7 de enero de 2025
Cada día se tornan más resistentes a los insecticidas. En el norte y centro del país ya se registran mutaciones. ¿Pesadilla u oportunidad para explorar otras posibilidades?
Aedes aegypti. Es la especie de mosquito transmisora del dengue. Hasta noviembre de 2024 se registraron en el país 771.818 casos.
Foto: Shutterstock
De acuerdo con datos oficiales del Ministerio de Salud, hasta noviembre de 2024 se registraron en el país 771.818 casos de dengue, según señala el Boletín Epidemiológico. La región NOA (Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero y Tucumán) concentra gran parte de las confirmaciones, más de 52.000, pero sin dudas el área Centro integrada por Buenos Aires, CABA, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe es donde los especialistas y autoridades sanitarias ponen la lupa, ya que allí se produjeron casi 92.000 confirmaciones de la enfermedad.
Frente a este panorama, sin dudas, el temor frente a la propagación de este arbovirus (transmitido por artrópodos, en este caso el Aedes aegypti) crece. Recientemente, la cartera de Salud bonaerense amplió la convocatoria para vacunar contra el dengue a todas las personas que hayan tenido la enfermedad y residan en alguno de los 135 distritos de la provincia de Buenos Aires, puntualmente individuos de entre 15 y 59 años que hubieran cursado la infección.
La inmunización es una herramienta valiosa junto con el descacharrado, el uso de repelentes y mosquiteros y también la fumigación de las áreas donde se encuentra el vector, pero, ¿qué ocurre cuando el mosquito se vuelve resistente a los insecticidas? ¿Es esta la peor pesadilla o una oportunidad para explorar otras posibilidades? Las respuestas sin dudas llegarán de la mano de la ciencia.
Mutaciones génicas
Recientemente, investigadoras e investigadores bonaerenses confirmaron la presencia y la expansión en la provincia de tres mutaciones génicas en mosquitos de la especie Aedes aegypti, que indican que su capacidad de resistencia a los insecticidas tradicionales va en aumento.
Hasta el momento había poca evidencia que hablara sobre la resistencia a insecticidas tradicionales en estos vectores en la Argentina.
«Publicamos dos trabajos con el tema, uno en 2023 y otro en 2024, en noviembre último. En 2023 usamos unos mosquitos para analizar mediante marcadores genéticos las mutaciones que los hacían resistentes a los insecticidas tradicionales, eran vectores que teníamos guardados desde antes de la pandemia, de 2018. Los analizamos y vimos que efectivamente estaban las mutaciones de resistencia, así comprobamos que existía esa resistencia en Argentina», detalla en una charla con Acción Sheila Ons, investigadora principal del Conicet, del Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada.
Según explica la científica, «eran mosquitos de Jujuy, de Calilegua, y de Tartagal en Salta, y también de diversos municipios de la provincia de Buenos Aires. Lo que vimos es que, en esos mosquitos de 2018, en Jujuy, de las tres mutaciones que se conocen y que los hacen resistentes a insecticidas, había dos; en Salta también. En cambio, en provincia de Buenos Aires había mosquitos sensibles y algunos que tenían una de las dos mutaciones. Luego, en colaboración con grupos de ANLIS Malbrán y del Cepave de la Universidad de La Plata, hicimos un screening en 16 municipios del área metropolitana de Buenos Aires y encontramos que en 2023 ya están las dos mutaciones, las que estaban en Jujuy y Salta, algo que en 2018 no pasaba», aclara Ons, quien trabajó multidisciplinariamente con otros científicos, entre ellos Nicolás Barrera, pertenecientes al Laboratorio de Neurobiología de Insectos (Cenexa-CREG-UNLP- Conicet); el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta, Conicet-UNLP); y el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (Cepave, Conicet-UNLP-asociado a la CIC).
La sospecha de los científicos era que esta situación de las mutaciones estaba correlacionada con el uso de insecticidas piretroides, un conocimiento que era intuitivo hasta ese momento. «Para comprobar esa hipótesis analizamos la frecuencia de la doble mutación respecto a los casos de dengue por 10.000 habitantes en cada municipio, porque sabemos que cuando hay un brote de dengue se fumiga; así es la indicación para controlar los focos, entonces cuantos más casos de dengue hubo, más se fumigó –revela Ons–. Fuimos a indagar si había una correlación entre mayor fumigación y más frecuencia de la doble mutación y efectivamente comprobamos que sí, es decir, que en aquellos municipios donde hubo más casos de dengue hay mayor presencia de la doble mutación asociada con la resistencia», explica Ons.
