Sociedad | CUENCA MATANZA RIACHUELO

Colapso y saneamiento

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Florencia Vidal

El trabajo sobre el río que une a la Ciudad de Buenos Aires con la provincia empieza a mostrar indicios de mejoría. Historia y futuro de esas aguas turbulentas.

ACUMAR. Los objetivos del organismo son mejorar la calidad de vida de la población, recomponer el agua, el aire y la tierra y prevenir daños futuros. (Fotos: Jorge Aloy)

«Han pasado quince años desde que la Corte Suprema de Justicia se pronunció sobre la cuestión de la cuenca y hoy la verdad es que podemos decir que hemos avanzado, el Riachuelo está considerablemente mejor que en 2008… Lo que buscamos es cambiar la relación de la gente con el río y la medida de recuperar la navegación aporta a esa mirada, a esa lógica de dejar de darle la espalda al río», afirma Martín Sabbatella, presidente de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo, ACUMAR, a raíz del proyecto que busca el retorno de la navegabilidad a este curso de agua, de manera parcial y con fines turísticos.
La cuenca Matanza Riachuelo integra la lista de los territorios con mayor contaminación del planeta. Además, con casi 5 millones de habitantes, es uno de los más densamente poblados del país. A lo largo de 75 kilómetros, sus aguas turbias reflejan la historia política y económica de Argentina y sus dos márgenes, las consecuencias de años de desidia, abandono y desigualdad.
Las fuentes de contaminación de la cuenca son tres. La principal es la cloacal, en un 70%, ya que durante años los desechos fueron volcados directamente al río. Aún hoy, muchas familias no tienen acceso a la red. El otro 30% se constituye entre la industrial y la de residuos sólidos urbanos. En el caso de la industrial, deriva de vertidos de frigoríficos, curtiembres, fábricas y actividades rurales que utilizaron al río como un gran cesto de basura para desechar líquidos, gases y sólidos tóxicos con escaso o nulo tratamiento. Luego está la generada por las actividades que se desarrollan en el territorio que en la actualidad se aproxima a las 10.000 toneladas de basura por día.
A principios del siglo XIX este río ya evidenciaba un paulatino deterioro. Documentos de la época señalan, por ejemplo, que Juan José Paso se comprometió a limpiarlo, la Asamblea del año XIII solicitó que se expulsen las curtiembres y los saladeros y Juan Manuel de Rosas prohibió arrojar residuos de la faena. Sin embargo, ninguna de estas medidas u otras posteriores fueron concretadas.
Recién dos siglos más tarde, en 2004, la contaminación de la cuenca llegó a la Justicia gracias a un grupo de vecinos del barrio Villa Inflamable, en Avellaneda, que presentó una demanda contra el Estado nacional, la provincia de Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 44 empresas. Además de enfermedades respiratorias, dermatológicas y gástricas, un alto porcentaje de esa población, que vive junto al Polo Petroquímico de Dock Sud, registró plomo y arsénico en sangre.
En 2008, la «Causa Mendoza», llamada así por el apellido de una de las denunciantes, logró un fallo histórico de la Corte que intimó a todos los demandados y también a 14 municipios de la provincia a presentar un plan de saneamiento integral.
Dos años antes, en 2006, Néstor Kirchner promovió una ley para la creación de un ente que coordine la política ambiental de la cuenca. Desde entonces, ACUMAR funciona como un organismo autónomo, autárquico e interjurisdiccional con participación de nación, provincia y CABA cuyos objetivos son mejorar la calidad de vida de la población, recomponer el agua, el aire y la tierra y prevenir daños futuros. En este sentido, Antolín Magallanes, a cargo de la Dirección General de Gestión Política y Social, explica que para lograr estas metas se tienen que ir cumpliendo indicadores en términos de salud, educación, hábitat, sociales, de control industrial y de calidad del agua, entre otros.
«Tenemos grandes obras a punto de finalizar: el Sistema Riachuelo, la obra de ampliación cloacal más importante de los últimos 70 años, y el Parque Industrial Curtidor en Lanús, con su planta de tratamiento de efluentes líquidos, que, junto al traslado del Mercado de Hacienda de Liniers a Cañuelas, son sin dudas un punto de inflexión para atacar los factores contaminantes», afirma Sabbatella.
Por otro lado, sobre la cuestión industrial, se empadronaron las 1.400 empresas allí instaladas y se determinó que 800 eran agentes contaminantes. Actualmente son 500. Al respecto, Magallanes asegura que todas están cumpliendo con el plan de reconversión. «Hemos avanzado mucho en el control y adecuación de industrias, priorizando el equilibrio entre lo ambiental y la producción. No nos interesa demonizar a la industria sino acompañarla hacia un proceso más limpio; se trata de compatibilizar la producción, el trabajo y el ambiente», agrega el director de ACUMAR.
Entre las acciones para el ordenamiento territorial, se logró la relocalización de una mayoría significativa de los habitantes de la Villa 26 a dos complejos habitacionales y, de manera parcial, a los de la Villa 21-24 a los barrios Mundo Grúa, Valparaíso, Osvaldo Cruz, Orma 1 y Padre Mujica (comuna 8). En cuanto a Villa Inflamable, una parte importante está en proceso de reurbanización. En el área de salud, está en tratamiento el relevamiento y diagnóstico de los barrios para llevar adelante la política pública sanitaria necesaria para cada distrito.
El Riachuelo del siglo pasado es el protagonista recurrente en las pinturas de Quinquela Martín, con sus barcos amarrados, sus trabajadores portuarios, las chimeneas humeantes de las fábricas y el puente de La Boca. Es el que María Julia Alsogaray prometió limpiar en 1.000 días durante el primer Gobierno menemista y el que, después de doce años de prohibición, la Justicia habilitó para navegar en un tramo de 300 metros.

