Política | Juicio por Lucas González

Otra vez el gatillo fácil

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Adriana Meyer

El cruel asesinato de un joven que volvía de jugar al fútbol con sus amigos y la cadena de encubrimiento a sus responsables están en el banquillo del Tribunal.

Noviembre de 2022. Familiares y amigos de Lucas realizaron un acto frente a Tribunales para exigir justicia.

Foto: Télam

«Nosotros tenemos la verdad, ellos para mi hijo tenían las balas», dijo Héctor, el papá de Lucas González, en el comienzo del juicio oral y público a los policías que lo mataron en Barracas el 17 de noviembre de 2021. Esa mañana una brigada de civil integrada por tres agentes interceptó al auto Volkswagen Suran en el que viajaban Lucas, de 17 años, y tres de sus amigos luego de un entrenamiento en Barracas Central y los baleó sin mediar respuesta.
Desde el 15 de marzo, Gabriel Isassi, Fabián López y Juan José Nieva están sentados en el banquillo junto a otros once comisarios, subcomisarios y oficiales de la policía porteña acusados de encubrir el crimen, de detener ilegalmente a los tres amigos que viajaban con el chico y de torturas. «Me encierra el auto y se bajan con un arma y creo que me van a robar; empiezan a disparar, lo que hago es volantear y subirme a un cordón», relató Julián Salas, uno de los sobrevivientes. En tanto, los policías que ya declararon aducen que fueron ellos quienes cruzaron su auto y que se vieron obligados a actuar en «legítima defensa».
El caso de Lucas González es uno de los más resonantes dentro de una larga lista de abusos policiales en territorio porteño. A pocos años de su creación, la Policía de la Ciudad es, comparativamente, más letal que la bicentenaria bonaerense. Según el último informe de la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional), de los 172 casos de gatillo fácil ocurridos desde el 10 de diciembre de 2019 hasta el 31 de diciembre de 2022 a manos de la Policía de la Ciudad y la Policía Bonaerense, 63 fueron cometidos por la primera, y 109 por la segunda. Pero la Policía de la Ciudad tiene poco más de 25.000 efectivos, mientras su par provincial supera holgadamente los 100.000. Es decir, la policía bonaerense supera cuatro veces la dotación de la Policía de la Ciudad, pero es responsable del 63,3% del total de fusilamientos del año, mientras la porteña, con la cuarta parte de efectivos, cometió el 36,7%.

