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Quién va a curar

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María José Ralli

Mal pagos, con escaso reconocimiento social y sometidos a duras condiciones laborales: los profesionales de la salud atraviesan una situación difícil. Radiografía de un sector en crisis.

Deserción. Clínica médica, tocoginecología, pediatría y medicina general y familiar son las especialidades menos elegidas.

Foto: NA

Los trabajadores del sector salud en la Argentina atraviesan una situación delicada que involucra tanto al ámbito público, al privado, como al de la seguridad social, y se evidencia en centros de salud de todo el país. Los brotes de gripe y de bronquiolitis y el aumento de las enfermedades respiratorias provocaron un estallido en la demanda asistencial de los servicios de salud que dejó en evidencia un problema que toma estado público en forma intermitente, pero que arrastra décadas. 
Hoy las guardias colapsadas, la falta de especialistas y la imposibilidad de conseguir turnos a corto plazo imponen colocar a la salud en agenda. Sin dudas, la retribución económica es una de las variables más importantes. Sin embargo, todos los actores involucrados en la búsqueda de soluciones coinciden en que el problema va mucho más allá. 
Desde la formación, hay una crisis en la elección de especialidades básicas y un cambio en el perfil de la orientación de los médicos jóvenes, pero también una desvalorización del recurso humano en salud, un aumento de los juicios por praxis –el 11% de los residentes enfrentan este tipo de demandas– y entornos laborales que expulsan a quienes dedicaron más de diez años de su vida a la capacitación profesional. 
«No basta con mejorar, con decir que vamos a dar un ingreso mayor a los profesionales. Hoy hay que reparar, recomponer una situación en la cual la salud sea valorada para la gente y para los actores que la promueven», advierte Ricardo López, presidente de la Federación Argentina de Entidades Solidarias de Salud (FAESS) y secretario de Cooperar, y agrega que ese cambio involucra también a la universidad. 
«Los profesionales de la salud están devaluados económica y socialmente, pese al esfuerzo que hicieron durante la pandemia. Hoy tienen probablemente los honorarios más bajos de los últimos años. El salario de un hospital público equivale a una canasta básica», agrega López. Para el dirigente cooperativista, «no es que no haya médicos clínicos, pediatras, de guardia o con vocación de terapia, lo que no hay son médicos que acepten trabajar por ese honorario y por esa valoración social». 
Jorge Coronel, presidente de la Confederación Médica de la República Argentina (COMRA), considera que las causas son multifactoriales: «No solo lo atribuimos a los bajos honorarios que se pagan o los bajos salarios que llevan a un empobrecimiento general de todo el sector de la salud, sino que hay una falta de consideración con todos los profesionales», asegura. «Pensábamos que después de la pandemia íbamos a salir fortalecidos, pero se acabaron los aplausos y las felicitaciones y hemos retrocedido significativamente en todas las consideraciones a nuestros reclamos», agrega, y advierte que en las obras sociales hubo una significativa retracción de especialistas de las cartillas, pero también en la medicina prepaga, donde «han dejado de atender los más experimentados, lo que provoca turnos prorrogados en el tiempo y especialidades que no se consiguen».

Distribución inequitativa
Argentina cuenta hoy con 3,86 médicas/os cada 1.000 habitantes, una tasa que sitúa al país en una posición no muy diferente a la de los países centrales y no muy alejada de las recomendaciones internacionales. Al respecto, un estudio recientemente publicado en The Lancet considera necesario contar entre 2,1 y 3,6 médicas/os cada 1.000 habitantes para cumplir con un piso del 80% de cobertura efectiva de salud. 
Para Emiliano López, director de Conocimiento y Talento Humano en Salud del Ministerio de Salud de la Nación, el mayor desafío que enfrenta el país es la distribución de la fuerza laboral en el territorio nacional. «La mayoría de las jurisdicciones se encuentran por debajo de la media mencionada y esto se agudiza en las zonas rurales o suburbanas», dice, mientras en la Ciudad de Buenos Aires se concentra la mayor cantidad de médicos: 16 cada mil habitantes. López también diagnostica que hay «cierta disminución de la elegibilidad de residencias relacionadas con la posibilidad de atender el primer nivel de atención por sobre otras que tienen ciertas características como menor estrés laboral, menor carga laboral y mejor oportunidad de remuneración en el futuro mercado de trabajo».
Clínica médica, tocoginecología, pediatría y medicina general y familiar son hoy las especialidades menos elegidas mientras que oftalmología, dermatología, cardiología y traumatología son más valoradas. Desde el Ministerio de Salud de la Nación señalan que la problemática de la escasez de profesionales de la salud está en agenda. «Estamos llevando a cabo acciones concretas que tienen que ver con ampliación de los incentivos para la formación de ciertas especialidades priorizadas como aquellas que atienden la salud mental de las comunidades, discutir y reformular normativas que amplían derechos laborales y de formación que atiendan también cuestiones de violencia de género. Esto es concretamente un proyecto de ley para el Sistema Nacional de residencias que se presentó el año pasado», describe Emiliano López. 
Coronel, por su parte, insiste que desde la COMRA vienen denunciando la carencia de profesionales de la salud en general y de médicos en particular «hace años» y cuestiona que «las instituciones médicas y los profesionales de la salud no somos escuchados ni convocados para la discusión de lo que está ocurriendo en la actualidad». «No se trata solo de un esfuerzo económico, sino también de motivación y capacitación», aclara. 

