Surgieron tímidamente hace cinco años y hoy hay más de 200. Brindan información y venden los elementos necesarios para el autocultivo de Cannabis sativa al aire libre o en espacios cerrados. Los alcances de un cambio cultural.
26 de abril de 2017
Freyre. «Hablamos de los ciclos de las plantas y fomentamos la creación de redes.» (Jorge Aloy)
El fenómeno arrancó hace cinco años, creció de un modo acelerado y no muestra visos de detenerse. De las 7 tiendas o grow shops que existían por entonces, dedicadas a la promoción del autocultivo de Cannabis sativa en huertas domésticas, al aire libre o en espacios cerrados, hoy existen más de 200 distribuidas en los puntos mas disímiles del país. A la información sobre el desarrollo de las plantas, se sumaron las herramientas para hacerlo, en una suerte de avanzada de la promoción del cultivo de una planta cuyo uso medicinal, en forma de aceite, tiene cada vez más adeptos y respaldo médico, además del aval de una nueva ley nacional.
«Nuestra política no es vender ni faso ni semillas», dice Nacho Jachun, uno de los tres dueños de la distribuidora Mundo Cultivo, pionera en el mercado argentino. «Cuando nosotros empezamos hace cinco años y medio no había productos y nos pusimos a fabricar. Hoy distribuimos productos propios y de otras marcas». Según Jachum, el gran impulso hacia una búsqueda de espacios de asesoramiento surgió con la aparición de la revista THC, dedicada exclusivamente a la difusión del consumo de la marihuana. «La gente empezó a tener información que no tenía. Obviamente mucha gente consume la planta de modo recreativo. Antes se decía que te quemaba la cabeza y hoy se sabe que es medicinal, tanto que ya se han comprobado sus efectos benéficos en casos de cáncer, artritis, dolores crónicos y hasta en los de chicos con problemas neurológicos».
Servicio multicolor
La tendencia se presenta en coloridos espacios, en general de pocos metros cuadrados, a veces a la calle y otras en galerías; algunos funcionan de modo autónomo y otros, en cadena. En su mayoría trabajan con venta directa, pero otros ofrecen envíos, reciben pedidos a través de Internet y hacen uso continuo de las redes sociales.
«Culturalmente hay una caída de un prejuicio con respecto al cannabis y esto ha hecho que su uso medicinal se haya popularizado», opina Alejandro Freyre, quien posee una de las franquicias en el barrio porteño de Congreso. «Tengo todos los días diez consultas con respecto a esas propiedades. Y junto con ese interés hay un auge por mejorar la tecnología para el cultivo. En mi caso en particular, hago reuniones de cultivo para el intercambio de información genética, sobre riegos, y esto agrega otro elemento de peso, que es el intercambio social, como cuando los cultivadores se cuidan las plantas mutuamente si se van de viaje».
Para Freyre, es un hecho indudable que la «cultura cañamera» es parte de la idiosincrasia de América Latina. «El cáñamo no siempre estuvo prohibido, la primera Biblia fue impresa en cáñamo, el cáñamo mejora los suelos donde es plantado… Los grow shops vinieron a responder a esa demanda, que nosotros atendemos de un modo absolutamente legal. No hay apología porque no hablo a quien no cultiva. No vendemos semillas ni aceite. Pero sí hablamos de todos los aspectos que tiene el ciclo de vida de una planta y fomentamos la creación de redes de intereses. También hay historias muy jugosas: una mujer de 70 años llegó llorando a buscar aceite para su madre que tiene ACV, una madre vino a preguntar dónde podría encontrarlo para su hijito que tiene epilepsia…».
«En todos los locales dos o tres personas por día llegan con esa necesidad», completa Jachun. «Y es que el cliente habitual no es el de rastas que todo el mundo cree. Vienen desde médicos hasta madres de familia. En todos los ámbitos hay gente que fuma marihuana. Hay un cambio de visión y de aceptación social. Hoy el 30% del mercado mundial de la medicina es la fitomedicina, es decir, de productos naturales. Y la realidad es que todo el que empieza con el cannabis le termina prestando más atención a la naturaleza en general, que es la fuente de todo».