Navegar el futuro
La iniciativa de las carteras de Turismo de Nación y Ciudad, basados en los trabajos realizados por ACUMAR, tiene el objetivo de generar un circuito sociocultural que integre las dos orillas del Riachuelo, desde La Boca hasta la Isla Maciel, enlazadas por el Puente Trasbordador Nicolás Avellaneda. «Ese es un lugar que tiene calado, profundidad, y se haría con embarcaciones chatas, que no tocarían los barros, que es la memoria de la contaminación, donde están todos los metales pesados. Entonces, no se generaría ningún daño ambiental», afirma Magallanes. Este organismo constituye el único lugar que piensa el AMBA, lo metropolitano, y que funciona como articulación. Magallanes sostiene que toda gran ciudad, por lo que irradia y lo que recibe, necesita un lugar de gobernanza, una política pública. «Creo –dice– que lo del Riachuelo lo está demostrando, porque esta era una zona donde el río, cuando era productivo y navegable, unía, hasta que colapsó ambientalmente».
Queda mucho por hacer, sin embargo. Solo a simple vista hay indicios de mejora. El río no tiene el olor nauseabundo ni la bruma que lo caracterizaba, el espejo de agua ya no es una masa de basura compacta, la vegetación acuática empieza a hacerse lugar en las orillas y la fauna, escasa por la falta de oxígeno del ambiente, lentamente comienza a ser más variada. Se observan peces, patos, tortugas, gallaretas, biguás y garzas moras, entre otras especies. Y también suceden algunas cosas impensadas hace un tiempo atrás como que la gente se acerque a la ribera. Este año, los vecinos de Pompeya festejaron el aniversario del barrio al lado del río y eso no lo habían hecho nunca, cuenta Magallanes. «Estamos terminando una primera etapa del saneamiento. Ahora, seguimos trabajando para devolverle algo de lo que alguna vez fue, recuperar la relación de la sociedad con el río y del río con su entorno», concluye Sabbatella.

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