La academia 
Para Manuel Fonseca, prosecretario de Salud de la Universidad Nacional de La Plata, las unidades académicas cumplen un rol fundamental para comenzar a enfrentar la crisis de los recursos humanos en salud. «La fuerza laboral en salud es el principal problema que tiene el sistema sanitario», reflexiona. Y hace un diagnóstico en dos sentidos: «La concentración de los trabajadores en las zonas urbanas y la concentración con respecto a la elección de los médicos en especialidades no básicas».
«Desde las universidades se puede intervenir políticamente y hablar mucho más de estos temas en los planes de estudio», dice Fonseca, en tanto que Ricardo López también considera que «hay que involucrar a la universidad. Las facultades de Medicina tienen que modificar programas para no producir frustración entre lo que forma y la realidad con la que se encuentra después el médico». El profesional subraya que «es necesario desde las facultades plantear algunas modificaciones» y a la vez, jerarquizar las residencias no solo económicamente. «Hay que mejorar el recurso desde la gestión en salud», insiste. 
En tanto, Emiliano López recalca que «atender la situación de la fuerza de trabajo en salud no puede estar escindido de un trabajo junto a las universidades». En este sentido, el funcionario del Ministerio de Salud describe que se está reuniendo el Foro Argentino de Facultades y Escuelas Públicas de Medicina en el marco de un convenio con el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud firmado en diciembre del año pasado. «Junto a las universidades estamos trabajando proyectos para estimular a los jóvenes en formación para que elijan las especialidades que el país necesita», dice, y adelanta que están diseñando proyectos «que permitan atraer y retener a profesionales y a los equipos de salud a zonas rurales y alejadas». «Todas las discusiones se dan de manera intersectorial y también junto a las y los residentes del equipo de salud», subraya.
Para Manuel Fonseca, el modelo de formación de posgrado hoy «está permitiendo el modelo viejo del verticalismo, el maltrato, el trabajar una cantidad desmesurada de horas». Si bien el profesional considera que el modelo entró en crisis, «no termina de aparecer una propuesta superadora que contemple los derechos de los médicos y una mejor formación académica y un estímulo». Finalmente, insta a «pensar fuera de la caja para no repetir viejas recetas e innovar para mejorar la situación de la fuerza laboral de salud en el país». 

Reducción de daños 
«Mientras tengamos una situación de profundas divisiones políticas, de crisis de profesionales y de los tres sistemas de salud, que incluye también al sector cooperativo y mutual de salud, que está muy castigado, hay que dar algunos pasos antes de marchar hacia un nuevo sistema, que se hace imperativo», resume Ricardo López. Y lo sintetiza en cuatro pasos: reparar, mejorar, integrar y debatir. 
Para el profesional, la situación de los trabajadores de la salud no puede escindirse de las dificultades que atraviesa todo el sistema sanitario, al que considera inequitativo porque no genera un acceso similar para el conjunto de la población y discrimina también por nivel económico: «Quien puede pagar salud, tiene mejor cobertura». También agrega que a la superposición de los múltiples actores –público, privado y de las obras sociales– se suma un problema fundamental: «El 35% del gasto en salud en la Argentina sale del bolsillo de los argentinos». 
Para López, «se ha dañado mucho» y es preciso mejorar lo que cada uno de los subsistemas tiene para ofrecer. Así como el sector público mostró su poderío en la pandemia, el de las obras sociales brinda cobertura a un grupo de trabajadores formales «y podría ser mejorado» y el privado, «al que muchos denostan, tiene gran parte de la tecnología». El tercer paso, observa López, es «integrar estos sectores» o «por lo menos crear vínculos de interacción» que permitan plantear un debate sobre la política de Estado en salud.
Coronel coincide en que la discusión tiene que incluir todas las voces y trabajar sobre la cantidad de recursos económicos dispersos «que no van al lugar donde se necesita, que es donde está el paciente». Y acuerda que es necesaria una política de Estado en salud a largo plazo, «para que a mediano plazo podamos ver los efectos y que se cumpla». De lo contrario, advierte, «todos serán parches en un sistema que viene emparchado y deformado, entonces el objetivo de un acceso igualitario a la salud en todos los rincones del país estará cada vez más lejos». 
«Primero reparar, segundo mejorar y tercero, sentar bases para una discusión», sintetiza el presidente de Faess, y ratifica que «deben privilegiarse los indicadores sanitarios y la situación del recurso humano, con pactos para que las reformas no duren poco», porque, concluye, «no hay sistema sanitario que resista sin profesionales». 

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