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Las otras olimpíadas

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Luciana Rosende

Sin fondos estatales, los certámenes científicos que convocan a estudiantes de todo el país están en riesgo. Los jóvenes apelan a colectas y muchos ni siquiera pudieron viajar.

Arabia Saudita. Sin financiamiento del Gobierno, los estudiantes pudieron viajar a la 56 Olimpíada de Química gracias a la UBA.

Foto: Gentileza Equipo de Química

Dos días antes de que José «Maligno» Torres ganara el oro en BMX freestyle en los Juegos Olímpicos de París 2024, la Argentina recibía otras dos medallas. Eran de bronce y en el marco de otro certamen: la 56 Olimpíada Internacional de Química, en Arabia Saudita. Sin financiamiento del Gobierno nacional por primera vez en 34 años, fue una de las olimpíadas científicas en riesgo desde que comenzó la gestión de Javier Milei.

Lo mismo les pasó a los equipos de Matemática y Biología, mientras que el de Informática aún no sabe si podrá participar en la instancia internacional de septiembre. Sin fondos y sin respuestas, cada grupo tuvo que generar sus propias colectas y apelar a la solidaridad y a donaciones. La lógica es la misma que para el resto del sistema científico: no hay plata y sálvese quien pueda.

El Programa Nacional de Olimpíadas, dependiente de la Secretaría de Educación y formalmente aún vigente, «auspicia y financia» –según se lee en su descripción oficial– ocho olimpíadas en Argentina: de Ciencias Junior, Biología, Física, Química, Filosofía, Informática, Geografía e Historia. Mientras esa área, que hoy depende de Capital Humano, era Ministerio, aportaba el sustento para gran parte de los certámenes internacionales de esas disciplinas. En otras, como Matemáticas, el financiamiento llegaba desde el Senado a través de dos resoluciones que premiaban específicamente esa materia. Este año, nada de eso sucedió.

Hay química
«El Programa de Olimpíadas de Química nació en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y casi desde sus comienzos fue auspiciado por lo que era el Ministerio de Educación. Con el cambio de Gobierno perdimos el contacto, no había con quién comunicarse. Cuando logramos empezar a hacerlo, nunca obtuvimos respuesta. Palabras sueltas como “lo estamos evaluando”, nada más –cuenta Soledad Antonel, una de las coordinadoras del certamen local–. Como el tiempo pasaba, acudimos a las autoridades de la Facultad. Con mucho esfuerzo y donaciones, arrancamos el entrenamiento. La UBA pudo costear dos pasajes y la propia organización de la olimpíada internacional sumó otro. Era todo minuto a minuto y fue muy desgastante», detalla Antonel.

Los entrenamientos de los estudiantes seleccionados para la instancia internacional suelen comenzar en marzo, tras el desarrollo de la olimpíada nacional, que convoca a unos 3.000 chicos y chicas de escuelas secundarias de todo el país. Este año, por la falta de respuestas, comenzó en abril. Hubo menos tiempo de práctica e incertidumbre casi hasta julio, cuando era el momento de viajar a Arabia Saudita.

«Siempre traemos medallas, pero este año nos puso especialmente felices. Es mostrar que estamos bien a nivel educación y ciencia. Que los chicos, no importa de dónde vengan, tienen la oportunidad de viajar y representar al país, si estudian. Que no tienen techo si les das herramientas», reflexiona Antonel.

Los logros están
Agustín Boutet, de Sunchales (Santa Fe), fue uno de los ganadores del bronce. «Fue un orgullo gigante, algo que no hubiese imaginado. Quiere decir que la constancia y la dedicación valen la pena. A nivel país, significa que incluso en condiciones adversas cuando se tiene el apoyo de los docentes y las ganas de seguir adelante a pesar de la falta de financiamiento, los logros están», comenta a Acción. Tras ser recibido a lo grande en su comunidad educativa, ahora piensa en lo que sigue. No planea dedicarse a la química sino a la física («que me apasiona en el fondo de mi corazón»). Proyecta estudiar la Licenciatura en Física en la Universidad Nacional de Córdoba, «y tal vez en un futuro entrar al Instituto Balseiro», meca de la física y la ingeniería en Bariloche.

