15 de abril de 2024
La profundización del ajuste económico y sus consecuencias sociales aceleran los tiempos para la articulación de sectores opositores al Gobierno. Incipientes convergencias al ritmo de la crisis.
Diputados. El tratamiento del DNU 70/23 puede reacomodar a algunos legisladores.
Foto: HDCN
Todavía es apresurado afirmar que el Gobierno de Javier Milei logrará consolidar una hegemonía política que lo transforme en un ciclo histórico. El alfonsinismo fue un ciclo; el menemismo, también. Después vino el más extenso y exitoso de todos, los 12 años de kirchnerismo. No puede decirse lo mismo de la breve presidencia de Fernando de la Rúa; tampoco de la gestión de Mauricio Macri y Alberto Fernández. Estos últimos terminaron su mandato, pero no pudieron consolidarse como para plasmar un ciclo histórico. Es un enigma qué lugar le dará el tiempo a la experiencia de La Libertad Avanza, que combina extrema derecha con extrema improvisación.
A pesar de esto, la velocidad y ferocidad del ajuste aplicado por el Gobierno nacional ha empujado de manera prematura un proceso de reordenamiento de los alineamientos políticos. Había ocurrido durante el menemismo y el kirchnerismo. Sectores que habían sido adversarios se aliaron y viceversa. Lo llamativo en este caso es la velocidad a la que se mueven los acontecimientos.
Movida radical
La fuerza en la que más se evidencia esta fricción es la Unión Cívica Radical (UCR). En la cultura política del radicalismo, el presidente del Comité Nacional es una figura central. En ese sentido, los «boina blanca» son muy distintos a los peronistas, donde lo que pesa es el poder territorial de cada cacique.
Martín Lousteau conduce el Comité Nacional de la UCR y a esta altura ya se lo puede ubicar en las filas del antimileísmo. Votó en contra del mega DNU en el Senado mientras la mayoría de sus compañeros de bancada lo hicieron a favor. Sus intervenciones públicas son para cuestionar la gestión del presidente, al que califica de «insensible». En la misma línea está el neurólogo y diputado nacional Facundo Manes y una serie de legisladores que lo acompañan, como Carla Carrizo. La línea «alfonsinista» del radicalismo hoy es minoría dentro del partido y en los bloques del Congreso, pero conserva un peso específico.
En otro archipiélago de la política puede encontrarse la misma fragmentación de posiciones. El bloque Hacemos Coalición Federal lo conduce Miguel Pichetto, peronista y excandidato a vicepresidente de Mauricio Macri. La bancada tiene 22 diputados. Sin embargo, en ese conteo hay 6 de la Coalición Cívica, 2 del socialismo santafesino; y figuras como Natalia de la Sota y Margarita Stobizer, que con diferentes tonalidades se han ubicado en la vereda del antimileísmo. Stolbizer, por supuesto, con la intensidad que su ferviente antiperonismo le permite.
En el caso de la Coalición Cívica hay que remarcar las declaraciones que viene realizando Elisa Carrió, fundadora y líder de esa fuerza. Sostuvo que el Gobierno del Milei es el más «anti clase media de la historia». En boca de Carrió esa definición tiene un valor especial. La exdiputada nacional, de cuna radical, ha basado su estrategia política en ser una representante del imaginario y los anhelos de este sector social. No sería inteligente subestimar su olfato para percibir hacia dónde se inclina esa franja de la sociedad.
El caso de Natalia de la Sota merece una mención. La hija del cacique cordobés ya había jugado fuerte con Sergio Massa en el balotaje de noviembre de 2023 que terminó ganando Milei. Es parte de ese peronismo cordobés que se fue volviendo antikirchnerista al calor de varios conflictos, que incluyeron la Resolución 125 y la huelga de la policía cordobesa en 2013, que fue el punto de ruptura más profundo. Ahora, los torrentes abiertos por Milei empujan la confluencia de una parte del cordobesismo con el kirchnerismo.
