineamiento con el «mundo libre», rechazo a los BRICS y marcha atrás con Brasil y China, denostados en la campaña electoral.
Primer rol. Elegida por Milei, Mondino estará a cargo, en un principio, de los temas diplomáticos.
Foto: NA
El alineamiento de la política exterior del presidente electo Javier Milei ha sido explicitada por él mismo: Estados Unidos, Israel y el «mundo libre», expresión que, además de aludir a un espacio que desinfla su importancia global, es anacrónica, del tiempo de la «guerra fría» y que incluye irónicamente a quienes hicieron y aún hacen que otros países no sean libres.
Para ejecutarla, Milei eligió como canciller para este primer tramo a una cruzada como él, pero más formada: la exdirectora de la agencia de inversiones estadounidense Standard and Poor’s en Argentina y académica de la ultraliberal y ultramonetarista UCEMA, Diana Mondino. Ella es economista y bien podría ocurrir que una vez que los argentinos sufran el ajuste brutal que anuncian y que otro haga el trabajo sucio, la cordobesa cambie de Palacio: del San Martín al de Hacienda. No sería original. Economistas como Domingo Cavallo, Roberto Lavagna o Martín Redrado, para citar casos conocidos pero diversos entre sí y con distintos Gobiernos, pasaron también por el manejo de temas diplomáticos antes de ir a Economía o al Banco Central, siendo canciller del menemismo el primero de los citados, antes de crear el Plan de Convertibilidad en Economía; negociador del Mercosur con Raúl Alfonsín en el caso de Lavagna, antes de ser ministro con Néstor Kirchner, o secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales del duhaldismo y primer kirchnerismo el «golden (ex)boy».
Mondino ya delineó cómo sería su estrategia. No al BRICS, porque está en las antípodas de su ideología y de la reconfiguración global en marcha, siendo ella soldado fiel del capitalismo occidental financiero y más concentrado. En todo caso, dijo, prefiere relaciones radiales con algunos de los países que integran ese bloque, en particular Brasil y China, pero solo por razones comerciales. Milei había dicho que rompería con ellos por ser comunistas, tener líderes ladrones y otras lindezas. Pero, ay, son el primer y segundo socio comercial del país y miles de empresas y millones de trabajadores hoy dependen de esos negocios bilaterales, así que reculó un poco.
Algo similar ocurrió cuando en Brasil gobernaba Jair Bolsonaro, que profesa admiración por Milei y viceversa. Cuando el exmilitar ultraderechista, que por segundo nombre adoptó el de «Messías», asumió la presidencia, tenía un discurso fuertemente antichino y de alineación total con Donald Trump, otro amigo del «libertario» argentino. Pero la burguesía brasileña lo puso en caja, además de que Trump perdió contra Joe Biden y las cosas cambiaron en el hemisferio. Aquí, en Argentina, la diferencia pueda ser que, o bien no hay burguesía, o que la poca que hay es mucho menos nacionalista que la que tiene eje en San Pablo. Aunque la política económica (y exterior) del inminente Gobierno pueda hacer desaparecer a miles de fábricas y comercios, se sabe que una parte importante del empresariado argentino no aprende nunca, tiene mala memoria o prefiere perder y practicar tiro a los pies antes que ceder a que el Estado lo oriente, lo discipline o mucho menos lo controle, que es lo que hicieron todos, sin excepción, los Estados de países que se desarrollaron.
Johannesburgo. El encuentro de los BRICS, en agosto, donde se anunció la incorporación de Argentina al bloque.
Foto: Getty Images
Altos costos
Dejar de estar en los BRICS ampliados es perderse la oportunidad de incidir en relaciones internacionales multilaterales, participar del nuevo mundo que alumbra o, nada menor, acceder a financiamiento mucho más positivo antes que el tóxico y condicionante de los organismos del tipo FMI o Banco Mundial. Pero es lo que se decidió.
Tampoco el Mercosur puede esperar de la Argentina que viene una propuesta de profundización y mejora, sino de mera plataforma de «libre comercio» e importadora básicamente. El destino exportador de un país gobernado por quienes jamás hablan de desarrollo productivo, de ciencia y tecnología aplicada a la industria, de innovación, de pymes y de empleo, etcétera, es solo el de ser proveedor de materias primas, como quiere el poder global concentrado, que es el que aúpa al «libertario» argentino.
En otro orden diplomático, Milei también se arrepintió de sus insultos al papa Francisco, lo cual no es importante en materia económica, solo en lo simbólico, pero que evidentemente no le hizo mella en materia electoral. La opción «religiosa» del futuro mandatario es la extrema derecha judía, con la que ha explicitado sus lazos, en parte a través de quien será su embajador en Washington, Gerardo Werthein, hombre del movimiento Lubavitch.
Para el armado de la política exterior, Mondino ya tiene a algunos colaboradores. Se espera que su segundo en Cancillería sea Leopoldo Sahores, exsecretario de Asuntos Latinoamericanos con Mauricio Macri (ese cargo lo ocuparía desde el 10 de diciembre Mariano Vergara, exembajador en Armenia) y hasta a hora embajador en Pakistán. El jefe de gabinete de la ministra sería Federico Barttfeld, exembajador en Singapur y miembro de la Fundación Argentina Global que dirige el exsecretario de Asuntos Estratégicos de Macri, Fulvio Pompeo. Todo huele muy PRO, Cambiemos y liberal, como corresponde a la etapa. Georgina Fernández Destéfano, actual cónsul en Washington, sería la recomendada por Jorge Faurie para la Dirección Nacional de Ceremonial, que tan bien conoce el excanciller de Macri y hoy colaborador de Milei.
Y para la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales, donde termina su mandato Cecilia Todesca Bocco, podría ser Marcelo Cima, egresado de la UCA y exembajador ante la Unión Europea, con la que está pendiente la negociación del Mercosur que Alberto Fernández ya anunció Argentina no firmará por las ventajas que buscan forzarse los europeos. Igual postura tiene Lula, y la harán sentir cuando esta semana se reúna el Mercosur. En cambio, Mondino sí podría firmar un acuerdo que así como está tiene la cancha muy inclinada para la UE.
Rumbo al 10 de diciembre
Una foto que dirá bastante de la política exterior de Milei será la de los invitados extranjeros a su jura, alrededor de veinte. Vendrán algunos jefes de Gobierno, entre ellos el premier húngaro Víktor Orbán, exponente de la ultraderecha global, el presidente salvadoreño Nayib Bukele, de la misma línea, o también Santiago Abascal de VOX de España, el propio Bolsonaro y, quizá –al menos fueron invitados– Trump, es decir, una ristra de dirigente de lo que expertos en relaciones internacionales bautizaron ya como la «Internacional reaccionaria», que gusta blandir políticas exteriores conspiratorias. China, Rusia y Estados Unidos no enviarán a sus líderes, sino a funcionarios ministeriales. Lula da Silva de Brasil no vendrá porque si bien fue invitado por carta respetuosa de Milei, no hubo una disculpa directa por su insulto. Y sí confirmaron, de la región, el presidente chileno Gabriel Boric, el uruguayo Lacalle Pou y el paraguayo Santiago Peña, más otros de Centroamérica. Estarán en el Congreso de la Nación, en la ceremonia posterior que aún falta definir si será en el Museo del Bicentenario o en el CCK (al que los futuros gobernantes dan vueltas en mentar o le dicen «viejo Correo») y algunos se quedarán a la noche para una velada en el Teatro Colón, cierre de un día que inaugurará una etapa novedosa para la Argentina.
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