Sheila Ons. La científica, junto con el equipo del Cenexa, comprobaron mutaciones génicas y resistencia a insecticidas.
Foto: Comisión de Investigaciones Científicas
Dicha resistencia tiene lugar porque algunos organismos, ya sean mosquitos o bacterias, tienen una variabilidad genética y esas mutaciones presentes los pueden hacer resistir determinado tóxico que, por el contrario, mataría a sus congéneres.
«Cuando se usa el tóxico, de alguna manera lo que se hace es seleccionar al mosquito resistente –explica la científica–, entonces la siguiente generación va a ver aumentada su frecuencia porque fueron los que pudieron dejar descendencia fértil, es Teoría de la Evolución de Darwin, se van adaptando al insecticida».
Estrategias posibles
El estudio, que fue financiado por la convocatoria Ideas Proyecto de la Comisión de Investigaciones Científicas (Cicpba) y también por un proyecto Salud Investiga –que hasta 2023 otorgaba el Ministerio de Salud de la Nación–, en el cual intervinieron la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Provincia y el Centro Nacional de Diagnóstico e Investigación en Endemo-Epidemias (Cendie-ANLIS-Malbrán), aporta información valiosa al momento de implementar estrategias de prevención de la enfermedad, puntualmente con el uso de los insecticidas que, se sabe, son una herramienta importante para controlar la población de mosquitos.
«Lo que podemos hacer es usarlos de forma muy racional y focalizada, solamente cuando está indicado, en el control de focos de dengue, con gente que sepa cómo hacerlo, por eso es importante el rol del Estado; el objetivo es retrasar la resistencia lo más posible, para que podamos utilizar varios años más los insecticidas», recomienda Ons.
Alternativas
Además de emplear el conocimiento científico en el territorio, actualmente los científicos bonaerenses trabajan para desarrollar nuevas alternativas para el control del mosquito. Una de las que despierta mucho interés en la comunidad científica global es la llamada técnica del silenciamiento génico. Para entender, hay que saber que hay un mecanismo biológico descrito que se llama RNA de interferencia (ARNi) mediante el cual se puede lograr que determinados genes, en este caso involucrados en la supervivencia de los mosquitos, no se expresen.
«Lo que se hace es darles a los mosquitos una molécula biológica biocompatible y amigable con el medioambiente, esta molécula logra que se repriman genes específicos, los que están involucrados con la supervivencia, entonces el mosquito muere, porque ese gen no se va a expresar más, el mosquito deja de tener la resistencia al insecticida», explica la investigadora.
En esta línea, también se puede apuntar a silenciar los genes relacionados con la reproducción, con moléculas que impidan el desarrollo de los ovarios en las hembras. Esta nueva técnica llamada RNA interferente no tendría además problemas como la acumulación tóxica en el ambiente ni afectaría a otros polinizadores como abejas o mariposas, que son benéficos.
«Estamos estudiando esta técnica: cómo podemos matar mosquitos utilizando estas moléculas, no obstante falta mucho para ser aplicada. Además, el problema técnico que esto conlleva es que a veces los mosquitos son menos sensibles a las mismas, incluso menos que otras especies de insectos –aclara Ons–. Una solución sería hacerlos más sensibles, una de las maneras es asociando estas moléculas (RNA) con nanopartículas de distintos materiales para que puedan penetrar mejor en el mosquito y ser más eficientes, se protege a la molécula insecticida para que sea más eficiente en el mosquito, se acopla la nanotecnología con el control del insecto, así se aumenta la eficiencia del silenciamiento génico», propone la científica, esperanzada, aunque aclara que es un trabajo arduo.
«Es difícil conseguir el silenciamiento génico en mosquitos, estamos estudiando los genes, en la etapa básica, son caminos largos. Uno de los temas a resolver es cómo se le da la molécula al mosquito –describe Ons–. Con los insecticidas actualmente se fumiga, con estos otros insecticidas habría que implementar otra estrategia, una de las propuestas es hacer trampas con una solución azucarada que contenga el insecticida. Para todo esto se requiere mucho tiempo y apoyo a la ciencia, es fundamental, y hoy lamentablemente no lo tenemos, no sé si vamos a poder trabajar el año próximo. Es importante que la comunidad científica y las autoridades de salud trabajemos en conjunto para elaborar las mejores propuestas basadas en evidencia», concluye la investigadora.
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