Sociedad | RESTITUCIÓN DEL NIETO 133

Historia de un encuentro

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Adriana Meyer

El tercer hijo de Cristina Navajas y Julio Santucho, apropiado por un policía de la patota de Etchecolatz, está reconstruyendo lazos y memorias. Crónica de una búsqueda contra el olvido.

Espacio Memoria y Derechos Humanos. Miguel y Julio Santucho junto a Estela de Carlotto durante la presentación de la restitución.

Foto: NA

El nieto 133 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo fue uno de los bebés apropiados por los sicarios del terrorismo de Estado, arrancados de los brazos de las detenidas en los campos de exterminio. Su nombre no ha trascendido y tiene 46 años. Acción pudo saber que tiene dos hijas, vive en la zona sur del conurbano bonaerense y trabaja en una cadena de supermercados mayoristas. Es sobrino de Mario Roberto Santucho, fundador del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Su madre, Cristina Navajas, fue secuestrada en 1976 cuando estaba embarazada.
«Me enteré el jueves, estábamos en casa con Natalia mi compañera y nos llamó Miguel desde Roma, fue una sorpresa total, no lo esperábamos, era una búsqueda individual de mi primo sin una hipótesis concreta, no fue que encontramos al apropiador. Uno tiene una esperanza abstracta de que aparezcan, pero, como dijo Miguel, es una cacería de fantasmas y cuando emerge la persona concreta inevitablemente es muy sorpresivo». El periodista Mario Santucho relata a revista Acción que su «nuevo primo» nació a finales de febrero de 1977. «Según nuestros cálculos a partir de las referencias que teníamos de su mamá Cristina, pero fue inscripto por sus apropiadores el 24 de marzo de 1976, en una especie de señal un poco truculenta para la posteridad», afirma.
Cristina Navajas fue secuestrada por policías de civil el 13 de julio de 1976. Un grupo de tareas, como se denominaba a las patotas de represores, se las llevó junto a otras dos militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de un departamento en la calle Warnes 735, en Buenos Aires. «Cristina era la compañera de mi tío, Julio Santucho, y compartía esa vivienda con mi tía Manuela, hermana de mi papá, y con otra compañera. Quedaron ahí los tres chicos que estaban con ellas, Miguel “el Tano” y Camilo, mis dos primos, hijos de Julio y de Cristina, y también Diego Genoud, hijo de Manuela y de Alberto Genoud», cuenta Santucho. El Tano y Diego eran recién nacidos, Camilo tenía poco más de un año, y quedaron solos en la casa. Los vecinos avisaron a Nélida Navajas, la mamá de Cristina, que fue con su otro hijo Jorge a buscarlos. «Los encontraron a los tres llorando en una cama, habrá sido ese mismo 13 de julio a la noche, y entre las cosas de Cristina había una carta sin enviar en la que le contaba a su esposo que creía que estaba embarazada de su tercer hijo».
Cristina tenía 26 años al momento de su secuestro, era maestra y estudiante de sociología en la Universidad Católica Argentina (UCA). Ahí conoció a Julio Santucho, séptimo hijo de una familia de diez hermanos. Tras su secuestro, fue llevada a Coordinación Federal y luego al centro clandestino de detención Automotores Orletti. Allí fue torturada y luego la trasladaron a Protobanco, donde estuvo hasta diciembre de 1976. Sus compañeras de cautiverio contaron que se identificó ante los represores con la determinación de dejar clara su condición de militante y su voluntad de tener a su hijo. Más tarde fue llevada al Pozo de Banfield, donde compartió las infrahumanas condiciones de vida con otras detenidas, como Adriana Calvo, sobreviviente y testigo en el Juicio a las Juntas de 1985.
Mientras tanto, su madre, Nélida comenzó su incansable búsqueda. Llegó hasta Italia, donde estaba Julio e inició con él una serie de denuncias sobre lo que ocurría en plena dictadura. Tras el secuestro de Cristina, Julio consiguió sacar a sus hijos del país y empezó un largo exilio. En Argentina, Nélida tocó contactos políticos, religiosos y militares. «Jamás consiguió nada por esa vía. No sabía si buscaba un nieto o una nieta, solo que debía haber nacido en febrero de 1977. Nunca perdió las esperanzas», dijo Claudia Carlotto, directora de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad e hija de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, al referirse a la abuela que murió en 2012 sin el abrazo anhelado.

Botín de guerra
«El primo nuevo nació en cautiverio y hasta donde sabemos fue apropiado por un policía bonaerense del grupo de (el represor Miguel) Etchecolatz, de las brigadas de La Plata y Lanús; este personaje lo crió como si fuera su hijo biológico con su esposa, que era enfermera. Cuando ella murió su hermana adoptiva, 20 años más grande que él, se peleó con el apropiador, se fue de la casa y en ese momento le dijo “vos no sos hijo biológico”», relata Santucho. El policía nunca lo admitió, siguió mintiendo durante varios años y adjudicó los dichos de la hermanastra a la envidia porque «ella sí era adoptada». Una sobrina suya abonó las sospechas al decirle que sí, que había algo de apropiación en juego. Hasta que en 2019, el ahora nieto 133 se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo, pero no pudo avanzar porque sobrevino la pandemia. «En abril de este año regresó y ahí sí pudo dejar su muestra de sangre para el análisis de compatibilidad con todas las familias que estamos ahí en el Banco Nacional de Datos Genéticos, hasta que dió con la nuestra», dice Santucho.
El hombre, tercer hijo de Cristina y Julio, se reunió por primera vez con su familia biológica el viernes 28 y participó de la conferencia de prensa en el Espacio Memoria de la ex ESMA, en la que se anunció su restitución, aunque estaba camuflado para evitar el acoso periodístico. Por ahora prefiere preservarse de flashes, cámaras y micrófonos.
En teoría, Mario Santucho busca a un hermano o hermana, su mamá está en los registros como una posible embarazada. «La duda se mantiene, pero creo que no porque no hay constancia entre sus compañeras de cautiverio, alguien dijo que la vio con panza pero no coincide con las fechas, y ahora la aparición de nuestro primo creo que cierra esa posibilidad porque un militar le dijo a alguien que estuvo detenido “acá parió la mujer de Santucho”, y creo que seguramente se refería a Cristina», describe.
Para Santucho, la restitución del nieto 133 es «un enorme logro que recompone lazos, identidades y afectos, que no son sólo de una familia sino que reconstruye una afectividad social, es un logro de un entramado político,cultural y social que siempre se ha comprometido». A su criterio, «es un triunfo sobre la dictadura y sus costados más crueles como pretender aniquilar a una generación que quiso cambiar el mundo y disciplinar a la sociedad que quedaba para evitar esa posibilidad, entonces esto es un pequeño triunfo que vuelve a dejar claro que el proyecto de la verdad, la justicia y también de la revolución está pendiente, y siempre estará ahí como un desafío para todes». Además, en el actual contexto político, el periodista entiende que tiene un significado especial. «Hoy que nada parece irreversible, donde las conquistas más importantes pueden llegar a retrotraerse a otros momentos en que las mayorías eran favorables a lo represivo, este es un acontecimiento para festejar», expresó.

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