10 de enero de 2024
El cambio climático sin dudas golpea a los más débiles. Se espera que en 2024 haya tormentas más intensas y frecuentes. Qué dicen los especialistas.
Los y las meteorólogas auguran un 2024 con tormentas más intensas y más frecuentes en el país. Una muestra de ello, con resultado trágico, fue el último temporal que azotó el 16 de diciembre no solo al interior de la provincia de Buenos Aires, sino también el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Los daños materiales fueron significativos, pero lo más triste ocurrió en la ciudad de Bahía Blanca, con el derrumbe del techo del club Bahiense del Norte, donde el basquetbolista Emanuel Ginóbili dio sus primeros pasos. Allí, trece personas fallecieron mientras presenciaban una exhibición de patín.
Si bien las tormentas no son un suceso fuera de lo normal, no se puede desconocer que el cambio climático, con sus efectos ya presentes, propicia una exacerbación de vientos y lluvias y por esto es imprescindible la adaptación y la mitigación de daños. En diálogo con Acción, especialistas del clima y también de la arquitectura brindan un panorama para entender estos fenómenos meteorológicos y cómo adaptarse a ellos, desde la educación y también con construcciones seguras, sobre todo en los sectores más vulnerables.
Lejos de versiones que calificaban la última tormenta como un tornado, el doctor en Ciencias Meteorológicas e investigador superior del Conicet, Vicente Barros, lo explica así: «No fue un tornado, el tornado es un fenómeno en pequeña escala, aunque muy intenso, pero a lo sumo tiene un recorrido de 15, 20 o 30 kilómetros, y esto fue un fenómeno que abarcó a toda la provincia de Buenos Aires, empezando desde el sur y moviéndose hacia el norte. Lo que vimos fue un frente frío muy intenso, y en este se desarrollaron nubes convectivas (verticales que crecen de abajo hacia arriba por la elevación del aire caliente) muy altas que fueron las causantes de los destrozos –dice el científico–. La razón de las características destructivas que tuvieron es que el viento en altura, que llegó al tope de las nubes, fue muy intenso. La nube en realidad es un sistema de corriente ascendente que mantiene las gotas en suspensión y llega un momento en que en algunos lugares se enfría demasiado y se produce una corriente descendente, esta corriente que viene con mucho viento y además ganando energía cinética, adquiere mucha velocidad y eso trae como consecuencia los vientos fuertes, con destrozos y consecuencias que pueden ser fatales».
Claro que estos mecanismos de tormenta no ocurren sin la intervención del cambio climático. Según Barros, debido al calentamiento global se producen temperaturas muy cálidas en la primavera y principios del verano en la zona de Brasil, en el Amazonas y todo el norte de Sudamérica, lo cual favorece la formación de vientos muy intensos en latitudes más templadas, como la nuestra. «La diferencia de temperatura entre un océano que todavía no se calentó mucho y un continente que se ha calentado enormemente en el centro y norte de Sudamérica, se traduce en vientos intensísimos en capas altas; los últimos años se han registrado justamente varios episodios de este tipo, mucho más frecuentes que en otras épocas», describe.
Alertas desestimadas
El Servicio Meteorológico Nacional desde un día antes de la tormenta había lanzado diversas alertas naranjas (se esperan fenómenos meteorológicos peligrosos para la sociedad, la vida, los bienes y el medioambiente). No obstante, no fueron tomadas en cuenta, no solo en el territorio bonaerense sino también en la Ciudad de Buenos Aires. Para Barros, el problema de las alertas es complejo. «Si se dan con mucha frecuencia la gente se hace escéptica y no atiende el peligro y si no se dan se corre el riesgo de cometer un grave error; lo que falta es que la gente se dé cuenta de que un alerta no quiere decir un pronóstico, es un aviso de un riesgo posible. Con la categoría que exponen: amarillo, naranja y rojo, se puede manejar. Cuando es naranja es bastante más peligroso –advierte el investigador–. Creo que la Meteorología se debería inculcar desde chicos. Recuerdo una vez que estuve en Mendoza y hubo un sismo: los mendocinos enseguida se pusieron debajo de los dinteles de las puertas porque protegen del colapso del resto de la mampostería, esto es así porque fueron educados desde niños. Lo mismo debería pasar con las tormentas; la educación sería parte de la adaptación al cambio climático, así como construir viviendas seguras», aconseja.
Una vivienda segura
Alberto Floreano es arquitecto, profesional principal del Conicet y coordinador del área de Sistemas y Componentes constructivos del Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE, CONICET-AVE) que funciona en la provincia de Córdoba. En una charla con Acción explica qué significa una vivienda segura, sobre todo cuando no se cuenta con recursos económicos.
