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¿Burbuja a la vista?

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Esteban Magnani

La desmesura de las promesas sobre la inteligencia artificial fomenta un esquema de inversiones que no parece sostenible. En qué consiste el negocio por el que pelean las principales tecnológicas.

Ganancias. OpenAI, la empresa que lanzó ChatGPT, en agosto presumió un crecimiento de sus ingresos totales por un impactante 1.700%, desde comienzo de 2023.

Foto: Shutterstock

Las principales compañías tecnológicas están lanzadas en una carrera enloquecida por desarrollar sus IA Generativas e instalarlas entre el público. El disparo de largada lo dio OpenAI en noviembre de 2022 cuando permitió al gran público probar el poder de ChatGPT 3.5, un Modelo Extenso de Lenguaje (LLM, por su sigla en inglés) capaz de generar textos de distintos tipos con sorprendentes resultados.

Las grandes corporaciones debieron acelerar sus proyectos ante la amenaza de que un jugador relativamente pequeño como OpenAI les arrebatara su sitio en el olimpo tecnológico. Dejar pasar la ola hubiera sido un error estratégico porque en el mundo de las plataformas suele haber un solo ganador. El fenómeno es conocido como «efecto de red»: el que tiene más usuarios, más oferta de autos y hoteles se transforma en la opción elegida y mejora sus productos a una escala que deja atrás a los demás. Esa tendencia al monopolio es un enorme acicate para acelerar usando dinero como combustible. Por otro lado, cuando todos hablan de la «nueva gran cosa», es el momento de aprovechar la ansiedad de los inversionistas por subirse al tren hacia el futuro antes de que sea demasiado tarde.

Este cuadro explica que las grandes compañías empujen sus desarrollos más conocidos y que algunas denominaciones comiencen a resonar detrás de ChatGPT: Bard, Gemini, CoPilot, Apple Intelligence, Meta AI, etcétera. Sus nombres aparecen por todos lados y cada una de estas empresas intenta colar la IA entre los servicios propios para traccionar su uso y aprovechar para que los usuarios la entrenen. Esto pasa, por ejemplo, con la IA de Meta que apareció de un día para el otro en WhatsApp.

Los autos locos
Según un artículo de The Economist, las cinco grandes de la tecnología (Apple, Amazon, Meta, Alphabet y Microsoft) planean invertir 400.000 millones de dólares en 2024 en desarrollar sus IA Generativas. La cifra es realmente imponente y difícil de dimensionar: pensemos que la deuda argentina con el FMI, de poco más de 40.000 millones, dejó su economía condicionada por años. Cifras de esta envergadura tienen, además, un impacto real y concreto en el mundo como, por ejemplo, en el aumento de la demanda de energía para entrenarlas y mantenerlas, algo que llevó a suspender planes para cerrar plantas generadoras muy contaminantes.

Pero por otro lado la lógica financiera subyacente a este tipo de proyectos implica que se avanza locamente sin demasiadas evidencias acerca de si la tecnología podrá pagar realmente la enorme cuenta acumulada. Es por eso que en los últimos tiempos se multiplicaron los artículos en revistas especializadas como Forbes, Financial Times, CNN, etcétera, que hablan de una «burbuja de IA». Las miradas más optimistas aseguran que se trata de un proceso habitual producto de la ansiedad de los inversores, pero que luego de la explosión, cuando el negocio madure, se podrá ver que la IA Generativa vino para quedarse y que tendrá un enorme impacto en la productividad. Según esta mirada, al final del recorrido la industria llegará a valer unos 15 billones de dólares.

Desde el otro rincón crece el escepticismo, amparado en las experiencias de blockchain o el Metaverso de las que queda poco y nada. De momento, el uso real de la IA Generativa no parece expandirse ni por lejos de acuerdo a los volúmenes invertidos. Por otro lado, las grandes corporaciones no dan un detalle desagregado de la fuente de sus ingresos, por lo que no es fácil saber cuánto genera realmente.

Desembolsos. Las cinco grandes de la tecnología planean invertir 400.000 millones de dólares en 2024 en sus IA Generativas.

Foto: Shutterstock

Por eso, el reciente reporte de ganancias de OpenAI, una empresa que no tiene otros productos para ofrecer, resulta especialmente ilustrativo. Allí cuentan que en agosto los ingresos totales de la empresa crecieron un impactante 1.700% desde comienzo de 2023 para llegar a 300 millones de dólares. Cabe aclarar que el porcentaje compara los ingresos actuales con los inicios de ChatGPT, por lo que resulta bastante engañoso. Para 2024 esperan llegar a los 3.700 millones de dólares y 11.600 millones el año que viene, un crecimiento brutal bajo cualquier estándar. No sería la primera vez que los resultados vaticinados buscan generar un efecto de profecía autocumplida: es que OpenAI, al igual que otras empresas, necesita mucho (mucho) dinero para seguir creciendo. La otra cara de la moneda es que perderán 5.000 millones en 2024. De hecho, están buscando financiamiento por 7.000 millones de dólares para crecer rápidamente y no quedar atrás.

OpenAI es una empresa que nació como Fundación sin fines de lucro para socializar el conocimiento sobre IA y evitar que quede en manos de un puñado de empresas. La necesidad de crecer y competir hizo que su CEO, Sam Altman, arme en 2018 una empresa paralela para canalizar el financiamiento. Desde entonces Microsoft no para de volcar recursos en ella, sobre todo brindándole servicios de procesamiento. Elon Musk, uno de los fundadores de OpenAI, abandonó el proyecto y denunció que se había transformado en una subsidiaria de Microsoft. Ahora vive una crisis: parte de su concejo de administración renunció a la decisión de Altman de transformar OpenAI en una empresa como cualquier otra, sin límites para atraer inversores y generar ganancias, otra muestra de que la lucha es a matar o morir.


Competencia
Para muchos economistas, las crisis son el momento en el que el sistema se sanea y elimina a los competidores menos hábiles. Desde otro punto de vista, lo que ocurre es un gasto injustificable de recursos globales con un impacto ambiental desmedido para la poca certeza de resultados que justifiquen esa inversión. Por otro lado, proyectos de esta envergadura compitiendo entre sí implican un derroche de recursos tan brutal que pueden afectar a la economía estadounidense en su intento de competir con China, que cuenta con un modelo estatal de control centralizado de los desarrollos tecnológicos, algo que permite reducir costos.

Lo que nadie parece siquiera discutir es la necesidad de desarrollar estas tecnologías a semejante costo simplemente porque son posibles y parecen un buen negocio, uno que permitiría ahorrar trabajo y trabajadores. El problema es que, si la IA Generativa alcanzara ese objetivo, nada indica que ese ahorro se vaya a distribuir para, por ejemplo, aumentar el tiempo de ocio de las mayorías. Así visto, no se entiende el sentido de gastar miles de millones de dólares en desarrollar una IA con un planeta lleno de personas con inteligencia natural que podrían aprovechar esos recursos para, por ejemplo, potenciarla por medio de la educación y, de paso, disfrutar.

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