22 de marzo de 2021
El aislamiento social tuvo un fuerte impacto en la vida de los más jóvenes e interrumpió el camino hacia la independencia que empezaban a transitar. Estrés, aburrimiento e irritabilidad son algunas de las respuestas más frecuentes. El lugar de la escuela.
María Carolina Stegman
En cualquier época ser adolescente resultó un desafío para quienes transitan esta etapa y para aquellos que la acompañan. Lejos de una mirada adultocéntrica y prejuiciosa que los estereotipaba ubicándolos bajo el rótulo de la rebeldía transgresora y desafiante, hoy podría decirse que los chicos y chicas son la franja poblacional que más ve impactada su vida, y aun así siguen las normativas de un aislamiento obligatorio que los frenó en plena exploración de la libertad, cuando empezaban a despegarse de sus padres. A esto se le suma además la enseñanza en su modalidad virtual o semipresencial, que los despoja de lo más atractivo de ir a la escuela: el contacto y el vínculo con los demás.
Recientemente, el relevamiento denominado U-Report llevado adelante por Unicef Argentina reveló que los principales sentimientos y emociones que experimentan los chicos y chicas durante el confinamiento y, fundamentalmente en relación con la experiencia educativa, son estrés, ansiedad, cansancio, angustia, agobio y aburrimiento.
Desconectados
Desde que se inició el confinamiento, niños y jóvenes se vieron compelidos a tener que transitar el aprendizaje de manera virtual, algo que a primera vista podría no significar demasiados conflictos dado que son quienes están más familiarizados con la tecnología. No obstante, sería una mirada sesgada, ya que el acceso a herramientas y dispositivos, como así también a la conectividad, no es igual para todos. Desde la Universidad Popular del Movimiento Barrios de Pie indican que en los barrios populares el 82,5% de los niños no tiene internet y el 70% no posee computadora. Además, todos, conectados y no, necesitan de la presencia de los otros en el camino del conocimiento.
«Los chicos sintieron la falta del profesor y de sus propios compañeros que le hacen de soporte para avanzar, entusiasmarse por estar todos juntos. Cuando lo emocional no está saldado, lo cognitivo se hace varias veces más difícil, en una persona con mayor nivel de estrés es esperable que haya cambios. Lo que estamos viendo en el consultorio, es que los chicos pueden presentar mayor irritabilidad, enojo, como que se encienden fácilmente. Muchos tienen alteraciones en el sueño y otros, aun sin tener dificultades para dormir o estando irritables, empiezan a mostrar que les cuesta concentrarse en las tareas», señala en diálogo con Acción Ramiro Pérez Martín, psiquiatra infantojuvenil y miembro de la Comisión Directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).
En línea con Pérez Martín, Jorge Garaventa, psicólogo y miembro de la Federación de Psicólogos de la República Argentina, señala que los y las adolescentes son muy presenciales y corporales, y esto es parte de los ingredientes necesarios para ir consolidando su personalidad. «La privación del otro par, con lo intensas que son en general las relaciones adolescentes, generan un vacío que no lo suple la virtualidad, porque siempre es complementaria. En este sentido, creo que la educación virtual cumple las expectativas de los otros, no de los adolescentes, para quienes el rol central de la escuela es lo social con amigos y compañeros. La trasmisión de contenidos no atrae al adolescente, sino el intercambio social afectivo», sostiene.
24 horas por día
Las medidas de aislamiento y distanciamiento social sin dudas trajeron consigo un cambio en la vida de todos, a distintos niveles: social, económico, laboral y afectivo. Pero para los adolescentes ocurrieron en uno de los momentos más cruciales de la vida: el abandono de la niñez y la consolidación de su estructura psíquica para salir a la vida adulta, donde la libertad y la autonomía son las metas.
«Dependerá de cada situación previa, pero podría pasar que el adolescente se sienta observado en este contexto de aislamiento. Lo grave es cuando chicos que estaban en tratamiento psicológico y lo siguen necesitando, sienten que la familia los está escuchando y no le encuentran la vuelta para seguir con el tratamiento en forma virtual, no sienten privacidad. Acá se puede usar el chat o el correo, lo importante es no abandonar la terapia, sobre todo en este contexto, que es como un duelo, porque hay algo importante que cambió en la vida», explica Pérez Martín.
Más allá de casos puntuales, a los chicos y chicas el compartir con sus pares les permite alejarse un poco de la familia para explorar un poco más, probar a ser adulto. «La presencia constante de sus padres puede ser vivenciada como una situación invasiva, pero además es una de las evidencias de la puesta en suspenso de sus procesos psíquicos, ya que una de las características de la adolescencia es ir logrando una autonomía relativa de las figuras parentales, aún con contradicciones. Lejos de ello, la pandemia los “pegoteó” por 24 horas», reflexiona Garaventa.
Otro de los sentimientos que los adolescentes pueden llegar a experimentar es el aburrimiento. Ambos especialistas coinciden en que el estar aburrido no tiene que representar algo negativo, ya que muchas veces es el momento que precede a grandes descubrimientos.
«El estar aburrido casi siempre es el momento previo a la creatividad, esto pasa con todas las personas. Como adultos hay que tomarse el tiempo de escuchar a los chicos, aun en la queja, invitarlos a que experimenten otras actividades, a jugar, tratar de entender qué es lo que nos dicen cuando expresan que están aburridos para que exploren lo que les gusta, tal vez un hobbie que luego pueda perdurar en el tiempo», indica Pérez Martín.
«Creo que hay que estar muy atentos a situaciones de aislamiento demasiado marcadas, a la tristeza, al desgano pronunciado, a la apatía, la incomunicación, pero observando con los valores de la adolescencia y no con los propios. Hay que estar atentos pero no vigilantes. Todos somos nuevos en las reacciones a la pandemia –concluye Garaventa–, por eso es importante no patologizar nada de lo que estamos viendo sino intentar entenderlo como reacciones lógicas en un momento en que el universo está suspendido