Política | DERECHOS HUMANOS

Nieta 139 y contando

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Adriana Meyer

«Esta es una lucha colectiva», dijo Estela de Carlotto en el anuncio de una nueva recuperación de identidad. Pese al negacionismo activo del Gobierno, la verdad se abre camino de la mano de las Abuelas. 

Esperanza sostenida. La restitución fue posible gracias al trabajo de la Conadi y del Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado.

Foto: NA

En la noche oscura del negacionismo y la apología de la dictadura como políticas del Estado libertario, volvió a aparecer una luz clara y nítida. Las Abuelas de Plaza de Mayo encontraron a su nieta 139, nacida en cautiverio entre enero y febrero de 1978. Es la hija de Noemí Beatriz Macedo, quien nació en 1955, en Mar del Plata, le decían Noe o Negrita, trabajó en una ferretería y militó en el Partido Comunista Marxista-Leninista (PCML). La secuestraron junto a su pareja Daniel Alfredo Inama –a quien llamaban el «Pelado», Pablo o «el Loco»–, entre el 2 y el 4 de noviembre de 1977 de un departamento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En esa jornada también secuestraron a Teresa Galeano, Jorge Giorgieff, Beatriz Longhi y Oscar Ríos. Todos permanecen desaparecidos. La nieta 139 fue identificada gracias al trabajo de la Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) y al Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (Ruvte), cuyos trabajadores están siendo despedidos, tal como sucede en la secretaría de Derechos Humanos y en el Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex ESMA.

Allí la desazón por la pérdida de puestos de trabajo dispuestos por el gobierno de Javier Milei cedió un rato ante las risas y llantos emocionados de alegría por una nueva recuperación de las Abuelas, a apenas tres semanas de la anterior. Allí habló su presidenta, Estela de Carlotto. «Inexorablemente, la verdad sobre los crímenes de la dictadura sigue saliendo a la luz», dijo. «No hubiéramos podido lograr nada solas, esta es una lucha colectiva. La continuidad de las políticas de Estado de Memoria, Verdad y Justicia son fundamentales para terminar con delitos de lesa humanidad, como lo son las apropiaciones de nuestras nietas y nietos», apuntó. Estaba rodeada de otras Abuelas y de nietos y nietas recuperadas.

Miguel «Tano» Santucho, hermano del nieto 133, Daniel Santucho, expresó su emoción ante Acción. «Es un día de intensas sensaciones, de gran alegría por haber encontrado una nueva hermana, el colectivo de búsqueda está festejando, la emoción que compartió recién Ramón (Inama) me hizo revivir la mía», manifestó. «Esto es muy importante en momentos en que se tratan de borrar las políticas de Memoria, Verdad y Justicia; esto pone en evidencia lo necesarias y reparadoras que son, y para nosotros que nos dedicamos 24 horas al día al compromiso de encontrar hasta el último nieto y nieta significa la satisfacción de seguir avanzando en este largo camino hacia ese objetivo», agregó. El Tano Santucho espera que «esas fuertes emociones hayan traspasado las cámaras, porque es algo muy sanador estar todos juntos y poder darnos cuenta de lo vital y necesario de esto, de cómo cambia la vida de la nieta y también de la familia que la buscó y su entorno, nos sentimos plenos porque estamos haciendo lo que debemos».

Santucho se mostró sorprendido por la cantidad de gente que acudió para el anuncio en la Casa de la Identidad, en la ex ESMA. «Esperemos que esto sirva para que otros y otras puedan encontrar el camino de la verdad, puedan resolver esas dudas existenciales, aplaudo a todos los compañeras y compañeros que trabajaron el caso e hicieron posible este encuentro, son trabajadores y trabajadoras comprometidos con un objetivo que no es cuantificable en términos monetarios o materiales, algo que pareciera que hoy es lo único que vale», cerró.

Hermanos
«En La Plata buscamos muchísimo a esta hermana. Y pensamos que habíamos agotado todas las instancias, que era un caso cerrado. Sin embargo, las Abuelas nos demuestran 139 veces que nunca es la última esperanza. Esto es un acto de justicia, una reparación, una certeza. Hoy alguien más puede decir quién es porque lo sabe, porque es la verdad, porque Daniel y Noemí la desearon, la quisieron y es justo por ellos que hoy sea un día mejor», destacó Ramón Inama, hermano de la nieta 139 y uno de los fundadores de H.I.J.O.S. La Plata. En 2019 le había escrito la «Carta abierta y desvelada a un hermano o hermana», a partir de su participación en Teatro x la Identidad.

Antes de su secuestro y desaparición, Daniel Inama tuvo dos hijos, Ramón y Paula, que se criaron juntos por el buen vínculo entre sus madres y quienes siempre supieron del embarazo de Noemí. Ellos llevaron adelante la larga búsqueda. «Mi viejo y Noemí se conocieron en Mar del Plata, militando en ese partido que era una organización política maoísta, muy pequeña, que fue diezmada», contó Inama. «Esa organización tiene muchísimos desaparecidos, militantes revolucionarios que dieron la vida por lo que creían. Noemí y Daniel son un ejemplo de eso, dos personas comprometidas con su realidad y con ganas de vida», afirmó en la conferencia de prensa.

La madre de Daniel, Lucila, vivió toda su vida en La Plata y nunca dejó de buscar a su nieto o nieta. «La desaparición de su hijo fue un golpe muy duro. A partir de ese momento, cada cumpleaños, cada fiesta, tuvo una carga de dolor y de tristeza. Falleció el 20 de abril de 2013 en la trágica inundación de La Plata», recordó Carlotto.

Manuel Gonçalves Granada –nieto restituido 57, miembro de la Comisión directiva de Abuelas y secretario ejecutivo de la Conadi– explicó que recibieron información sobre el caso de manera anónima y que la sistematizaron para iniciar la investigación que concluyó con la verificación del Ruvte. La mujer –cuya identidad aún no trascendió– fue convocada por la Conadi en noviembre de 2024. Ella accedió a concurrir al Banco Nacional de Datos Genéticos para dejar su muestra de ADN. «Ayer (por el martes 20), el Banco confirmó que es hija de Noemí y Daniel y la Conadi volvió a contactarla para comunicarle la feliz noticia», indicó Gonçalves Granada. Abuelas estima que son más de 300 los niños y niñas apropiados durante la dictadura. Cuando los apropiadores son policías o militares, las denuncias anónimas pueden surgir de las propias filas o entornos.

La militancia de derechos humanos, que un día antes había abrazado el predio donde funcionó uno de los centros clandestinos más grandes de la dictadura en repudio por los despidos y el vaciamiento, acudió al hall central para cambiar el número 138 a 139 en la cartelera de la entrada, y luego todo fue abrazos entre sí. «En tiempos donde la crueldad está de moda y rige las acciones del gobierno mileísta, estos encuentros son una inyección de energía para seguir resistiendo», fue la sensación que repetían.

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