Política | CUMBRE EN BUENOS AIRES

Tiempo de reencuentro

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Ricardo Gotta

Mientras Estados Unidos subraya su interés directo sobre los recursos naturales de la región, Argentina y Brasil relanzaron su relación bilateral en un intenso encuentro de la CELAC.

Representación completa. 15 presidentes y funcionarios de todos los países que integran el organismo participaron de la reunión.

Foto: NA

Se preguntó por qué «es importante América Latina». Justificó, sin disimulo: «Tiene ricos recursos y elementos de tierras raras». Puntualizó que el «60% del litio del mundo, necesario para la tecnología, se encuentra en ese triángulo estratégico, Argentina, Bolivia y Chile». Advirtió sobre «las reservas de petróleo más grandes», incluidas las de «crudo ligero y dulce descubierto frente a Guyana hace un año». No olvidó «los recursos de Venezuela con petróleo, cobre, oro». Destacó la importancia del Amazonas como «pulmón del mundo» y, en primera persona, dijo: «Tenemos el 31% del agua dulce del mundo en esta región». La generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos, que estuvo hace ocho meses por Argentina y otros países, concluyó esta semana, en una conversación con el think tank Atlantic Council: «Debemos empezar nuestro juego». A confesión de parte, relevo de prueba.
La contracara. Días más tarde, 33 delegaciones debatían en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), pergeñada hace década y media por una iniciativa en la que tuvo que ver Hugo Chávez, una organización que favorezca la integración regional. «Una OEA paralela, sin Estados Unidos, Canadá, pero con Cuba». La cumbre (formalmente la VII, aunque de hecho sea la X) tuvo como sede el Sheraton porteño que, según fuentes oficiales, fue elegido por cuestiones de seguridad.
Volvió Brasil, nada menos. Bolsonaro había dejado la organización. Lula retorna con una muy potente impronta. «Estamos de regreso en la región para trabajar por la región».
Esa es una de las claves. La otra, a solo 23 días de asumir, a dos semanas de un intento de golpe, Luiz Inácio Lula da Silva exhibió con contundencia una premisa: liderar el proceso integrador regional y, a la vez, regenerar alianzas con la Argentina presidida por un viejo amigo que lo fue a visitar cuando sufrió injusta cárcel, así como a la mañana siguiente de su triunfo electoral. Lula llegó un día antes que sus colegas para la cumbre. Codo a codo con Fernández, trabajaron a destajo para forjar una nueva imagen de relación bilateral.

