Política | ATAQUE A LA MEMORIA

Multiplicar a Bayer

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Adriana Meyer

El Gobierno, a través de Vialidad Nacional, intentó demoler el recuerdo y la obra del periodista y escritor. El efecto logrado fue el contrario, un estímulo a la rebeldía y la esperanza.

Ruta 3. En el Puesto Güer Aike, ubicado en la entrada a Río Gallegos, capital santacruceña, estaba el monumento derribado por Vialidad.

Foto: Captura de pantalla


La política oficial de demoler al que piensa distinto se cobró una nueva víctima. La Dirección de Vialidad Nacional, en lugar de arreglar las rutas, cuyo deterioro pone vidas en riesgo, destruyó el monumento en homenaje al periodista, escritor e historiador Osvaldo Bayer, ubicado en el ingreso a Río Gallegos, en una rotonda de la Ruta Nacional 3. Los múltiples y numerosos repudios por la destrucción de la obra con la imagen de su rostro, realizada por el artista Miguel Jerónimo Villalba, no hizo más que agrandar aún más la memoria del autor de Los vengadores de la Patagonia trágica.

La negra chapa que recortaba los rasgos del escritor sobre el cielo y el horizonte patagónico había sido una creación colectiva de los numerosos grupos de vecinos de pueblos y ciudades de la Patagonia que le quisieron rendir homenaje a Bayer y a los miles de obreros en huelga que fueron fusilados en 1920 por el Ejército, junto a la Mesa Provincial por las Huelgas Patagónicas y la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Cruz. Las autoridades de Vialidad adujeron que no había permiso para que la obra estuviera en ese sitio, un ingreso a la capital provincial a pocos pasos del puesto de Gendarmería, donde los vehículos deben detener su marcha. Luego los funcionarios salieron a decir que la trasladarían, pero por las dudas Villalba reclamó los restos de su obra.

La hija del escritor, Ana Bayer, convocó a un acto de desagravio que se concretó el mediodía del miércoles a los pies de la estatua de Julio Argentino Roca, un monumento que su papá quería sacar del microcentro porteño por considerar que Roca había sido el genocida de los pueblos originarios de la Patagonia.

«Cuando recién comenzaba la democracia, en el 84, hubo muchos actos de reivindicación obrera por los desaparecidos en fábricas como la Ford o Mercedes Benz, y cuando volvía de uno al que había sido invitada lo conocí en el colectivo, nos pusimos a conversar. Era eso Osvaldo, un tipo humilde de pueblo que no pedía un transporte especial para ir a hablar a un acto», recuerda ante Acción la comunicadora feminista y militante de derechos humanos Liliana Daunes. Con los años se volvieron a cruzar muchas veces, una de ellas en su casa, a la que él mismo llamaba El Tugurio. «Era rebelde y anarco, pero también era pícaro, una vez que le fui a hacer una nota me contó que todas las noches antes de ir a dormir le daba un beso a la foto que tenía de Marlene Dietrich», contó Daunes sobre Bayer, referente de la intelectualidad combativa fallecido el 24 de diciembre de 2018.

La locutora cree que como Bayer era anarquista se hubiera reído de la demolición de su monumento. Sin embargo, afirma que «esto es parte del salvajismo de esta gestión, y aún hay quienes creen que como llegó por las urnas dudan en calificarlo como facista». Daunes cuenta que «Osvaldo tenía esa cosa de la complicidad, siendo anarquista respetó todas las luchas y acompañó las que tenían que ver con el pueblo, no las dejó solas nunca, discutía con quienes creía que estaban equivocados; él no fragmentaba, sin cambiar su pensamiento apoyaba a quienes luchaban».

Honestidad brutal
El periodista Alejandro Bercovich dedicó gran parte de su programa de radio del miércoles pasado al episodio y, como una buena excusa para difundir la obra de Bayer, regaló varios de sus libros entre los oyentes. En su editorial lo llamó «libertario de verdad», en contraposición al «libertario» Milei. Invitado en el estudio, el historiador Bruno Nápoli, quien trabajó 20 años con el escritor, lo definió como «el hombre más echado del país, lo echaban de todos lados por sus principios». Acaso la expulsión más contundente haya sido la de la dictadura, que quemó parte de su obra y lo obligó a exiliarse en Alemania. «Tenía una humildad que te ruborizaba, una honestidad brutal», dijo.

Nápoli recordó que en sus últimos tiempos, estaba en el hospital ya bastante perdido, «pero su cuerpo seguía hablando con la memoria de un anarquista». Un día, junto a su cama, vió que Bayer dividía la comida que le había llevado la enfermera en dos porciones, para convidarle, y después pidió vino. «Cuando le expliqué que ahí no servían alcohol me dijo “a este boliche no venimos más”», evocó el historiador. Y recordó que en su periódico, La Chispa, Bayer escribió sobre el robo de las tierras mapuches de Cushamen, adonde siete décadas más tarde iría otro anarquista y sería desaparecido, Santiago Maldonado.

Mientras la imagen de la retroexcavadora rompiendo la cabeza de Bayer invadía las redes sociales provocando indignación, el profesor Fernando Signorini, ex preparador físico de Diego Maradona, llamaba a Nápoli para decirle «viste qué bueno lo que pasó». A su interlocutor no le pareció tan positiva la demolición de la escultura, pero Signorini le replicó: «Ahora lo van a leer todos».

La vocación de reescribir la historia del Gobierno de Javier Milei a golpes de máquinas viales también quitó el cartel que rezaba «Bienvenidx, usted está ingresando a la tierra de La Patagonia Rebelde», como si así se pudiera borrar la sangre de aquellos que Osvaldo Bayer reivindicaba. Este hombre, que lamentaba no haber sido poeta, tuvo su faceta periodística y también sindicalista. «El periodista debe manejarse por la ética, cuidar la verdad y estar siempre del lado de los que sufren», escribió sobre el oficio de informar.

En 2015, Ediciones Continente publicó Los cantos de la sed, los poemas de juventud de Osvaldo Bayer, escritos entre 1949 y 1951, cuando tenía poco más de 20 años. Antes solo habían sido editados en Italia, con ilustraciones de su hija Ana. El libro cuenta con dos prólogos, uno de Horacio González y otro de Rodolfo Braceli. De ahí, Daunes rescata para Acción este poema, porque todo intento de borrar a Bayer lo multiplica.

Por qué regresas 
barrilete?
¿Ya no besan
las hojas del cielo
tu cola de género
y tus barbas
al viento… ?
He regresado,
con el dulzor lechoso del violín lejano,
filoso atardecer en mi pesado paso,
niñez vacía en las ciegas caras de los dados.
No hay flores ni cantos en mi regreso;
pero corre en mis manos la savia del heno
en mis pupilas el arroyo moja el eco
de soles, praderas, mejillas y espejos.
La sonrisa de un pájaro de verde barro,
recorta musgosa la sombra de mis pasos;
con guiños traviesos, tiñen los tristes años
la cara del tiempo viejo y pasado.
El camino me abraza en su gris empeño,
me prende sus temores y mi antiguo miedo.
Busca mi frente en el aroma de sus setos
olvidar el ayer del pasado soneto…

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