28 de julio de 2024
Javier Milei y su hermana Karina sostienen una encarnizada batalla de poder con la vicepresidenta, quien alienta un proyecto personal y cuenta con apoyos de aliados del Gobierno. El rol de Macri.
Desconfianza mutua. El presidente no le entregó las áreas de Defensa y Seguridad a la vice, a contramano de lo anunciado en la campaña.
Foto: NA
En ciertos contextos podría pensarse que la interna entre Javier Milei y Victoria Villarruel está coordinada. Sería algo así como el juego del policía bueno y el malo. (En este caso podría ser el del malo y el peor). Villarruel construyó un perfil propio desde antes de que la Libertad Avanza se impusiera en el balotaje y conquistara la Casa Rosada. En noviembre del año pasado hizo un acto en el que estrenó su logo: era una V corta color fucsia con una bandera argentina en un extremo y a un costado escrito: Victoria Villarruel. El gesto no pasó desapercibido para ningún actor político, pero especialmente para los hermanos Milei, ya que Karina, «El Jefe», como le gusta llamarla el presidente, es quien más desconfía de la presidenta del Senado.
Milei le devolvió gentilezas a su compañera de fórmula. La dejó sin ningún poder en el Gabinete. Durante la campaña, cuando ambos se paseaban juntos por los canales de televisión desplegando su romance político, el actual presidente prometía públicamente que Villarruel manejaría las áreas de Seguridad y Defensa. Nada más y nada menos. Esos dos puestos estratégicos terminaron en manos de Patricia Bullrich y Luis Petri, la fórmula de Juntos por el Cambio que quedó tercera en la primera vuelta. Villarruel terminó limitada a «tocar la campanita» del Senado.
Con esa campanita se encargó –y se encarga– de acentuar su propio perfil, su propio poder. Tiene la mira puesta en ese lugar en que la posaron todos los vicepresidentes a lo largo de la historia argentina: el Sillón de Rivadavia. Está tan cerca, a un pasito nomás. La tentación resulta irrefrenable.
Heridos y unidos
En la génesis de su construcción de poder Villarruel tiene un aliado clave. Se llama Mauricio Macri. Los terminó de unir la misma decisión presidencial. Al posicionar en un lugar estratégico a Bullrich, Milei metió la cuchara en la interna entre la ministra de Seguridad y el expresidente por la conducción del PRO. Dos heridos por la misma jugada de ajedrez que se reunieron a lamerse las heridas, decepcionados por un Milei que tiene más olfato del que podría pensarse a primera vista. Con esa movida debilitó a las dos personas que de alguna forma pretenden disputarle cuotas de poder.
Sin embargo, el punto de inflexión en la relación de la fórmula ganadora en las elecciones del año pasado fue a mediados de marzo. Se produjo con la revisión del mega DNU 70/23, con el que el presidente se propone hacer retroceder a la Argentina al siglo XIX. El decreto estaba en la Cámara Alta para ser tratado. Había pasado el trámite de la Comisión Bicameral. Ante la presión de senadores de diversos bloques, que en diciembre habían sido aliados de la vice para repartirse la conducción de las comisiones estratégicas, Villarruel decidió habilitar la sesión el 14 de marzo. El Senado rechazó el DNU por 42 votos. Solo hubo 25 a favor y 8 abstenciones. «Yo no sé si Villarruel no está conspirando», declaró al día siguiente el diputado José Luis Espert, que ya había vuelto a ser un aliado total del presidente.
La vice ensayó una respuesta un tanto ambigua. Dijo que su lealtad con la Argentina y con Milei eran «inquebrantables», pero que el Senado era «la casa de las provincias» y que no había «libertad y democracia sin instituciones». Desplegó en un video de 60 segundos su principal carta de diferenciación. Se mostró como la figura institucional del Gobierno conservador. Nada de anarcocapitalismo, demolición del Estado y demás extravagancias. Un Estado conservador y reaccionario, como corresponde a un proyecto de la derecha local.
Dicen en el Gobierno que ahí se terminó de resquebrajar el vínculo. Especialmente Karina Milei confirmó todas sus sospechas. Villarruel tiene un proyecto de poder propio y entre las fichas que pone sobre el tablero está la de mostrarse como el «reemplazo racional» de su hermano. Es una estrategia que tiene una línea borrosa entre ser la bombera que está preparada para apagar el incendio y, al mismo tiempo, la pirómana que lo provoca.
París. La secretaria general de la presidencia en el Palacio Eliseo, antes del encuentro de su hermano con Macron.
Foto: Getty Images
Los desplantes siguieron. Los diputados y senadores se habían aumentado las dietas –también durante la primera quincena de marzo– respetando una reglamentación que se hizo durante el Gobierno de Cristina Fernández y que ató los sueldos de los parlamentarios a las paritarias de los empleados. La medida generó repercusión mediática. Milei pidió públicamente que se diera marcha atrás bajo el mantra de «no hay plata». Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados, obedeció de inmediato. Villarruel se tomó más tiempo para acatar y además cuestionó la postura presidencial. En una entrevista televisiva dijo que, si los sueldos de los senadores no eran acorde a sus responsabilidades, «solo los ricos se van a dedicar a la política». Y un mes después habilitó un proyecto sobre tablas para que sus colegas de Cámara se aumentaran las dietas.
El fantasma
Así estaban las cosas cuando llegó el «escándalo» del jugador de la selección Enzo Fernández por la canción racista contra la selección francesa que difundió en redes sociales. La defensa al volante que hizo Villarruel, reivindicando la «argentinidad» y esgrimiendo un discurso anticolonialista, fue a pocos días de que Milei concretara su viaje a Francia. La tensión subió tanto que «El Jefe» tuvo que trasladarse a la embajada francesa para pedir disculpas por el tuit de la vice.
El vocero presidencial Manuel Adorni se ocupó este viernes 26 de julio de aclarar que Milei y su par francés, Emmanuel Macron, hablaron sobre el «desafortunado» tuit de la vicepresidenta respecto del cántico de la selección y que Macron agradeció el gesto de la secretaria general de la presidencia.
Las tensiones entre el presidente y su vice son un clásico de la política argentina, especialmente en el período democrático iniciado en 1983.
Este Gobierno no es la excepción. Villarruel tiene su juego. Construyó su propio vínculo con el poder económico de la mano de Macri y con el poder territorial de los gobernadores de todos los colores políticos.
Las encuestas, además, la muestran menos desgastada que Milei en la opinión pública. Esto fortalece el fantasma que recorre de manera constante la Quinta de Olivos desde el 10 de diciembre de 2023: que la vicepresidenta se propone como recambio ante una posible crisis y que, en parte, desea.