Lo concreto y lo abstracto
Encuentro fraguado, además, con acuerdos que al menos conllevan la intención de ser trabajados: una moneda común, la Sur, el ejemplo más cabal. Un golpe de efecto que hasta provocó elogios de Elon Musk. Un viejo proyecto de Cristina Fernández que debería impulsar el comercio regional y reducir la dependencia del dólar, sin reemplazar al real y al peso, por ahora: el euro tardó décadas en ser moneda corriente. «Debe ser probado. No podemos hacer en el siglo XXI lo mismo que en el XX», dijo Lula.
Además, se avanzó en convenios entre Banco Nación y Banco do Brasil para, entre otros temas, financiar importaciones con créditos a 360 días, con la intención de acelerar el intercambio comercial y trabajar en el déficit comercial (promedió los 3.500 millones de dólares en las últimas décadas). También en la posibilidad de que financie, con 600 millones de dólares, la construcción del gasoducto Néstor Kirchner para llevar gas de Vaca Muerta al sur de Brasil. En paralelo, se importará electricidad a la Argentina. Los objetivos: motorizar industria, energía, trabajo, mercados internos.
Además, se firmaron acuerdos de cooperación en Salud, Defensa y Ciencia. Entusiasmado, el embajador Daniel Scioli, aseguró que, si bien las negociaciones comenzaron en octubre, ya con Bolsonaro se había mejorado el comercio bilateral.
A primera hora de la mañana, en el Salón Blanco de la Rosada, el exobrero metalúrgico que regresaba como presidente, igual que dos décadas atrás, coincidía con su par argentino: «Una relación bilateral que nunca debió haberse detenido». Recordaron con aversión a sus respectivos antecesores. «Por Brasil pasó Bolsonaro y por Argentina, Macri», dijo el anfitrión. El huésped pidió disculpas por las «groserías» de su paisano.
Ambos presidentes llevaron la iniciativa para la remanida «foto de familia» en el salón del Sheraton. Ante las cámaras, todos gestualizaron simpatía. Salvo quien estaba casi afuera de la foto, a un lado del cartel, con rictus de «qué hago yo aquí». Se trata de Luis Lacalle Pou, la imagen discordante. La voz de la derecha. Venía de un indisimulado altercado diplomático cuando Sergio Massa cometió la torpeza de llamar al Uruguay el «hermano menor al que Argentina y Brasil deben cuidar», con la respuesta del montevideano: «Parece Disneylandia». Pero la enorme diferencia que separa al oriental de los líderes de la región es su férrea determinación de negociar un acuerdo de libre comercio con China, para empezar, lo que quiebra taxativamente los estándares del Mercosur.
Para colmo, en su destemplado discurso en el hotel porteño, llamó a la propia CELAC «club de amigos ideológicos» y denunció que «hay países que no respetan la democracia, los derechos humanos ni las instituciones. No tengamos una visión hemipléjica según afinidad ideológica». No se refirió al Perú –representado por su canciller Ana Gervasi– del golpe y la represión salvaje sino que lo dijo ante el cubano Miguel Díaz-Canel, de Cuba.
La derecha regional, encarnada en varios dirigentes argentinos, con Patricia Bullrich a la cabeza, lograron que Nicolás Maduro decidiera no viajar a Buenos Aires (antes había cancelado una bilateral con Lula) y denunciara un «plan cuyo objetivo era una serie de agresiones contra nuestra delegación». La versión incluía una escandalosa maniobra judicial contra el mandatario. Sí envió un mensaje llamando a «unir esfuerzos contra el intervencionismo extranjero». Otra ausencia significativa fue la de Andrés Manuel López Obrador, quien en un video con grandes elogios, aseguró: «Lo que ustedes acuerden, nosotros vamos a secundar».
Lo que se concertó fue un documento de 111 puntos. En el último se saluda al nuevo presidente pro tempore, Ralph Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas, «primer país del Caribe anglófono en asumir dicha responsabilidad», quien bromeó «el tamaño no importa», en alusión a que su isla tiene solo 400 kilómetros cuadrados y 111.000 habitantes. Su designación no solo fue producto de un intrincado acuerdo de última hora: tiene el simbolismo de lo medioambiental, una de las banderas de la presidencia argentina en el último período.
También se resaltan en el documento los viejos reclamos por Cuba, Venezuela, Malvinas y Puerto Rico. No se menciona la coyuntura peruana. Fue el chileno Gabriel Boric quien, en su discurso, criticó a la presidenta Dina Boluarte y advirtió: «No podemos ser indiferentes» cuando «personas que salen a reclamar lo que consideran justo, terminan baleadas por quien debiera defenderlas». Subrayó «la imperiosa necesidad de un cambio de rumbo». Fernández y Lula fueron más moderados.
A su turno, el argentino eligió sostener que «la democracia está en riesgo» por la intervención de «sectores de ultraderecha que se han puesto de pie y amenazan a nuestros pueblos». El lunes, Lula había enviado un mensaje: «Argentinos, no permitan que la extrema derecha gane las elecciones». Ya en la cumbre, enfatizó: «Brasil vuelve a mirar su futuro con la certeza de que estaremos asociados en el Mercosur, la UNASUR y la CELAC». Durante toda la cumbre sobrevoló la idea de acotar la preeminencia regional de la OEA y del cuestionado Luis Almagro.
Bastante más enfático fue Gustavo Petro. «Hay una gran distancia entre la retórica de la integración latinoamericana y la realidad. Hablamos mucho de unirnos, pero hacemos poco realmente. Esa historia tiene que cambiar. De la retórica debemos pasar a la realidad». Nadie salió a responderle.
Al rato, el colombiano llegaba al Congreso. Subió hasta la presidencia del Senado y saludó efusivamente a Cristina Fernández, quien ya había recibido a la hondureña Xiomara Castro y, por separado, a los bolivianos Luis Arce y Evo Morales. Desde hace días se especulaba sobre su eventual encuentro con Lula. Aún se recuerda al brasileño, en pleno festejo, la noche de su victoria, y una gorrita con la consigna CFK2023. No se vieron, siquiera luego de que ella sufriera un intento de asesinato. En la nutrida sala de prensa del Sheraton se aseguró que hubo una invitación concreta para que Lula fuera al despacho del Senado. Y que desde su entorno manifestaron su preferencia de que el encuentro fuera en el hotel. Nadie confirmó que hayan pesado las desavenencias entre el presidente argentino y su vice, espacio en el que el brasileño optó por no incursionar. Se desmintió, incluso, una reunión secreta. La tan esperada foto, entonces, quedará para mejor momento.

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1 comentario

  1. Me pareció muy buena la intervención de Lavalle Pou. Si, tal vez fue una voz discordante. Yo no creo que haya democracia en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y tampoco creo que exista una extrema derecha en nuestro país.
    Me gustaría que se respete al que piensa distinto y que no se lo considere un enemigo o alguien que debemos hacer desaparecer. Si así fuera es un triunfo de los videlas.

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