Unión por la Patria, en tanto, es el corazón de la oposición al Gobierno, pero no ha podido escapar del realineamiento general. El acuerdo del gobernador tucumano, Osvaldo Jaldo, con el presidente Milei implicó que el bloque de UxP perdiera tres diputados y redujera su volumen a 99 bancas.
La confluencia de los espacios antimileístas es compleja. Hay fuerzas que también fueron profundamente antikirchneristas y a las que la acusación de ser «funcionales a los K» les pesa mucho, en especial si se hace desde los medios de comunicación dominantes. Este es uno de los puntos que obliga a un trabajo sigiloso y centrado en cada batalla para que no parezca una alianza de largo aliento, al menos por ahora.
Lousteau. El titular del Comité Nacional de la UCR no cuenta con respaldo mayoritario en el partido para confrontar con La Libertad Avanza.
Foto: www.ucr.org.ar
Diferencias con los 90
Alguien podría pensar que el Gobierno de Milei está reuniendo sectores que también habían confluido contra la gestión de Carlos Menem. Un afluente del antiperonismo «progre» con vertientes del campo nacional-popular. Esta descripción tiene un problema central: la mayoría del peronismo ahora está en la oposición, lo que no ocurrió durante el menemismo, donde fueron los ocho diputados peronistas liderados por Carlos «Chacho» Álvarez los que abrieron una hendija en el apoyo casi total que el riojano tenía en el Partido Justicialista.
El Gobierno de Milei está cada vez más enraizado a la línea histórica de las administraciones antiperonistas. La gestión de La Libertad Avanza reivindica a la última dictadura militar y desprecia cualquier idea de equidad, desde la justicia social hasta la igualdad de oportunidades que brinda la educación pública, un valor que defendían los líderes del siglo XIX que el presidente dice admirar.
El extremismo es uno de los motivos que empuja que expresiones políticas que forman parte de la argentina antiperonista se pongan en la vereda opuesta a la de Milei. Hay un segmento en ese núcleo que cree en la igualdad de oportunidades y en la importancia del Estado para garantizar pisos mínimos de inclusión social.
Incluso en el PRO surgen voces críticas al Gobierno nacional. La del exjefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta es la más notoria, pero en la misma línea está quien fue ministro de Cultura durante la presidencia de Macri, Pablo Avelluto. Son expresiones por ahora marginales del partido amarillo, que en su mayoría está alineado con la gestión de La Libertad Avanza.
Los números
Estos espacios políticos tienen un peso cuantitativo. El rechazo al DNU 70/23 en el Senado mostró una confluencia en la que tuvieron un lugar central los partidos provinciales y posiciones como la de la cordobesa Alejandra Torres, que se abstuvo en la votación, lo que le costó que echaran a su marido, Osvaldo Giordano, de la dirección de la Anses. Ahora el DNU está pendiente de tratarse en la Cámara de Diputados. El poroteo inicial indica que hay un piso de 109 votos en contra. Está conformado por los 99 de UxP, a los que se suman cinco del Frente de Izquierda, dos del socialismo santafesino, dos santacruceños que responden al gobernador Claudio Vidal, y Natalia de la Sota. Según este conteo les faltan 18 voluntades para rechazar el megadecreto. La expectativa es que esos votos surjan de los otros sectores del incipiente antimileísmo.
No ocurre lo mismo con la nueva versión de la Ley Ómnibus. El Gobierno cambió de estrategia. Además de acortar buena parte de las facultades delegadas y reducir la cantidad de empresas que se podrían privatizar, está incorporando propuestas de otros bloques, como la que acercó una parte de la UCR para la reforma laboral.
La formación del antimileísmo, que acerca fuerzas que en otro momento fueron adversarias, es todavía germinal. La velocidad de su consolidación dependerá del ritmo que siga adquiriendo la crisis económica y social empujada por un ajuste sin precedentes.