¡Corré, pibe!
La mamá de Lucas, Cintia Janina López, siempre le decía que confiara en la policía. Fue la primera en declarar, con pausas porque no podía evitar el llanto, en la segunda audiencia del proceso que lleva adelante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOCA) 25, con un ritmo lento que llevaría a su culminación a mediados de julio o agosto, y que se desarrolla en la sala Auditorium de los tribunales federales de Retiro.
«Cuando llegamos al Hospital Penna no nos dejaban verlo, había como cinco policías de la Ciudad custodiando a mi hijo. Cuando entré y pude verlo fue lo peor que me pasó en la vida, tener que destaparlo, verle los tatuajes, porque estaba irreconocible», declaró Cintia. «Dijeron que tenía un arma, que por eso lo perseguían, por eso traje esto. Esta era el arma: sus botines», dijo la mujer, y levantó uno de los calzados deportivos de Lucas.
A su turno, Héctor González dijo ante el tribunal: «Lucas debería estar entrenando ahora, pero me lo asesinaron. Y sí, son asesinos, porque lo vieron, los buscaron y lo acribillaron porque tenía una visera, porque era marrón o negro como ellos dicen, los que tenían que cuidarlo me lo mataron».
En el juicio ya declararon también los amigos de Lucas: Julián Salas, Joaquín Zuúñiga y Niven Huanca. Contaron cómo esa mañana fueron a las canchas a probarse para entrar al equipo de fútbol del club Barracas Central, salieron en el auto que manejaba Julián y pararon a comprar un jugo en el kiosco de la esquina. El joven relató que estaban conversando, todos aún iban a la secundaria, cuando de pronto un vehículo se empezó a acercar. «Lo primero que hago es tocar la bocina porque pensé que estaban distraídos. Veo que las personas se bajan con un arma y pienso que me quieren robar. Cuando se bajan, el conductor empieza a disparar, sin sentido alguno», dijo Salas. Zuñiga completó la secuencia: «Veo a la derecha y había una persona apuntándonos con un arma. Me agaché y estuve así hasta levantar la cabeza, ahí vi a Luquitas que estaba lastimado. Empecé a gritar “a Lucas lo mataron, a Lucas lo mataron”».
Lo que siguió fue aún más impactante para los jóvenes. Acudieron a pedir ayuda a dos mujeres policías, que los tiraron al piso y comenzaron a maltratarlos mientras pedían refuerzos. «Cada vez que les contábamos lo que había pasado se reían y nos maltrataban, para nosotros simplemente escapábamos de un robo», dijo el testigo y sobreviviente. «Nos dijeron villeros, negros de mierda, nos preguntaron de donde veníamos, les dijimos que de Quilmes y de Florencia Varela y nos respondieron: “Ah, altos negros de mierda” y ahí nos dijeron que a personas como nosotros nos tenían que pegar un tiro en la cabeza, como lo hicieron con nuestro amigo», contó Salas.
«A todo esto Lucas seguía ahí», contó Zúñiga. Cuando le preguntaron si podía reconocer a las personas que lo maltrataron dijo que sí, y señaló al imputado Sebastián Jorge Baidón. Los pibes estuvieron esposados hasta que llegó el padre de Salas, a quien los policías querían hacerle creer que su hijo y sus amigos eran ladrones. «Si nos pusieron un arma de juguete y nos maltrataron así no sé qué más podrían haber hecho», dijo el joven sobre el efecto que tuvo la llegada del familiar.
«Lo peor es que fuimos al (Instituto de Menores) Inchausti sin novedades de Luquitas. Nos tuvieron toda la noche, fue la peor noche de la vida, se escuchaban gritos, era un horror. Fueron dos días muy tristes, porque al otro día se me fue, se me fue Lucas», contó Joaquín, con angustia y casi en llanto.

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Foto: NA


Cuando le tocó declarar, Huanca contó que sintió los balazos y luego el volantazo de Salas. «Ahí veo que la cabeza de Lucas se está cayendo para el lado de Julián. Y escucho que alguien grita “mataron a Lucas, nos están siguiendo, nos van a matar”», dijo. Él pudo llegar al departamento de su primo, estaba con la campera ensangrentada. Y vio las noticias en la televisión. «Éramos delincuentes para todos, hasta que pudimos hablar», recordó.
A la hora de las preguntas, las respuestas de los tres amigos fueron muy similares: No hubo un «alto policía», ni una sirena, ni personal uniformado. «Bajaron directo a apuntar a Lucas que tenía el vidrio bajo», dijo Huanca.
En la primera audiencia habían declarado los tres efectivos que, de civil, abordaron como ladrones a las víctimas. Dijeron que actuaron «en legítima defensa», que no cometieron «ningún delito», y no aceptaron responder preguntas. En la sala entre el público se escucharon gritos de «asesino» y «vas a morir». Los acusados afrontan los cargos de «homicidio agravado por haber sido cometido con alevosía, por placer, por odio racial, por el concurso premeditado de dos o más personas y por cometerse abusando de su función o cargo por un miembro de una fuerza policial». Además, Isassi, López y Nieva están imputados por las «tentativa de homicidio agravado, falsedad ideológica y privación ilegal de la libertad agravada por abuso funcional y sin previsión de la ley», en el caso de los amigos de Lucas.
El secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla había acompañado a la familia de Lucas González, asistida por el abogado Gregorio Dalbón, en el inicio del juicio. «La Policía de la Ciudad –dijo– no tiene conducción política para erradicar estas situaciones a 40 años del retorno de la democracia».

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