«Los puntos críticos para que una vivienda sea segura son: fundación (base), estructura (columnas y vigas del encadenado), la ejecución de la mampostería y encadenados antisísmicos adecuados, además de un correcto vínculo entre esa estructura y la cubierta del techo. Con la cubierta, que es lo que vemos comúnmente en la voladura de techos, lo que ocurre es que muchas veces en la construcción informal se ponen un par de palos, agarran las chapas y las tiran arriba. En el mejor de los casos las clavan y en el peor, les ponen unos bloques de concreto para hacer peso y cuando viene un viento se vuelan. Acá lo que falta es asesoramiento técnico, por eso como institución auspiciamos la autoconstrucción, pero guiada», describe Floreano, que está especializado en producción de viviendas en el hábitat popular.
En estos casos, explica, si se hace una cubierta liviana hay que tener la precaución de que las estructuras estén bien amuradas, por lo general son caños o cabreadas o palos de madera en el encadenado. También hacer algún vínculo metálico para que se pueda vincular ese encadenado, y después colocarle los elementos necesarios para hacer la cubierta. «Si pongo un techo de chapa tengo que poner tornillo autoperforante y este tiene que tener la longitud necesaria para asegurar que se metió dentro de la estructura. Si se le pone clavo tiene que ser espiralado o con cabeza de plomo, no liso. Este conjunto de cosas son las que fallan, cuando vemos voladuras de techos», ejemplifica Floreano.
El CEVE funciona desde 1966 y desde ese año construyen viviendas en todo el país, con sistemas productivos propios desarrollados con investigación. Así, por ejemplo, intervinieron en la inundación del Litoral argentino de 1998, donde, convocados por los municipios levantaron unas 316 viviendas en 365 días. También intervinieron en la inundación de la ciudad de La Plata en 2013 con el programa Ellas Hacen.
Suelo y clima
Hablar de vivienda segura implica hacer las cosas bien desde el inicio. Así la fundación debe responder al tipo de suelo que se tenga, y la estructura debe responder a la zona sísmica. «No es lo mismo construir en Mendoza que en Buenos Aires, o en Córdoba, las normas van cambiando, hay requerimientos que deben ser respetados. Ahora, si un asentamiento popular se levanta en lo que era un basural, además de no poder asentarse allí porque hay agentes tóxicos, el terreno, que es totalmente inestable, requiere un tipo de fundación para la cual hay que tener una dirección técnica –explica el arquitecto–. Si se hace una platea (base) sobre un terreno que no tiene ningún tipo de capacidad portante, por más que le ponga muchos fierros, si los ato mal, esa casa no va a ser segura porque su fundación no es buena, entonces se va a fisurar, se parte; hacer una platea es lo más caro, si se hace un cimiento común, se puede hundir», advierte Floreano.
Desde el CEVE lo que hacen es desarrollar sistemas tradicionales de construcción racionalizados, es decir, se usan los mismos materiales de construcción pero de una forma distinta y a su vez, en esos puntos críticos como la fundación, encuentro de columnas y vigas o cubierta, se ofrecen alternativas que, a través de dispositivos mecánicos como cabezales, eliminan o disminuyen esa falla estructural.
«También tenemos un consultorio barrial, entonces cuando las personas van a construir su pieza vienen y las ayudamos en el diseño y la adecuación. Por ejemplo: si tengo la posibilidad de una ventana, tiene que abrirse al este y no al oeste porque en Córdoba hace mucho calor, y si la hace de un metro por un metro en invierno va a tener menos pérdida de temperatura», sostiene Floreano.
Otro ejemplo de la importancia del clima en la construcción es pensar una vivienda que se va a ubicar donde nieva. Allí el peso de la nieve es importante, hay que calcular un techo con una determinada pendiente. En otros lados, se calculará el viento y su orientación. «En Córdoba llueve desde el sur, todas las paredes con esa orientación están hechas bolsa, entonces se tienen que hacer distintas, más protegidas; todos los diseños necesitan conocer el contexto».
«Las tormentas, además de destrozos, producen inundaciones, hay mucho para hacer en materia de adaptación, lo más importante es repasar todos los aspectos que tienen que ver con las tormentas severas y las olas de calor, los dos elementos dañinos que están en ascenso», sostiene Barros.
«Probablemente se deba generar legislación nueva para atender a los parámetros, los cálculos, considerando las zonas del país, los datos que aporten los mapas de riesgo, incluso podrán aparecer nuevos índices que no solo llevarán a cálculos por si viene un sismo sino frente al viento fuerte, las estructuras empezarán a ser distintas –detalla el arquitecto–. Todo esto hace a una vivienda segura. Ahora, todas estas previsiones van a encarecer los costos, siempre van a quedar afuera de esto los sectores populares. Vimos lo que pasó en el club vinculado a Ginóbili, pero nadie mostró que pasó en la villa 31, en la 1.11.14, en el Conurbano, ese sector es el más vulnerable a la problemática del cambio climático, allí también se tiene que poner el ojo, ser más creativo, porque no hay recursos. Hay que tener personas capacitadas y recurso técnico, colegios de profesionales, programas orientados a financiar esa actividad para guiar la autoconstrucción, porque ahí no hay ningún privado que le interese hacer algo, esas personas están postergadas», concluye Floreano.
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