El otro medallista, Joaquín Herrera, sí piensa abocarse a la química: se va a anotar en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Lo sabe desde chico, cuando su mamá estudiaba el profesorado. «Siempre tuve esa curiosidad por la química y ahí entran en juego las olimpíadas nacionales, porque me permitieron realizar exámenes de un nivel más avanzado que las del secundario. Que todos los años traigamos medallas muestra el nivel que tiene la OAQ en la preparación de los participantes», remarca. Ante la no respuesta de la Secretaría de Educación que conduce Carlos Torrendell, la próxima edición de la instancia nacional también está en riesgo y ya comenzó una colecta para tratar de sostenerla.

«La química no es muy querida y año a año tenemos baja matrícula. Están entrando 30-40 estudiantes por año a la licenciatura en la UBA. De acá salen los futuros profesionales de la industria farmacéutica, de alimentos. Este programa fomenta mucho eso –cuenta Antonel–. Si uno se pone a ver los números de quienes pasan por las olimpíadas, muchos después estudian química o cosas afines. Acá les mostrás el desafío, ven que va mucho más allá de lo que aprenden en el secundario y estudian esto tan importante para el país. Es todo lo que sale de esa competencia», resumió la docente. Y todo lo que está en juego también.

No hay plata
Fue la propia vicepresidenta de la Nación y titular del Senado, Victoria Villarruel, quien contestó el tan mentado «no hay plata» cuando desde la coordinación de la Olimpíada Matemática Argentina la contactaron para solicitar los fondos que la Cámara Alta aportaba desde 1989. Pese al rechazo, una colecta permitió el viaje del equipo local, que volvió de Inglaterra con cuatro medallas y una mención de honor.

La participación en la Olimpíada Internacional de Biología (OAB) también fue posible gracias a donaciones. Los fondos para los viajes de este año habían sido enviados por Educación en octubre, durante la gestión anterior. Claro que el presupuesto elaborado en 2023, devaluación mediante, no alcanzó. Se pidieron refuerzos, pero Capital Humano no los otorgó. La colecta posibilitó el viaje del equipo a Kazajistán, en julio. Sin embargo, la incertidumbre sigue.

«Para las Olimpíadas 2024 presentamos la propuesta hace varios meses y hasta el día de hoy no hay respuesta formal. Nos dicen “Sí, estamos interesados en apoyar”, pero llegó agosto y nada. Ya deberíamos haber empezado», se lamenta Matías Pellegrino, uno de los profesores del Comité Organizador Ejecutivo de la OAB, en la Universidad Nacional de Río Cuarto. Ante la insistencia de escuelas y docentes se abrió la convocatoria a la instancia intercolegial. Pero la competencia nacional, que implica viajes desde las distintas provincias, está «sujeta a la aprobación y envío de los fondos por parte del Estado, que aún no ha dado respuesta alguna a las solicitudes de información oportunamente realizadas». Tampoco hubo contestación ante la consulta de este medio.

«Han pasado millones de chicos por acá. Su importancia es que acerca al alumno de secundaria a la ciencia, a la investigación. Le muestra cómo desde la biología se pueden solucionar problemas sociales. Es como una marca registrada y los colegios lo tienen incorporado. Para los docentes muchas veces es parte de sus proyectos pedagógicos, no es solo una competencia», resaltó Pellegrino, quien estuvo en 20 de los 33 años que lleva la OAB.

La falta de respuestas y de fondos también pone en riesgo la participación en la Olimpíada Internacional de Informática, en septiembre. Hay una colecta en marcha para que los jóvenes que clasificaron –de Corrientes, Buenos Aires y Córdoba– logren llegar a Egipto.

En ese caso, la posibilidad aún está vigente. En otros, ya no. Para Aarón Romero y Micaela Giménez, de 10 y 16 años respectivamente, la ilusión duró poco más de un mes. El 13 de abril clasificaron para la final de la Olimpíada Internacional de Matemáticas de Tashkent, organizada por la Universidad Internacional Nórdica, que tenía lugar el 18 y 19 de mayo en la República de Uzbekistán. La colecta no alcanzó.

«Desde el día uno nos pusimos en campaña para juntar el dinero. De toda la clase política nadie nos dio una mano, salvo un concejal. Pero hacían falta cerca de 12 millones de pesos y no llegamos. Difundimos por redes, medios locales, hicimos rifas, bingos. De todo –cuenta a Acción desde Formosa Luis Guillermo Romero–. Incluso la mamá de la nena iba a poner todos sus ahorros, porque ella competía por una beca para estudiar allá. No llegamos. Fue muy difícil, porque después les tengo que decir a mis alumnos “participen, estudien”, y me dicen “¿para qué, si no hay plata para viajar?”. Me costó mucho», dice el docente. Cuando el Estado no iguala oportunidades, se nota.

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